23 de abril: ¿De qué tipo era la locura de Don Quijote?
Don Quijote un hombre de unos 50 años con síntomas de anorexia e insomnio, cuyas actitudes podrían derivarse de un deterioro cognitivo
De entre todos los alienados de las obras cervantinas destaca con preeminencia la figura de Don Quijote, cuyo trastorno mental, engranaje fundamental de la novela, ha sido motivo de múltiples estudios desde el siglo XIX. Decía Pedro Laín Entralgo que “muchos y muy diversos entre sí… han sido los curiosos que han tratado de visitar a Don Quijote para preguntarle realmente lo que es, según lo que de él nos dice su creador”. Pero, la aproximación médica más habitual atiende al examen clínico de la locura del hidalgo Alonso Quijano, quien ha sido diagnosticado en cada momento según los saberes de la ciencia médica.
Entre los primeros médicos que escribieron sobre la locura de Don Quijote destacan el célebre Philippe Pinel, uno de los fundadores de la “psiquiatría científica”, quien, en 1801, recurre a Don Quijote para hacer una “descripción admirable de la monomanía”, caracterizada por el desarrollo de ideas delirantes y obsesivas, y su discípulo Jean Etienne Esquirol, quien estableció para Alonso Quijano el diagnóstico de “folie raisonnante”, un subtipo de manía sin déficit intelectual.
Entre los españoles decimonónicos cabe mencionar a Antonio Hernández Morejón, quien en su trabajo “Bellezas de medicina práctica descubiertas en el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”, publicado en 1836, presentaba una historia clínica completa de Don Quijote, al cual describía como colérico y melancólico.
Deterioro cognitivo de un hombre de edad avanzada
El examen clínico psiquiátrico de Don Quijote muestra a un hombre de edad avanzada, de unos 50 años, con síntomas de anorexia e insomnio, cuyas actitudes podrían derivarse de un deterioro cognitivo, y con manifestaciones recurrentes de alucinaciones visuales.
Sobre la base de este cortejo sintomatológico, la mayor parte de sus patobiógrafos han coincidido, al menos en fases iniciales, en el diagnóstico de la monomanía, para algunos con tintes de engrandecimiento y erotomanía, que evoluciona, con el tiempo, hacia un cuadro de paranoia.
En el marco de las celebraciones del III centenario de la publicación de El Quijote, el médico y literato aragonés Ricardo Royo Villanova, basándose en los postulados de Emil Kraepelin sobre este último trastorno, aportó su visión sobre la historia clínica del personaje cervantino, estableciendo el diagnóstico de: “… paranoia crónica o delirio sistematizado o parcial de tipo expansivo, forma megalómana y variedad filantrópica”.
En 1932, José Goyanes Capdevila, siguiendo las teorías psicosomáticas de Ernst Kretschmer, publicó su obra “Tipología del Quijote. Ensayo sobre la estructura psicosomática de los personajes de la novela”, y diagnosticó el trastorno de Don Quijote como delirio de interpretación o paranoia. Del mismo modo, el comportamiento erótico del caballero es interpretado como resultado de un fenómeno de represión sexual.
Con el advenimiento de los criterios diagnósticos actuales, si nos decantamos por el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”, la locura de Alonso Quijano podría encuadrarse dentro de los criterios diagnósticos de los “trastornos delirantes”, o bien, si se opta por la Clasificación Internacional de Enfermedades, dentro de los “trastornos por ideas delirantes persistentes”.
Delirios de grandeza
Otros autores plantean un diagnóstico diferencial entre tres categorías nosológicas: la manía delirante, la parafrenia fantástica y la psicosis pasional. Entre todos estos criterios diagnósticos, destacan, sin lugar a dudas, las ideas delirantes de Don Quijote; éstas son, principalmente, de grandeza, aunque en conjunción minoritaria con ideas de persecución (el recurso a los “encantadores” siempre está presente), de defensa o de casto erotismo.
La aceptación de estas ideas delirantes y de grandeza por parte de Sancho Panza, hace posible extender el trastorno mental del hidalgo a su escudero, en un cuadro de “folie à deux”: “Con tanto ahínco afirmaba Don Quijote que eran ejércitos dos rebaños de ovejas, que Sancho lo vino a creer”.
