¿Qué tienen en común la princesa de Éboli, Teresa de Jesús y Camilo José Cela? Pastrana
Situado en la comarca natural de la Alcarria, sobre el río Arlés y rodeada del Tajo y del Tajuña, Pastrana presume de ser uno de los pueblos más bonitos de España
En esta villa de casi 900 habitantes estuvo encerrada durante años la conspiradora más bella de nuestra historia, fundó dos conventos la única mujer española doctora de la Iglesia y se paseó el Premio Nobel de Literatura para escribir su Viaje a la Alcarria. Recorremos Pastrana, comenzando por su renacentista palacio ducal, para descubrir su apasionante devenir: desde su nacimiento en la Edad Media de la mano de la Orden de Calatrava hasta el presente, donde los príncipes de Éboli vuelven a salir por Carnaval.
Situado en la comarca natural de la Alcarria, sobre el río Arlés y rodeada del Tajo y del Tajuña, Pastrana presume de ser uno de los pueblos más bonitos de España. La princesa de Éboli, Santa Teresa de Jesús, Leandro Fernández de Moratín o Camilo José Cela pasearon por las calles de esta villa de origen medieval y esplendor renacentista. Pero es que, además, su patrimonio artístico y cultural le ha valido el título de Conjunto Histórico Artístico. Fundada, en plena Reconquista, por la orden de Calatrava, esta localidad de Guadalajara fue escenario de las intrigas palaciegas de la corte de Felipe II, inspiró algunas de las comedias teatrales más célebres del neoclasicismo y, bien entrado el siglo XX, se ganó un lugar entre las páginas de Viaje a la Alcarria. Para reconocer las huellas de su azaroso pasado, acompañamos a Paloma, guía del ayuntamiento.
El epicentro de Pastrana es el Palacio Ducal, proyectado por el arquitecto Alonso de Covarrubias siguiendo las órdenes de la abuela de la princesa de Éboli, Doña Ana de la Cerdá, quien adquirió esta villa y los territorios adyacentes de Escopete y Sayatón en 1541. “Covarrubias diseña un conjunto palacial, esto es, el palacio, los jardines laterales y traseros, y una plaza de armas. Pero cuando llega aquí Doña Ana tiene problemas con los pastraneros y el concejo, así que no puede finalizar su proyecto, que termina el actual propietario: la Universidad de Alcalá de Henares. En 1997 la universidad adquiere el palacio, en 1999 empiezan las obras y en 2002 terminan”, cuenta la guía.
Distinguir, entonces, las dos fases de construcción es una tarea sencilla. Y una buena muestra de cómo restaurar y reutilizar un edificio con cinco siglos. En la planta baja, las antiguas caballerizas sirven como salón de actos, conservando los pesebres o una letrina. Al patio renacentista inacabado, le añadieron unas columnas metálicas y una cubierta. De modo que las joyas del siglo XVI se conservan en la planta superior. A destacar: sus magníficos artesonados de madera de estilo plateresco, uno diferente para cada una de las habitaciones principales, y los zócalos de azulejería toledana de estilo mudéjar.
La princesa de Éboli, ¿conspiradora o cabeza de turco?
Al llegar a las dependencias de la princesa, Paloma comienza a desgranar su vida. Y la mala fama que esta mujer, quizá adelantada a su tiempo, se granjeó. La llamaron mimada, consentida, altanera o manipuladora. Se decía que tenía un carácter fuerte, que era una derrochadora o que tuvo muchos amantes. Pero también se la considera una de las mujeres de más talento y belleza de su época. Sea como fuere, se lo podía permitir.
Ana de Mendoza de la Cerda (1540-1592) era la hija única de dos de las familias más importantes de España. “Su madre, Catalina de Silva, era la hija del conde de Cifuentes, personaje importante en la corte de Carlos V. Y su padre, Diego Hurtado de Mendoza, pertenecía a la poderosa casa de Mendoza”, apuntó Paloma sobre su noble cuna y la favorable ausencia de hermanos varones. “Con 13 años firma unas capitulaciones de boda con Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, con quien consumó el matrimonio a los 17 años”, continuó diciendo sobre la feliz pareja, pues según las crónicas de la época ambos se respetaban. Instalados desde 1569 en Pastrana, tuvieron 10 hijos, de los que seis llegaron a la edad adulta. Pero 16 años después, en 1573, Ruy falleció de manera inesperada, dando comienzo la etapa más célebre de la vida de Ana de Mendoza.
Resumiendo, tras una breve estancia conventual y alguna discusión con Santa Teresa de Jesús, la princesa de Éboli viaja a Madrid para velar por sus intereses. “Tras fallecer su madre, su padre se vuelve a casar con doña Magdalena de Aragón, que se queda embarazada y de tener un niño podría hacer que Ana perdiera el apellido Mendoza”, explica la guía. “Entonces comienzan los supuestos amores con el secretario de Felipe II, Antonio Pérez. Supuestos porque no se sabe si fueron amores, secretos de estado, confabulaciones en contra del rey o intereses económicos y políticos. Solo es seguro que en 1578 aparece asesinado en Madrid Don Juan de Escobedo, el secretario de Don Juan de Austria, hermanastro del rey e hijo de Carlos I”, añade.
