Miguel Ángel Uriondo: «El ciudadano tiene que dejar de apoyar a quien le miente, y eso implica dejar de entrar en medios que le están tangando constantemente»
«No podemos insistir una y otra vez en la épica del periodismo y en los mitos del cuarto poder, y luego pretender que no vendan su producto». Conversamos con el autor de ‘Cómo evitar que tus hijos estudien periodismo’.
Lo primero que comenta siempre el autor de Cómo evitar que tus hijos estudien periodismo es que el suyo no es un libro para periodistas. Miguel Ángel Uriondo, quien hoy día trabaja como director corporativo de comunicación de Globalia, acaba de publicar un entretenido manual dirigido a toda esa gente que se está preparando para estudiar esa carrera en la que él mismo decidió matricularse allá por 1995. Y, además, se ha tirado a la piscina autopublicándolo. “Sólo le propuse el libro a un editor amiguete”, explica Uriondo sobre esta decisión. “Me dijo que los jóvenes no leen libros y que los periodistas siempre quieren que se los regalen. Así que mi público objetivo no era muy grande. Y como yo pido consejos a gente que sabe para hacerles caso, decidí que no tenía sentido decepcionar a nadie con un producto de nicho y que era mejor autopublicar”.
¿Qué ventajas le has encontrado a esto de la autopublicación?
Control total sobre el producto —lo que también es una desventaja porque no tengo a nadie a quien culpar por las erratas— y mucha más rentabilidad. En tres días voy a ganarle algo menos de trescientos euros vendiendo algo menos de cien ejemplares, entre tapa blanda y ebook. Para ganar trescientos euros con los royalties de una editorial tienes que vender 1.300 libros. Si el libro es pequeño, las cuentas salen. Dicho esto, me escribió un escritor bastante bueno y me dijo que él en tres años no había llegado a los ciento treinta euros con su novela. Esto no es ninguna panacea.
¿Qué te resultó a ti más tedioso, empezar currando como periodista de una agencia de noticias [Uriondo trabajó como redactor de Europa Press durante seis años] o cursar las distintas materias de la carrera de Ciencias de la Información?
Tuve muy mala suerte, la verdad. Fui la primera generación del plan nuevo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense y teníamos unas jornadas interminables y muchas asignaturas en las que se repetían una y otra vez los contenidos. La agencia de noticias fue todo lo contrario que tedioso, fue una gozada, y descubrir las bases del oficio del que me iba a enamorar.
¿Y cuáles son para ti las bases del buen periodismo?
Eso es lo más sencillo de todo. Intentar contar la verdad. En la palabra ‘intentar’ está el concepto de ‘veracidad’ frente al de ‘verdad’. La verdad es el objetivo platónico y la veracidad, la sombra de la caverna a la que podemos aspirar. En el libro hablo del nuevo debate que ha surgido en EEUU entre los conceptos de ‘objetividad’ y ‘claridad moral’, pero es sólo una negociación sobre cómo contar mejor la verdad.
La sociedad está cada vez más polarizada. ¿No tienes la sensación de que hemos llegado a un punto en que a la mayoría de los lectores de prensa le importa poco que le cuenten verdades o mentiras?
Tal cual. Hay un concepto interesante que menciono y tiene que ver con la dramatización del proceso informativo. Todo forma parte de una narrativa superior en la que hay ‘buenos’ y ‘malos’, y los medios simplemente refuerzan las posturas de unos y otros. Soy de los que piensa que los medios, en pro de esa ‘claridad moral’, y ante las limitaciones de la objetividad pura, están jugando a eso. Últimamente pienso que la gente piensa en los medios en términos de alineamiento de rol. Para un progresista, Trump sería ‘caótico malvado’. Y de ahí toda la gama, desde ‘Legal bueno’. Curiosamente, uno de los creadores de Dungeons & Dragons (D&D), Gary Gygax, creía que el mejor alineamiento, desde el punto de vista moral, era el ‘Neutral bueno’. Quizá los periodistas tengamos que ir en esa dirección. Yo lo intenté.
Parece evidente que a ciertos comunicadores de este país les funcionan bien el cinismo y la difusión de falsedades a sabiendas… ¿Debería estar penado difundir noticias falsas en internet?
