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Joe Abercrombie: "Después de la primera trilogía pensé que no habría otra, y aquí me tienes"

Hablamos con la superestrella de la novela fantástica sobre su proceso de escritura, la vida literaria y su nueva trilogía, que comienza con ‘Un poco de odio’

Joe Abercrombie: «Después de la primera trilogía pensé que no habría otra, y aquí me tienes»

Todos esperan a Joe Abercrombie: aquí y allá, en Madrid y en Barcelona, cientos de seguidores se arremolinan para estrecharle la mano, hacerse una foto, suplicarle una firma. Es difícil encontrar tanto fervor en un escritor que no pertenezca a la literatura fantástica y, sin embargo, esa popularidad no se traduce en prestigio —a menos que el prestigio sea otra cosa que las voces de los críticos—. A menudo se menosprecia la fantasía y se ignora en los premios importantes: ¿qué más tiene que hacer para considerarse, en el mejor de sus casos —en igualdad de condiciones—, literatura de primera? No parece importarle a Abercrombie, que bromea sobre cualquier cosa, sea la forma española de tomar el té, sea la severidad de los escritores serios. “Es fácil vestir esas americanas con coderas, es como si esa pomposidad diera una autoridad”, sonríe. “Pero no creo que la apariencia sea tan importante; creo que puedes tomarte el trabajo muy en serio y no tomarte a ti mismo muy en serio”.

Esa sonrisa no abandona a Abercrombie, que no ha parado de conceder entrevistas, que apenas intuye cuántos actos le quedan por delante. Si desconoces el género, tal vez te llame la atención: nunca escuchaste su nombre. Ahora busca en los escaparates de las librerías o en los estantes de más vendidos: ahí encontrarás siempre sus títulos. Abercrombie nació en Lancaster hace 45 años, ha vendido millones de ejemplares y acaba de regresar con Un poco de odio (Alianza Editorial), que lo devuelve al ruedo mediático, a una nueva trilogía y al viejo escenario que hospedó a sus primeras historias: un mundo que comenzó hace 14 años con La voz de las espadas y continuó con Antes de que los cuelguen y El último argumento de los reyes.

Cubierta de ‘Un poco de odio’, de Joe Abercrombie. | Fuente: Alianza

¿Sentiste presión para volver al mundo de la primera ley?

Sí, en cierto modo. Uno siente que la gente quiere más de lo que le gusta, aunque no siempre sepa lo que quiere. A menudo quiere que sea lo mismo, pero más grande, más intenso, algo distinto. Hay una delgada línea entre dar a la gente algo parecido a lo que le gustó y conseguir que uno mismo se sienta motivado, no cansarse de hacer siempre lo mismo. Un lector se puede leer todos mis libros en un mes, pero para mí son diez años de trabajo.

¿Has llegado a tantear otros géneros?

Podría escribir una novela romántica, pero ¿quién iba a comprarla? Es verdad que puedes tocar distintos géneros en la fantasía, puedes comenzar contando una historia de gánsteres y avanzar hacia un western. Pero uno siempre vuelve a esos imperativos comerciales que sabe que funcionan. Está eso de hacer lo que sabes que haces bien. También la editorial, que quiere que vendas libros a la gente que compra tus libros. Parte de mi problema con escribir algo completamente distinto es la duda de cómo van a reaccionar los lectores. Siempre estará la posibilidad de escribir con otro nombre, pero de entrada tendría que aceptar que vendiera mucho menos. Es difícil aceptar eso.

Tienes mucho contacto con  los lectores, hasta una web donde auditas tu trabajo.

Vivimos en una época en la que se espera que todos estemos bajo la mirada del público. Hay algún autor que todavía se sale con la suya y crea esa figura misteriosa que nunca sale a la luz. A veces el público se sorprende cuando eres cercano. Cuando comencé a ser escritor, Internet había empezado a ser grande. Los blogs comenzaban a ser la primera vía de los escritores para contactar con los lectores. Entendí que tenía que estar ahí, pensé en cómo podía dirigirme a la gente, decidí que tenía que ser honesto. Me di cuenta de que una de las partes de la experiencia de escribir es responder ante las críticas y las reseñas. Como escritor, uno siempre quiere mejorar, y parte de ese proceso radica en leer las opiniones de los demás. Unas veces te encuentras a gente que odia tu libro por los mismos motivos por los que otros lo aman. Otras veces te llegan críticas que te hacen ver que tienen razón, que puedo hacerlo mejor, que puedo estructurar la historia de otro modo.

Es innegable que ese misterio tiene su encanto, ese aire de Pynchon, pero ¿es posible que esa apertura de fronteras esté acercando a los lectores?