Los motivos de la conjura no están claros, pero los principales sospechosos de la muerte de Escobedo son la princesa, el secretario y el propio rey, pero a este último no iban a investigarlo. De hecho, la princesa de Éboli y Antonio Pérez no fueron detenidos hasta un año después, en 1579. “Ella va prisionera a la Torre de Pinto y el Castillo de Santorcaz. Pero después de enfermar, Felipe II permite que vuelva a su palacio, donde al principio tiene cierta libertad. Más tarde, es recluida a solo tres habitaciones, de la capilla a su dormitorio, donde pasará cuatro años. Y la ventana es transformada en un balcón al que añaden una reja”, cuenta Paloma.
“En 1590 Antonio Pérez se escapa y el rey decide que la princesa esté prisionera únicamente en su habitación: tapian la puerta y añaden un torno y una celosía conventual en la ventana, ya enrejada. Así estará dos años junto a su hija y una criada hasta que muere, a los 52 años. El médico la atendió a través del torno. Y no se tiró la puerta hasta que no salió el cadáver”, remató la guía. En total, Ana de Mendoza estuvo retenida y prisionera en la torre de levante entre 1581 y 1592.
La Plaza de la Hora y el Viaje a la Alcarria
Los visitantes de Pastrana habrán reparado en el inspirado nombre de la plaza donde se sitúa el Palacio Ducal. “Dice la leyenda que una vez encerrada en su habitación solo permitían a la princesa asomarse al balcón una hora al día. Por eso la Plaza Mayor se llama Plaza de la Hora”, cuenta la guía sobre esta gentileza, más dirigida a la hija, también encerrada, que a la princesa. ¿Y el famoso parche de la princesa? Hay tres teorías, según los historiadores: perdió el ojo derecho en un lance de esgrima, tenía algún defecto o no le ocurría nada y lo llevaba por llamar la atención. En cualquier caso, siempre iba conjuntada. “Decían las vecinas, ¿de qué paño traerá hoy la princesa al ojo?, dando a entender que se cambiaba el parche según el vestido que llevara”, señaló Paloma.
Por cierto, cuando en 1946 Camilo José Cela visitó Pastrana, ¿cómo estaba el Palacio Ducal? “Al entrar por la puerta principal cuenta que se encuentra una escena de patio de vecinos: había unos niños jugando a los palos, unas gallinas picoteando del estiércol, un perro tumbado al sol y un carro que unos campesinos estaban cargando. Se encuentra una especie de corrala de vecinos”, cuenta la guía sobre los usos del edificio, donde vivían y nacían pastraneros, se celebraban meriendas populares o se proyectaban películas en verano.
“En el dormitorio y después cárcel de la princesa de Éboli estaba el Servicio Nacional de Trigo. Había sacos, una báscula, cereales, y los campesinos y los arrieros se entretenían con sus navajas despegando azulejos”, continúa Paloma. “El propio don Camilo pidió un azulejo. Y en el Castillo de Torija, donde se encuentra el Museo del Viaje a la Alcarria, conservan un azulejo del Palacio Ducal y la carta donde don Camilo pide al señor alcalde de Pastrana el azulejo de la habitación de la princesa que le había prometido”, añade Paloma.
La Pastrana medieval
De vuelta a la calle, el viaje en el tiempo continúa por los restos de la muralla del siglo XIV, construida cuando Pastrana es nombrada villa en 1369, y el Arco de San Francisco, de la misma época. “En 1174 Alfonso VIII dona todo este territorio a la orden militar de Calatrava para que hagan la repoblación. En época de Reconquista este territorio quedó asolado, yermo y sin población. El centro de la comarca era el castillo de Zorita de los Canes: desde allí los caballeros fundan aldeas de repoblación a media jornada de caballería, hoy 10 minutos en coche”, cuenta Paloma.
En el epicentro de la Pastrana medieval se situaba la plaza del mercado, que hoy ocupa la Fuente de los cuatro caños, idea, siglos después, de Ruy Gómez de Silva. “Es una fuente monumental octogonal, de cuatro caños, que separa el pilón donde beben los animales del caño donde beben las personas, un avance higiénico enorme para la época. Los vecinos venían con un cántaro y una caña para llenarlo”, explica la guía. En lo que respecta a la decoración, conviene fijarse en que en los cuatro puntos cardinales se representan las cuatro etapas del hombre: niño, joven, adulto y desfavorecido anciano.
El recorrido continúa por la calle de la Palma, donde estuvieron la Inquisición o la sinagoga judía. Conviene subir al Convento de San Francisco, el más antiguo de Pastrana, para divisar la espectacular panorámica. Y entrar al convento del Carmen para conocer mejor a Teresa de Jesús en el museo dedicado al quinto centenario de la santa, que en Pastrana fundó este convento para hombres y el de San José para mujeres.
La visita por Pastrana termina en la Iglesia Colegiata, que alberga la colección de tapices góticos de Alfonso V de Portugal y los restos de los príncipes de Éboli. Pero a continuación, conviene perderse por sus calles y dar una vuelta por el barrio del Albaicín, donde se instalaron los moriscos expulsados de las Alpujarras de Granada para trabajar la seda. O la casa de Moratín, donde aseguran que el dramaturgo escribió El sí de las niñas, La Mojigata y La Comedia nueva o el café.
En Carnaval los príncipes de Éboli vuelven a pasear por Pastrana en forma de gigantes. Y en julio también es recomendable visitar la villa ducal y Guadalajara. El primer fin de semana se celebra el Festival Medieval de Hita. El segundo, el Festival Medieval de Sigüenza. Y el tercero, el Festival Ducal de Pastrana, ya situado en el Renacimiento. Durante esta fiesta, los vecinos se visten de época para recordar su momento de mayor esplendor y ofrecen animación de calle, conferencias, teatro o exposiciones.