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Cultura

¡Ay, campaneras! Copla feminista y subversiva para reconstruir nuestra memoria

Con su podcast, Lidia García, está logrando captar la atención de un público que, de otro modo, difícilmente se hubiera acercado a Rocío Jurado, Miguel de Molina o Juanita Reina

¡Ay, campaneras! Copla feminista y subversiva para reconstruir nuestra memoria

Lidia García | Cedida por la entrevistada

Lidia García es la autora de este podcast que, desde una mirada contemporánea, revisita la música que escuchaban nuestras abuelas para descubrir a su público milenial que Rocío Jurado, Carmen Sevilla o Juanita Reina ya cantaban las opresiones que sufrían las mujeres de clase obrera, desde los malos tratos al trabajo del hogar, además de la maternidad o la diversidad sexual, en coplas, cuplés y zarzuelas.

A punto de cumplir 20 entregas, el podcast ¡Ay, campaneras! se ha convertido en un referente capaz de convertir la música que escuchaban nuestras abuelas en trending topic. Y Lidia García (Montealegre del Castillo, 1989), su autora, en la voz millennial de la copla, el cuplé y la zarzuela. Ella responde al grandilocuente título quitándose importancia con una sonora carcajada. Pero reconoce que su proyecto, nacido durante el confinamiento, está logrando captar la atención de un público que, de otro modo, difícilmente se hubiera acercado a Rocío Jurado, Miguel de Molina o Juanita Reina. Menos aún, hubiera pensado que sus truculentas canciones, llenas de lirismo y drama, podían hablar de las opresiones que sufren las mujeres de clase obrera, de sororidad, de maternidad o de diversidad sexual, hasta el punto de proponer otros mundos posibles.

“Supongo que es bastante típico, incluso para mi generación, esa idea de la copla, el cuplé o la zarzuela como la música que cantaban las madres y las abuelas mientras hacían las tareas del hogar”, dice García sobre la banda sonora del barrer y el fregar, la melodía de la ropa recién tendía, la sinfonía de los cuidados, el ritmo de las labores invisibles que sostenían y sostienen el mundo, tal y como explica en la descripción del podcast. “Era una presencia en nuestra memoria colectiva que siempre había estado allí y que me llamaba la atención porque, desde lo intelectual, parecía algo difícil de abordar”, cuenta esta licenciada en Humanidades e investigadora predoctoral FPU en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia cuya tesis trata sobre estética kitsch, imaginario cañí y género en la cultura visual digital.

“Yo empecé a pensar o estructurar cierto discurso por la sorpresa que generaba que yo escuchara esta música. Parecía que había una inadecuación entre mi activismo político, LGTB y feminista, y esa música, y me veía como en la postura de tener que justificarme de alguna manera”, lo que ha hecho primero en Twitter, a través de su cuenta The Queer Cañí Bot, y ahora en este podcast donde realmente puede explayarse. Y hablar de la copla como estrategia de resistencia y supervivencia en plena pandemia global o como refugio para lesbianas y bisexuales que encontraron en este género historias que, entre susurros, hablaban de su amor. De esas folclóricas de origen humilde que gracias a su éxito vivían libres y, en cierto modo, ajenas a las convenciones sociales. De cómo saltaron a la fama en los mismos concursos de talentos que hoy siguen insistiendo en que, si te esfuerzas lo suficiente, tú también puedes triunfar. Y de cómo la miseria impregna todos estos relatos y muchos amores desgraciados.

“Es más difícil estructurar un discurso desde lo interseccional porque la realidad siempre es más complicada que los relatos que intentamos disponerle. En la copla, cuando analizas las historias, la cuestión de género quizá sea más vistosa al estar cantadas por mujeres y centradas en retratar el amor romántico como institución opresiva contra la mujer, pero es que a la vez que narra eso, está contando historias de clase todo el tiempo”, señala García en este sentido. Y pone un ejemplo: “Si no fuera pobre, ¿María de la O se tendría que casar con un hombre que no quiere? Por supuesto que no”. De hecho, esos matrimonios eran descritos en pleno Franquismo como cárceles para estas mujeres. Y muchas cantaron alegres que preferían quedarse para vestir santos antes que aguantar a un mal marido.

