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Úbeda y Baeza, dos joyas del Renacimiento Patrimonio de la Humanidad

Separadas por menos de 10 kilómetros, estas ciudades hermanadas atesoran un excepcional patrimonio artístico, unos paisajes espectaculares y un aceite excelso

Úbeda y Baeza, dos joyas del Renacimiento Patrimonio de la Humanidad

Separadas por menos de 10 kilómetros, estas ciudades hermanadas atesoran un excepcional patrimonio artístico, unos paisajes espectaculares y un aceite excelso. Acompañamos a María Jesús Rodríguez, historiadora del arte, guía oficial de turismo por la Junta de Andalucía y emprendedora con más de 3.000 visitas a sus espaldas, para conocer sus secretos.

La provincia de Jaén esconde dos joyas del Renacimiento español, dos ciudades hermanadas situadas a menos de 10 kilómetros cuya historia e influencia discurre paralela hasta cruzar no solo la Península Ibérica, sino el Océano Atlántico. Se trata de Úbeda y Baeza, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad en 2003 “por los valores excepcionales de su patrimonio artístico renacentista, además de su condición de enclave humanista y su proyección cultural que trasciende al resto de España e Iberoamérica”. El perímetro ensalzado por la UNESCO se circunscribe a los conjuntos monumentales en torno a la Plaza Vázquez de Molina en Úbeda y la Plaza de Santa María y el eje Seminario-Universidad en Baeza, pero su belleza paisajística, como Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz, Federico García Lorca o Antonio Machado han clamado, es inabarcable.

Situadas ambas ciudades sobre dos cerros en el centro de la comarca de La Loma, Úbeda y Baeza son dos miradores espectaculares de la Sierra de Mágina, el valle del Guadalquivir y el vasto mar de olivos que las rodea. Otra razón más, el aceite, para visitarlas. Esta posición elevada, de clara función defensiva, apunta a su origen árabe en el siglo XII, y su importancia como bastión cristiano tras la Reconquista a partir del siglo XIII. Pero fue a partir del siglo XVI cuando alcanzaron su plenitud, transformándose arquitectónica y urbanísticamente.

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Olivos que rodean Baeza. | Foto: Fátima Elidrissi | The Objective.

Para descubrirlas, acompañamos a María Jesús Rodríguez, historiadora del arte, guía oficial de turismo por la Junta de Andalucía con más de 3.000 visitas a sus espaldas y emprendedora que en agosto de 2011 creó visitaubedaybaeza.com. Por cierto, primera empresa de Jaén con el Certificado de Calidad Compromiso Aproha de la Asociación Profesional Española de Historiadores del Arte.

Úbeda y su mecenas: Francisco de Los Cobos y Molina

“Desde pequeñita me encantaba hacer fotos de pequeños detalles de Úbeda, que ahora estudio y analizo en mis visitas y mi blog”, cuenta Rodríguez durante el recorrido por su ciudad natal, que, lógicamente, comienza en la fastuosa Plaza Vázquez de Molina. Solo este espacio ya abarca dos horas de la visita por la cantidad de edificios que alberga, obra, en gran parte, del genio del Renacimiento jienense Andrés de Vandelvira.

Empezamos por el Palacio Vázquez de Molina, actual sede del ayuntamiento de la ciudad; para seguir con el Palacio del Deán Fernando Ortega, hoy Parador de Turismo; y La Sacra Capilla del Salvador, cuyo interior está incluido en el precio de la visita. Aunque el visitante despistado pueda pensar que este último edificio es una iglesia, se trata de una capilla funeraria privada. En 1536 Francisco de los Cobos y Molina, secretario de Estado de Carlos I, comenzó su megalómano proyecto con el objetivo de ser recordado tras la muerte y, literalmente, subir al cielo. Solo hay que ver la fachada de este panteón, cargada de iconografía religiosa, y con una forma casi diríamos triangular, apuntando a las alturas. “Debía estar preocupado porque dejó pagadas más de mil misas en su honor antes de morir”, comentó divertida la guía.

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La Plaza Vázquez de Molina en Úbeda. | Foto: Begavil84 vía Wikipedia bajo Licencia CC.

Este mecenas del arte es, además, el principal responsable de la llegada de las ideas humanistas y renacentistas a esta zona. “En la Sacra Capilla no solo se plantea un espacio para recordatorio de su persona, sino que también quería que fuera un centro de estudios y un espacio para la exposición de obras de arte”, apunta sobre su avanzado pensamiento.