En España se regula de forma excelente, desde el punto de vista intelectual, dónde está el límite. Y está en la veracidad, en el hecho de que el periodista se haya esforzado en contar la verdad. Es cierto que las fronteras están difusas, y que hoy hay mecanismos de fake news extremadamente sutiles. ¿Qué pasa si en la portada pones un titular, pero no es el mismo que el de la noticia? ¿Qué sucede cuando el texto de la URL implica cosas que en el titular no aparecen? Ahí la Justicia tiene un problema, y es que todo es muy complicado. Pero recuerdo muy bien una conversación con Bill Dutton en la que me alertaba del riesgo de acabar con las fake news atacando nuestra libertad de expresión. Sería peor el remedio que la enfermedad. Creo que es un debate en el que tienen mucho que ver los propios lectores, que ejercen su responsabilidad de muchas formas pequeñas. Apoyando a determinados medios y, por encima de todo, decidiendo dónde entran y dónde no. El ciudadano tiene que dejar de apoyar a quien le miente. Y eso implica dejar de entrar en medios que le están tangando constantemente. Pero ojo, que no es un debate ideológico, que lo veo en un sentido y en el otro. Y todos están convencidos de que son los buenos. Los que van a acabar con el comunismo y con el fascismo. Las peores cosas que hemos hecho los humanos se han debido a personas que querían hacer ‘el bien’.
Cambiando un poco de tercio, ¿crees que los medios de información digitales de pago son el futuro?
En España vivimos una excepción sorprendente. Estábamos regalando un producto muy valioso. Que aquellos que vendan el mejor producto tengan la capacidad de cobrar por él es razonable. No podemos insistir una y otra vez en la épica del periodismo y en los mitos del cuarto poder, y luego pretender que no vendan su producto. Oiga, los tres primeros poderes cobran por su trabajo. Pedro J. Ramírez llevaba años diciendo que teníamos todos que dar este paso, y parece que ahora estamos ahí. Es frustrante por los muros porosos y la sensación de que lo quieres todo. Pero, oye, si lo quieres es porque lo vale.
Escuché que tu presentador favorito no es un juntaletras, sino el comediante John Oliver. ¿Qué periodista español se acercaría más a tu ideal de lo que es (o debería ser) un buen reportero?
Ojalá tuviésemos un John Oliver en España. Sería muy necesario. En EEUU tienes a gente como él, o como Trevor Noah, que no es periodista (imprescindible su libro Born a Crime, sobre su infancia en Sudáfrica), haciendo reflexiones esenciales sobre lo que está pasando. Han ocupado un poco el lugar del anchor tradicional. Que un humorista sea el Murrow de nuestro tiempo es preocupante. Creo que en España la figura más solvente, capaz de atraer perfiles de todo tipo con muchísima inteligencia, es Carlos Alsina. Pero falta alguien así en la tele. O en Youtube. Y ojo, que Vicente Vallés entra fuerte y Risto entendió que ahí había un hueco, pero sigo creyendo que hay margen para algo más. Estoy seguro de que cuando pase nos pillará a todos por sorpresa. Me gustaría, eso sí, que fuese una mujer. Una Jacinda Ardern de los medios. Estaría bien.
Dejaste el periodismo (tras muchos años dedicándote a él) y te pasaste a la comunicación. ¿Qué es para ti lo mejor que tiene el dedicarse a esto último?
La comunicación tiene una ventaja esencial sobre el periodismo, y es que me levanto y me acuesto con el mismo objeto de atención todos los días. Lo maravilloso del periodismo es lo más agotador, y es que nunca te detienes y que siempre hay algo nuevo. Si te dedicabas al mundo de las empresas, como yo, tienes que cubrir todos los segmentos económicos, a todos los directivos, cada presentación de resultados… Lo mejor de esta nueva etapa es que puedo poner el foco en una sola empresa y dedicarme a conocerla de arriba a abajo. Nunca tuve miedo a volar, pero desde que trabajo en Globalia y Air Europa, tengo menos que nunca. Porque sé el enorme talento de la gente que trabaja ahí y aprendo de aviones todos los días. Hablas con la gente de atención al cliente, que se han dejado los cuernos en esta crisis, con la gente de ciberseguridad, con quienes llevan el día a día de la empresa… Es fascinante.
No puedo terminar esta entrevista sin preguntarte cómo evitarías tú que alguno de tus retoños estudiase periodismo en un futuro…
Uno de los capítulos se titula ‘¿Es obligatorio casarse con un periodista?’. Yo no lo hice, mi mujer es ingeniera. Cuando mis hijos vean cómo funcionan un mundo y el otro, todos con sus ventajas e inconvenientes, al menos sacarán sus propias conclusiones. Es importante que el título del libro sea un poco tramposo. Porque el subtítulo es ‘Si se empeñan, deja que se matriculen’. Si mis hijos quieren estudiar periodismo, les obligaré a leer este libro. No para desalentarles, sino para que nunca puedan decir que les engañé. Y eso vale para todos. Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate, dice la inscripción que encuentra Dante antes de entrar en el infierno. Pero al final del libro termina en el paraíso. Las advertencias están bien, pero rara vez disuaden a quienes sienten una vocación auténtica.
Tuviste hijos y has escrito un libro. ¿Para cuándo plantarás un árbol?
Ya plantamos un madroño en Asturias. Muy simbólico, como ves. Dicen que el cuarto objetivo vital hoy en día es la maratón. Pero como no trabajo en Telefónica, creo que me planto en la San Silvestre…