¡Pynchon tiene un éxito razonable también! [Ríe] En realidad no hay una fórmula única y a cada uno le funciona una cosa. Luego está el hecho de que los escritores no tienen por qué ser seres muy sociables a los que se les de bien salir de casa y hacer entrevistas y presentaciones. Por naturaleza, un escritor es un tipo que se encierra a solas en una habitación con la mirada pegada a la pantalla. Es normal que muchos no se sientan cómodos en redes sociales. Pero para mí sí lo es, además de más o menos útil. Creo que cada uno debe encontrar su propio tono. Aunque también creo que tuve suerte de que me publicaran cuando me publicaron, ahora hay más ojos mirándote y todo se ha hecho más quisquilloso y las consecuencias si cometes algún error son terribles, pueden ser muy desagradables. Si ahora llega alguien con un título y le responden con una avalancha de críticas, es probable que no levante cabeza.

¿Cuánto te cuesta escribir cada libro?

Un montón, también depende. Si estás escribiendo una trilogía, lo que ya he hecho un par de veces, el primer libro te ocupa todo el tiempo. Un poco de odio me llevó un par de años. Los otros dos, que están en borrador, unos seis meses. Los borradores, digo. Cuando los estaba escribiendo, lo hacía a un ritmo de 12.000 ó 15.000 palabras a la semana. Eso es bastante rápido para mí. Pero lo que ocurre con la escritura es que puedes sentarte y estar a tope y que te vengan 3.000 palabras de golpe y, entonces, te preguntes: “¿Qué se puede salvar de aquí?”. Cuando tienes el primer borrador, ahí empieza todo. Yo soy, sobre todo, un editor. Puedo tardar seis meses en escribir y otros seis en revisar y editar. También piensa que, cuando llegas al último libro de una trilogía, ya has hecho todo el trabajo previo: conocer a los personajes, lo que son, tener el tono. Se vuelve más instintivo.

Normalmente los borradores no son maravillas literarias, ¿cuál es tu mayor miedo cuando los revisas?

Eso es sencillo: ¿será una mierda?, ¿cómo de malo es?, ¿alguien querrá comprar este libro? Claro, hay momentos en que no te sientes seguro, no sabes hacia dónde vas, piensas que es un desastre, que los personajes no funcionan; quieres tirarlo a la basura y comenzar de cero. Lo que he aprendido es que hay que seguir, que hay ocasiones en que te puedes poner muy negativo y pensar que lo que escribes es muy malo. Pero, a fin y de cuentas, es mejor haber escrito un montón de mierda que nada. Al día siguiente puede que encuentres algunos cacahuetes en ese montón de mierda. Hay una metáfora de Miguel Ángel que me gusta mucho. ¿Cómo hizo el David? Empezó con una piedra, luego le quitó lo que sobraba.

Joe Abercrombie, la última estrella de la literatura fantástica 1
Joe Abercrombie, en la Gran Vía madrileña. | Foto: Benedicto Moya | Anaya

No es fácil convivir con un escritor durante el proceso.

Ya sabes, los escritores solemos ser encantadores [Ríe]. Creo que tiene que ver con el hecho de que, para ser escritor, tienes que ser enormemente arrogante, tiene que parecer evidente que otras personas van a querer leer lo que tú tienes que contar. Es una intensa obsesión con uno mismo. Pero, al mismo tiempo, si es eso todo lo que tienes, te conviertes en un ser absolutamente aburrido y complaciente y poco interesante. Así que necesitas, al mismo tiempo, esa voz que te dice que eres desagradable y patético. Ese toma y daca, por así decirlo, es lo que te mantiene en marcha. No es fácil vivir con ello, ni lo más recomendable para una pareja o un amigo. Tengo mis momentos de neurosis, pero menos de los que solía tener. He aceptado que puede ser un proceso difícil, que habrá momentos malos en los que quiera tirar todo por la borda. Lo importante es saber que, a veces, te vas a sentir mal. Aceptarlo es media batalla. Saber que tal vez hoy haya sido un mal día, pero que mañana seguiré.

No pensarlo dos veces.

Claro. Además, si tienes cierto éxito, sabes que los lectores, sobre todo en el mundo fantástico, te pueden perdonar un mal libro. No sería el fin del mundo.

¿Consigues mantener la misma pasión que cuando comenzaste a publicar?

No hay nada parecido a ver tu primer libro publicado o firmar tu primer contrato. Nunca consigues que esa sensación vuelva. Cuando empiezas a escribir, es una afición: algo que haces más por entretenerte que por publicar. Estás interesado en lo que puedes hacer. Pero, cuando se convierte en tu trabajo, deja de ser divertido —me refiero en la manera en que lo era antes—. Todavía puedes disfrutar escribiendo una gran escena o descubriendo que los personajes funcionan. Pero, cuando pasa a ser tu trabajo, puede ser anodino, puede disminuir la inspiración. Aunque es verdad que también se vuelve más sencillo. Tener cierto éxito y haber vendido tantos libros ayuda mucho porque piensas que, en fin, hay una audiencia y unos lectores y no te preocupa llamar a la puerta y que no haya nadie al otro lado. No me puedo quejar.

¿Y te ves escribiendo dentro de 20 años?

Eso espero. Pero no sé si escribiendo sobre lo mismo. Después de la primera trilogía pensé que no habría otra, y aquí me tienes. Nunca sabes por dónde te va a llevar una carrera literaria. Y está bien que sea así: lo contrario sería terrorífico.

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