Sheila Blanco: la compositora que canta a Rosalía de Castro y Beethoven
Decía François Poulain de la Barre que «todo lo escrito sobre las mujeres por los hombres debe ser sometido a sospecha, ya que son a la vez juez y parte». Por ello, Sheila apela a un cambio en el modelo de explicar la historia
Inspira. Un aroma característico. Sentir el tiempo. Recorrerlo hasta las entrañas con el tacto. El papel, tosco. La cubierta, de tapa dura, recuerda a días pasados. Pasar las páginas. Pensar en quién lo habría leído y las distintas manos que han transitado por los párrafos.
O, quizás, nunca se vendieron hasta ahora. ¿A qué huelen los libros pasados? Para Sheila Blanco (Salamanca, 1982), los ejemplares antiguos de las poetas del 27 irradian emoción y frustración a partes iguales. «Es mentira decir que la Generación del 27 ha estado conformada por hombres. Nos han tendido una historia como completa y está fragmentada. No nos han contado que falta gente ahí». La compositora, inspirada por los trabajos de Tània Balló y a su marca de Las sinsombrero: Sin ellas, la historia no está completa, se propuso musicalizar los poemas de aquellas literatas silenciadas en los años veinte del siglo pasado, pues es fundamental «el hecho de saber cómo escribían y sentían los poemas desde el punto de vista de una mujer».
Cuando comenzó el proyecto Cantando a las poetas del 27 –en el que pretende dar a conocer y homenajear a aquellas autoras borradas de la generación literaria en la que se las encuadra– recopiló poemarios y biografías de cada autora. Se empapó de su vida, de su anhelo de libertad. De su esencia costumbrista, creatividad y preparación académica. Aun así, con sus dificultades a la hora de publicar una obra, «los temas sugerentes en su poesía no trataban de la opresión», cuenta a este medio.
Letras enterradas. Ensombrecidas. Como relata Rosalía de Castro en el poema Negra Sombra, «el ‘negra sombra quema asombra’ de la poeta es un claro reflejo de la invisibilidad de estas mujeres. El asombrar gallego no tiene el mismo significado en español, que es que algo te sorprenda. Significa dar sombra, no dejar que allí crezca nada. Estar ensombrecido». Algo análogo que les sucedió a estas poetas. Silenciadas y relegadas en una época en la que veían a sus compañeros ir a votar. «Rosalía de Castro fue una de las pocas literatas que tuvieron como referente femenino. Por eso la incluí en este trabajo musical».
«La cultura es un bien de primera necesidad»
Hace 11 años, Sheila cambió el rumbo de su profesión. Del periodismo decide volcarse de lleno al canto y la composición, mientras continúa estudiando. Un camino arduo, «empezando desde abajo. Tocando en salas y sin poder cobrar la cuota de autónoma». La estabilidad económica para los profesionales del mundo de la Cultura es acuciante, más ahora que en estos meses las salas de conciertos, museos o teatros han colgado el cartel de cerrado. «La responsabilidad máxima de ayudar al sector recae en las instituciones y en el Gobierno, claro. La Cultura es un bien de primera necesidad. Hay que empezar a valorar lo que cuesta un concierto. Hay profesiones en las que a nadie se le ocurriría pedir un trabajo gratis. Pero a los músicos, sí».
Sheila Blanco no solo canta al mundo de las letras, también recita biografías de grandes músicos de la historia. Suena la Sinfonía nº 5 en do menor de Beethoven y la compositora canta versos como «además me quedé solo pues me dieron calabazas» o «aquello siempre fue un infierno» en un crescendo. En una duración de casi un minuto y medio resume la vida del compositor alemán. La misma dinámica que en los demás bioclassics de virtuosos como Mozart, Händel o Bach, entre otros. En concreto, la composición biográfica de este último fue la primera estrenada en el programa radiofónico La Ventana, de la Cadena SER. «Se me ocurrió tras escuchar cantar a la cantante israelí, Noa, la Badinerie de Bach. Ella ha versionado la pieza al jazz, con el nombre No baby».
El primer propósito a la hora de dar a conocer la vida y obra de un compositor de música clásica, para la salmantina, no era –ni mucho menos– que las piezas se convirtieran en virales. Pero así fue. Y, entonces, la pandemia asoló el globo. Los profesores de primaria y secundaria tuvieron que adaptarse a las nuevas tecnologías. Al ritmo frenético en la que ahora se consume la información. «La gente ha visto una vuelta de tuerca, un despertar. Con un material tan bueno, como es la música clásica que está a disposición de todos, se ha lanzado de una manera más atractiva y digerible. Me han llegado a decir: ‘Bad Bunny, prepárate’».
P: ¿Piensas que la asignatura de música clásica se valora poco en el sistema educativo?
R: Desgraciadamente sí. No se las cuida ni se las enseña con motivación. Conceptos clave para la educación. La música clásica siempre ha tenido ese prejuicio de algo antiguo que tienes que entender para escucharla. Como una cosa muy intelectual y para unos pocos. Algo que no es cierto. La música clásica es un legado que está ahí y que la puedes escuchar si eres una persona.
P: ¿Cómo debería divulgarse, entonces, este género musical?
R: La música clásica es la esencia humana de cómo alguien necesitaba expresarse. Así es como nace la música. Cualquier persona que tenga el sentido del oído puede encontrar en la música clásica un abanico enorme de sensibilidad. No hace falta saber quien era el compositor, ni entender el género, aunque si se sabe enriquece al conjunto. Yo te cuento la vida de Beethoven pero no de una manera sibarita. Te lo hago accesible, al igual que las propias piezas musicales, que están en cualquier plataforma.
Blanco comenta que ha compuesto 7 bioclassics, que los distancia en el tiempo para asimilarlos y que pretende incluir a mujeres compositoras. De nuevo, silenciadas por el paso de los siglos y ocultadas tras esposos, padres o hermanos. Clara Schumann, mujer de Brahms y la de Wagner, Cósima, son algunas de una larga lista incompleta. «Es mucho más difícil conseguir sus obras y aparte no son tan conocidas, pero es importante que la sociedad sepa que existieron».
En pleno siglo veintiuno se sigue dudando del talento musical de las mujeres. El pasado mes de enero, las madrileñas Cariño fueron confirmadas para el festival Coachella. A las pocas horas, las redes sociales criticaron, juzgaron y dieron argumentos en contra del grupo femenino. «Todo el tiempo las mujeres tienen que estar demostrando que son mejores que los mejores. Ya no igual de bueno que un hombre, sino mejor». Una situación que la música ha tenido que soportar en varias ocasiones. «Por suerte existe el término de la sororidad», añade.
Decía François Poulain de la Barre que «todo lo escrito sobre las mujeres por los hombres debe ser sometido a sospecha, ya que son a la vez juez y parte». Por ello, Sheila apela a un cambio en el modelo de explicar la historia: «Se tiene que explicar el porqué de la falta de mujeres. Si quieres enseñar de una manera igualitaria a un niño tienes que explicarle por qué en el siglo XII apenas existían mujeres en el mundo de la literatura o la música». Solo así la sociedad comprenderá que la otra mitad de la humanidad ha formado parte –en un segundo plano– del relato histórico.