“Al final la copla retrata, con sus claroscuros, la opresión femenina. Por eso habla de malos tratos, del trabajo del hogar o de pobreza desde una perspectiva de género. Y precisamente esto explica gran parte de la invisibilidad de la copla, aparte de su vínculo con el Franquismo, que está más que estudiado y superado”, continúa diciendo García sobre la ruptura que la dictadura supuso durante cuatro décadas, pero también la inexplicable tardanza en recuperar todo este patrimonio. “Creo que el vínculo de la copla con lo femenino y una feminidad de clase obrera es lo que no se le perdona. Y ahora es el momento justo en que nos paramos a pensar en esto porque tiene mucho que ver con los temas que se están reivindicando desde el feminismo”, añade.

Algo parecido ocurre, en su opinión, con las propias folclóricas. Y pone como caso paradigmático a Rocío Jurado, que además de cantar al placer femenino en temazos como Lo siento mi amor o Si, amanece, hizo declaraciones absolutamente políticas en un momento en que a las mujeres apenas se las tenía en cuenta. “Cuando en España casi nadie, ni siquiera en el mundo intelectual, se declaraba feminista o se tenía cierto miedo a esa palabra ella lo decía, cuando ser gay era un chiste, ella decía que era progay absolutamente seria y sin ninguna fanfarria. Tal vez ahora se está poniendo en valor a estas mujeres transgresoras, pero si no se ha hecho es también por una cuestión de elitismo cultural y de clasismo, también por su origen de mujeres del sur, andaluzas, y ojalá se siga haciendo esa recuperación y esa puesta en valor”, comenta.

Divulgación milenial: ¿Qué tienen en común Carmen Sevilla, Maria Callas y Juego de tronos?

Por intelectualoides que suenen estas reflexiones, la gracia de García, que en Twitter se define como “bollera, coplera y de clase obrera”, logra embrujar a los oyentes con su cercanía y su llaneza. Pues tan pronto habla del poder femenino en la comedia griega como de la construcción de la identidad patria a través del vino. O se arranca a cantar. “Cuando investigas desde lo académico cuestiones de cultura popular, y lo haces desde una perspectiva de género o de clase social, me parece que es de justicia esa cosa de la transmisión del conocimiento que a veces cuesta tanto que se dé. Porque, ¿de qué sirve que hable de todo esto si esa gente a la que trato de poner en valor no va a entender nada? A mí me interesa hacer divulgación y que llegue a todo el mundo”, responde García.

Buena muestra de ello es su actividad en Twitter, donde acumula más de 14.500 seguidores con hilos tan fascinantes como ¿Qué tienen en común Carmen Sevilla, Maria Callas y Juego de tronos? –pista: el mito de Carmen, que también aborda en su podcast–, ¿Qué tienen en común Imperio Argentina, Lindsay Lohan, Barbie, y la intersección de las opresiones de clase y género? o Qué tipo de amiga folclórica eres. “Empecé con la idea de poner memes y ese bot como algo muy poco personal. Luego vi que la deriva de las historias detrás de la copla, todo lo relacionado con lo cultural y el activismo interesaba y empecé a hacer hilos de manera desenfadada, pero más estructurada. Y cuando vi que la gente me hacía caso, puse mi nombre y empecé a contar mi vida”, ríe García.

Esta difusa frontera entre lo personal y lo político, en el feminismo y las redes sociales, es para García algo completamente inevitable, de ahí que lo trate como algo natural. “La sociedad te pone en una situación en la que no puedes elegir no ser política porque cualquier acto que hagas lo va a ser y tu propia identidad o la forma en la que te lee el mundo ya lo es. Esta máxima feminista de que lo personal es político, por supuesto que creo en ella y es que es imposible deslindarlo. Por eso creo que es mejor abrazarlo y llevarlo lo mejor posible”, dice García. “Ahí el sentido del humor es una herramienta muy importante porque te permite decir cosas que de otra manera difícilmente podrías decir. Y desangustia, te quita un poco esa pátina de seriedad que parece que tiene que tener el activismo, que no es mi historia”, añade.

Hablando del futuro del podcast, García asegura que tiene temas para rato, si bien reconoce la precariedad de la creación digital. “Las redes sociales e internet son un espacio de visibilidad al que de otra manera sería difícil acceder. Yo misma, que soy hija de un agricultor de un pueblo de Albacete, ¿en qué medio me hubieran dado voz para que hiciera todo esto? Yo hago el programa en mi casa por amor al arte. Entonces, sin romantizarlo porque no es la panacea, es una oportunidad, pero a costa de la autoexplotación, que también sería otro tema”.

¿Y cómo ve el futuro del género? “Se están haciendo muchas cosas. La Shica, Concha Buika, Martirio lleva haciéndolo toda su carrera, Ana Navarro hace poco versionó Encrucijada con una base de trap que apostaba por la fusión y la renovación. No es un tema que me inquiete”, sentencia.

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