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Rosa Montero: «Los seres humanos no controlamos absolutamente nada, somos juguetes del azar»

La escritora española presenta su nueva novela, ‘La buena suerte’, en donde la resistencia humana es capaz de crear un destino diferente.

Rosa Montero: «Los seres humanos no controlamos absolutamente nada, somos juguetes del azar»

Lisbeth Salas | Editorial Alfaguara

El nuevo libro de Rosa Montero nos reúne telefónicamente. “No sé si estabas en otra entrevista”, le comento a la autora porque la he llamado puntual y los días de promoción de un lanzamiento editorial uno nunca sabe si llama al autor mientras está terminando otra entrevista. Sin embargo, me corta y dice: “No, ya tengo todo el tiempo pa’ ti”.

El último borrador de La buena suerte (Alfaguara) lo terminó en el mes de enero y lo dejó descansar un par de meses, así que en esa última revisión incluyó en la dedicatoria a su grupo de amigos con los que pasó acompañándose cada noche por Zoom durante la cuarentena. “Era una ventana al afecto y a la cordura, era esencial para mí pasar el tiempo con ellos”, me confiesa la autora. No es de extrañar que el paso del tiempo y sus consecuencias sea una obsesión de Rosa Montero en sus novelas.

La buena suerte es un libro de construcción de personajes, de afectos, de huidas, de misterio y de cómo el paso del tiempo abre nuevas posibilidades. La historia que da inicio a la novela es un hecho real. Comenzó en un viaje en AVE en 2017 cuando la escritora iba a Málaga a hacer una presentación en un club de lectura. Mientras Montero escribía en el tren, este se paró en un “pueblo horroroso del desarrollismo franquista y a la altura del tren había un balconcito con los hierros podridos, una bombona de butano y un letrero escrito a mano que decía ‘Se vende’”. La imagen la conmovió, porque era el retrato del fracaso absoluto, del horror y de la fealdad. “Los novelistas somos personas que no han acabado de madurar, seguimos siendo niños y se te ocurren cosas todo el rato. Tu imaginación va sola y con esa imagen me dije ‘y sí de repente una persona se baja en la estación y compra esa casa espantosa y desaparece?’”.

Montero cree que las ideas peregrinas desaparecen, pero algunas veces se quedan. Esta fue una de ellas. “Cuando tuve esa visión, la sentí y me dije ‘yo esto tengo que contarlo’”. Así surge la historia de Pablo Hernando, un hombre que huye de la ciudad a un pueblo movido por el misterio y donde se topará con personajes pintorescos como su hilarante vecina Raluca, quién le dará una nueva visión a esa huida.

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¿Por qué elegiste la vida de un hombre y su huida? ¿Cómo la hilaste y construiste personajes a su alrededor?

Yo no elegí nada, las historias te cogen a ti. Poco a poco se va formando esa especie de universo, esa galaxia que empieza a dar vueltas en tu cabeza y en notitas. El escritor maduro tiene que tener la humildad de que sus personajes sean los que cuenten la historia. De hecho, esta es una novela de misterio pero no un thriller clásico, aunque hay policías y delincuentes. A mí me gusta decir que es una novela de misterio existencial porque lo que nos resulta enigmático son los personajes, por qué hacen lo que hacen. También la estructura me interesa, soy una escritora muy arquitectónica y esta novela en concreto está construida como un artefacto donde cada enigma lleva a otro y parece que tienes la solución pero luego es mentira y se va creando una pelota de enigmas.

¿Aun así podríamos decir que es una novela de personajes?

Sí, esencialmente lo es. La novela está protagonizada por un hombre, pero el personaje de Raluca es un papel que se come la novela; por eso te digo que el escritor maduro debe dejar a los personajes contar la historia. Este personaje hasta me dio el título de la novela. Al principio se llamaba El silencio y de repente Raluca vino a cambiarme la novela y el título. Ella termina siendo el eje, es el aro de luz, la que termina hallando la luz en la oscuridad. Ojalá tuviera una amiga como ella. Hay que escuchar a los personajes, pero al final esta novela y sus personajes son un canto a la vida y un halo de luz sobre el abismo. Y estoy segura de que eso solo lo consigue el personaje de Raluca.

A pesar de Raluca, el personaje principal está pasando por un drama y huye de él. Con la cuarentena no hemos podido huir. ¿Descubriste con el personaje de La buena suerte por qué nos cuesta tanto hacer introspección?

La vida es muy asfixiante. La búsqueda del sentido de la vida es angustiosa porque no sabemos por qué tenemos tantos proyectos y deseos para en un abrir y cerrar de ojos morirnos. La muerte es inadmisible, no nos cabe en la cabeza. Encontrarle sentido a esta breve vida es un desasosiego. Si te pasas, como nos pasa a todos en la vida moderna, corriendo y sin pensar, pues se lleva mejor esto de la angustia existencial. Si te paras, tienes que plantearte muchas cosas que no son fáciles y que sin embargo, nos ayudarían a vivir de una manera más plena. Pensarlas, llegar a cierto acuerdo con ellas, con la muerte, con la muerte propia y de los demás, con la insatisfacción de la vida, porque la vida es espléndida a ratos y muy insatisfactoria en otros. Hay que aceptarla en lo ubérrimo y en lo misérrimo (risas). Entonces, llegar a ese acuerdo nos haría mucho más fáciles, pero es muy difícil, hace falta el valor, la resistencia y el coraje de mirar la realidad, y siempre es más fácil huir y aturdirse.

Hay una dicotomía entre la ciudad y el pueblo en la novela. ¿Existió en la construcción de la historia alguna reflexión sobre la España vacía?