Ya en el interior, merece la pena parar en un ingenio arquitectónico creado por el resolutivo Vandelvira. En la esquina superior izquierda, el arquitecto tuvo que añadir una sacristía de grandes dimensiones no contemplada en el proyecto original, de Diego de Siloé. Para mantener la simetría del conjunto y evitar que el edificio se desplomara al abrir un acceso entre dos muros de carga, ideó un pasillo de acceso en diagonal único en el mundo. “Murió pensando que cualquier día se vendría abajo”, cuenta Rodríguez, cinco siglos después.

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La Sacra Capilla de Úbeda. | Foto: Fátima Elidrissi | The Objective.

El recorrido continúa después en el Palacio de los Mancera, la Casa del Obispo, el Antiguo Pósito o la Basílica Menor de Santa María de los Reales Alcázares, una interesante mezcla de elementos musulmanes y románicos, gótico, mudéjar, renacentista, barroco y neogótico que revela todas sus etapas de construcción. Entretanto, Rodríguez se afana por ayudar a los visitantes a identificar los rasgos de cada estilo e incentivar su curiosidad. Incluso poniendo deberes imprescindibles como visitar El Hospital de Santiago, situado fuera de la zona monumental y obra también del desconocido Vandelvira.

“Creo que no se le ha dado la importancia que tiene porque en la época el artista se medía por la distancia a la que hacía sus trabajos y no tanto por sus innovaciones. Vandelvira, originario de Alcaraz, Albacete, entró a trabajar para la familia de los Cobos y la Iglesia en esta zona y nunca más se movió. De hecho, era considerado un picapedrero, más un maestro cantero que un arquitecto. Y me da rabia porque, precisamente en una época en la que los trabajos se hacían de forma muy manual, Vandelvira transforma la bóveda vaída de sección circular en una bóveda vaída de sección cuadrada que da lugar a un semicírculo y que es incluso más barata de hacer que la bóveda tradicional”. Su invento, conocido como bóveda de pañuelo por el efecto que dibuja, se observa en todo su esplendor en la catedral de Úbeda.

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Basílica de Santa María de los Reales Alcázares. | Foto: Heparina 1985 vía Wikipedia bajo Licencia CC.

La visita sigue en la Plaza del Ayuntamiento y el Palacio Vela de los Cobos, donde destacan sus innovadores balcones esquinados. Varios palacios nobiliarios salpican sus calles demostrando el poderío de la ciudad. Además, en la Calle Real la Taberna Calle Melancolía recuerda el origen de uno de sus ciudadanos más ilustres: Joaquín Sabina. Pero volvamos al Renacimiento.

Baeza, sede episcopal y capital religiosa

“Úbeda estaba ligada al poder civil a través de varias familias cercanas a la Corona, como los Molina o de la Cueva. En Baeza también está la familia Benavides, pero desde que se asienta la sede episcopal está más conectada con el poder religioso, relación que se afianza con la apertura de la universidad y el seminario”, introduce Rodríguez.

En Baeza el paseo la guía inicia el paseo en la Plaza de Santa María, como se adelantaba al inicio, conjunto monumental declarado Patrimonio de la Humanidad. Divide el espacio la Fuente de Santa María, colocada en 1564 durante el reinado de Felipe II y la primera en dar agua potable a la ciudad. De un lado, las Casas Consistoriales y el Seminario de San Felipe Neri, fundado en 1660 y hoy sede de la Universidad Internacional de Andalucía. Su fachada, repleta de vítores en rojo, da fe de su pasado y sirve para recordar a los estudiantes que obtuvieron el doctorado. Entre tantas siglas, uno brilla entre la multitud.

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Plaza de los leones en Baeza. | Foto: Santiago López Pastor vía Flickr bajo Licencia Creative Commons.

“Diego de los Cobos era primo de Francisco de los Cobos. Por ello decidió colocar junto a su vítor una corona que mostrara su cercanía al rey”, explica Rodríguez. Fue el primer ubetense en hacerlo y el último. Los de Baeza no tardaron en responder dibujándole vestido de obispo y haciendo sus necesidades en un orinal, también llamado bacín, apelativo con el que los baezanos se refieren a los ubetenses. Estos respondieron bautizando a sus vecinos como bambollas, esto es, fanfarrones.