En una reciente aproximación al estudio de la locura en la genial obra cervantina, Alonso-Fernández afirma que “El Quijote es una novela psicopatológica, protagonizada por un enfermo mental”, situando el cuadro patológico de Quijano dentro de los criterios diagnósticos del trastorno bipolar. Prueba de ello sería la lectura compulsiva de libros de caballería. Otros autores no muestran la misma contundencia diagnóstica y se posicionan más a favor de un cuadro hipomaníaco, que explicaría la tendencia a desprenderse de las propiedades y a realizar grandes gastos económicos.
Trastornos afectivos
Los trastornos afectivos también se pueden apreciar a lo largo de toda la trayectoria quijotesca de Alonso Quijano. Baste, como botón de muestra, el tinte melancólico que se insufló el propio hidalgo manchego al autodenominarse “Caballero de la Triste Figura”. Este trastorno parece cobrar más intensidad en los últimos momentos de su vida. De hecho, el médico rural que le atiende, con su saber científico, y su compañero Sancho, con su saber popular, atribuyen a la melancolía el deterioro físico de Don Quijote y, posiblemente, la causa de su muerte. Dice textualmente el hidalgo en su lecho mortal: “… ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”.
Finalmente, otro grupo de autores descartan la patología psiquiátrica y se inclinan por un trastorno neurológico. Así, Alonso Quijano no sería sino un individuo con una demencia con cuerpos de Lewy, variante de la enfermedad de Alzheimer, caracterizada por un deterioro cognitivo progresivo, oscilaciones de la capacidad cognitiva, alucinaciones visuales recurrentes e ilusiones sistematizadas.
No obstante, otros estudiosos de la biopatología quijotesca, descartan este diagnóstico, en tanto que en Don Quijote no son evidentes signos de decaimiento intelectual (atención, memoria, capacidad de abstracción, etc.), sino todo lo contrario: lenguaje florido, elocuentes reflexiones, acertados juicios, etc.
Sin embargo, la percepción de la locura de Don Quijote no está exenta de críticas, existiendo autores que han querido ignorarla, hablando de un mitómano histérico, o incluso de un personaje reiteradamente sometido a posesión demoníaca, mediante hábiles encantadores. Para otros, la acepción “loco” podría significar, en el contexto cervantino, algo completamente diferente a lo que en la actualidad se entiende por enfermo psiquiátrico.
Un emprendedor de vida alocada
Esta es la tesis defendida por el filólogo e historiador Américo Castro, para quien Alonso Quijano se encuentra muy lejos de ser un alienado, sino más bien todo lo contrario; se trataría de un emprendedor ilusionado que vive la vida de forma “alocada”.
En esta postura se manifiestan también algunos destacados literatos, como Gonzalo Torrente Ballester, para quien la locura de Don Quijote es únicamente un artificio literario de su autor para poder ejercer, desde los actos, pensamientos, comentarios e interpretaciones de un pobre orate, una agudísima y sagaz crítica de la sociedad en que le tocó vivir. En El Quijote predominaría la exaltación de la locura como una fuente poderosa de vitalidad, y Cervantes jugaría con un doble sentido de esta acepción. Así, no se sabe bien si Don Quijote es un cuerdo que hace locuras, o un loco con momentos de lucidez.
A modo de conclusión sobre la locura de Don Quijote, podemos retomar las palabras de Juan José López Ibor, pronunciadas en el discurso de apertura del IV Congreso Mundial de Psiquiatría, celebrado en Madrid en 1966:
“Sobre Don Quijote han llovido los diagnósticos psiquiátricos… Pero «él» se ha mantenido rebelde a cualquier etiqueta nosológica. Algo hay en Don Quijote que quisiera subrayar. Era loco, pero al mismo tiempo cuerdo… Ahí se ve la genialidad de Cervantes. No se trata de que Don Quijote fuese loco y Sancho cuerdo, sino de que en cada uno de ellos había locura y cordura, aunque en dosis y modos desiguales… No existe el loco absoluto. No existe el cuerdo absoluto. Así es el hombre que hace de la vida una aventura abierta entre el mundo de la realidad y el de la posibilidad. Por eso avanza, por eso el hombre es capaz de hacer historia”.
Locura y cordura, como engranaje perfecto, se unen estrechamente en el universo cervantino, siendo muchas veces imposible delimitar a ciencia cierta sus límites. El propio Cervantes lo dice:
“De ese modo, no es cordura / querer curar la pasión / cuando los remedios son / muerte, mudanza y locura”.
Incluso, en un paso más allá, y siguiendo a Miguel de Unamuno, podemos concluir “¿Que Don Quijote está loco? Bien, ¿y qué?”.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.