Del otro lado de la plaza y erigida sobre la antigua mezquita se encuentra la Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza. En sus tres naves se mezclan dos estilos: el gótico, que se puede observar en las bóvedas de nervio, el rosetón y los arcos apuntados; y el renacentista, con arcos de medio punto añadidos por Vandelvira en el siglo XVI y sus características bóvedas de pañuelo.

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Al fondo, la universidad de Baeza. | Foto: Santiago López Pastor vía Flickr bajo Licencia Creative Commons.

A continuación, el edificio de la Antigua Universidad baezana, del siglo XVI, conserva el aula donde Antonio Machado impartió clase. En 1912, y tras perder a su joven esposa Leonor, de solo 18 años, en Soria, el escritor pidió el trasladó, cayendo en este instituto Baeza. Allí permaneció hasta 1919 y esta etapa está considerada como una de las más prolíficas del escritor, que dedicó a la ciudad estos versos: “Campo de Baeza, soñaré contigo cuando no te vea”.

La visita avanza hacia la Plaza de la Santa Cruz, donde encontramos dos joyas de la ciudad: la Iglesia románica de la Santa Cruz y el majestuoso palacio de Jabalquinto, del siglo XV. Para terminar, en la Plaza de los Leones, llamada así por la fuente íbera de su centro, cierran la visita las Carnicerías, la Audiencia Civil, el Arco de Villalar, colocado en 1522 para conmemorar la victoria de Carlos I sobre los Comuneros en Villalar; y la puerta de Jaén, originalmente situada en la muralla y trasladada en 1526 con motivo de la visita del emperador.

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La fuente de Santa María y la Catedral de Baeza. | Imagen vía andalucía.org

La travesía del Renacimiento

Hablando del viaje, a través de los siglos y del globo, del Renacimiento, en resumidas cuentas, un movimiento que rompe con el pasado medieval y el teocentrista para recuperar la tradición grecorromana y poner al ser humano en el centro, Rodríguez explica: “Los estilos nacen en una zona y una cronología concreta, pero fluyen y se transforman. El Renacimiento surgió en Italia a finales del siglo XIV, de hecho, se conocía como estilo a lo italiano, que es como lo denominaron los primeros teóricos del arte, y se va desarrollando en el Quattrocento y el Cinquecento. Porque siempre digo que hay un estilo más calmado y sosegado que después evoluciona y se llena de cantidad de elementos decorativos”, el llamado manierismo. Sobre su llegada a España a comienzos del siglo XVI, resume: “Casi cuando está muriendo en Italia, personajes como Diego de Siloé viajan allí y se dan cuenta de que a la nobleza le va a gustar. Y Francisco de los Cobos trae este estilo porque no se había dado”. De hecho, en nuestro país también se distingue una evolución entre el plateresco, el purismo y al herreriano. Por último, “Alonso de Barba, discípulo de Vandelvira, viaja a América. Y junto a otros arquitectos deja la impronta del Renacimiento de Jaén. De hecho, este es uno de los principales argumentos para incluir la Catedral de Jaén en el expediente de Ciudad Patrimonio”, añade sobre las conexiones que los expertos trazan con la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, las de Cuzco y Lima en Perú o la de Córdoba en Argentina.

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Antigua cárcel de Úbeda. | Imagen vía Wikipedia.

Aunque ahora Rodríguez vive y trabaja en la ciudad en la que nació, lo cierto es que visitaubedaybaeza.com nació como una forma de regresar a casa. “Yo estaba viviendo en Madrid y quería volver a mi tierra, sacar adelante un proyecto en Jaén. No había ningún historiador del arte que hiciera visitas guiadas, así que empecé con estas dos visitas y las catas de aceite”, que hoy realiza en el Centro de Interpretación Olivar y Aceite de Úbeda con profesionales que explican el maravilloso mundo de los aromas y sabores de los aceites de oliva vírgenes. No obstante, reconoce que el trabajo es muy duro y sobrevivir como autónoma muy complicado.

“Es una carrera de fondo. Y como empresaria y mujer, no se nos ayuda de ninguna forma. Es muy difícil compaginar mi vida personal con mi vida laboral. Y soy afortunada porque tengo mucha ayuda de la familia. Pero no tengo horarios, vivo para trabajar. A veces tengo que dejar de atender mis obligaciones como madre porque este trabajo es muy exigente”, explica Rodríguez, que ofrece visitas a particulares, pero también a asociaciones, colegios y diferentes organismos públicos. “Hay días de mucha frustración, pero sigo adelante porque es un trabajo que me apasiona”, concluye.

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