El inventado pueblo de Pozonegro para mí es un personaje más de la novela; ese agonizante pueblo no es un pueblo en el sentido de la España rural, en absoluto, es todo lo contrario, es un pueblo artificial, industrial, a finales del siglo XIX, en torno a una mina gigantesca de carbón. No pertenece al mundo bucólico, representa el fracaso del mundo industrial, nada de ruralismo. Es un pueblo que se está muriendo, que está en la frontera, pero no lo conecté en ningún momento con la España rural. Es un lugar en la frontera del abismo, que engancha muy bien con los personajes, hay una continuidad con ellos y el espacio donde están viviendo.

Tus novelas son optimistas; de hecho, el personaje de Raluca tiene mucho humor en la forma de ver la vida. ¿Qué tanto tiene que ver el humor en esta novela?

Para mí el sentido del humor es muy importante. En todos mis libros lo es, pero también en la vida. No hay inteligencia verdadera que no tenga sentido del humor, es una herramienta utilísima de la inteligencia para poder profundizar en la realidad quitando el prejuicio de la propia importancia. El sentido del humor utiliza las cosas en su justa medida. Siempre utilizo el humor porque la vida humana es una tragedia, pero también es una comedia, una tragicomedia. Yo me siento más heredera de la tradición española del sentido del humor de Cervantes, conmovido y empático, que del sentido del humor de Quevedo, que era ácido y malévolo. El sentido del humor del que hablo es aquel que se sonríe con sus personajes.

Aunque los personajes de tus novelas sufran y recorran el camino del héroe, siempre son agradecidos con el camino. ¿Tus novelas son optimistas?

Sí, sobre todo a medida que me he ido haciendo mayor. Mis novelas juveniles son más trágicas. De joven eres un pedante, pero vas aprendiendo de ese sentido del humor. Ahora veo el mundo de otra manera, pero siempre escribo novelas de supervivientes. Escribir novelas de supervivientes es muy distinto a escribir novelas de perdedores; puede que lo que les suceda a ambos sea lo mismo, pero en realidad la vida que están viviendo es diametralmente opuesta. Si no pierdes nunca la esperanza de la luz y del futuro, entonces la vida es distinta. Es lo que hace en esta novela el personaje de Raluca, le ve el sentido a la vida.

¿El sentido de la vida hasta qué punto, inclusive huyendo, el protagonista lo puede llegar a sentir? ¿Hasta qué punto la buena suerte puede llegar a tu vida?

El personaje principal no es que huya, es más que eso. El personaje principal ha sido herido por el rayo de la catástrofe y lo que dice esta novela es que el ser humano es capaz de renacer y construir una vida más hermosa que la que tenía antes. Yo lo he ido viendo en la vida. Hay un refrán castellano muy tradicional: “Que dios no te mande todo lo que puedas soportar”, porque lo podemos soportar todo. Tenemos una capacidad inagotable para luchar contra el sufrimiento.

Hay una frase de Raluca en la novela que dice: “Hay personas buenas que se comportan como si fueran malas”. ¿Hasta qué punto crees que la sociedad actual ha abandonado la complejidad y se ha quedado con los extremos, con lo literal?

Yo creo que la vida contemporánea, tan rápida y aturdidora, las redes, la imagen que nos hipnotiza (y no te hablo de los Smartphone), nos aturde, fomenta el ruido y eso nos impide la reflexión. Estoy segura de que la gente en el siglo XVI reflexionaba más; no tenía más remedio porque el tiempo era distinto, había mucho más tiempo que llenar y con mucho menos ruido. No es que no hayamos tenido la tentación de aturdirnos desde el inicio de los tiempos, porque de ahí el uso de las drogas. Noé, en la Biblia, se emborrachó. Desde el inicio de los tiempos intentamos aturdirnos porque la experiencia de vivir es difícil. Pero ese aturdimiento, entonces, fomenta una superficialidad de pensamiento y esa superficialidad a la vez fomenta la arbitrariedad y nos hace “más malos”, menos empáticos, más fanáticos, menos personas. Hay esa tendencia y hay que luchar contra ella.

¿Esta novela es una nueva forma de explorar la masculinidad a través del personaje principal?

Tengo varias novelas con hombres como protagonistas absolutos y me gusta muchísimo escribirlos, y no me cuesta más que hacer el de mujeres. Cuando tienes que crear un personaje es hacer un viaje a ese personaje, no tiene que ver con que sea mujer o que sea hombre. Solo tienes que dar el salto. En La hija del caníbal, yo me identificaba mucho más con Fortuna y su manera de ver el mundo que con Lucía. Te enseña mucho de la visión de los hombres. Mis personajes masculinos me han enseñado más de los hombres que mis relaciones reales con los hombres, porque mi relación real está teñida por mi ser mujer. Mientras que cuando escribes un personaje te metes dentro, es un travestismo, ponerse en la posición del otro. Entonces comienzas a ver a las mujeres desde esa visión y es interesante. Ser novelista me encanta porque te permite esos viajes al otro. Siempre he dicho que es la autorización de la esquizofrenia.

¿Y tu forma de huir?

No creo que sea mi forma de huir, la novela no es una huida, es al contrario de ese aturdimiento. La novela es esa profundización en el ser y en las cosas. Es justo lo contrario de la superficialidad y el aturdimiento, es hacer pozos, es taladrar en la esencia del ser humano y entenderlo.

“Si no haces algo por tu vida, la vida no hará nada por ti”. ¿Qué tan importante es la ambición para encontrar la buena suerte?

La buena suerte que cuenta esta historia la decides tú, la buena suerte es la ausencia de derrota, es no darse por derrotado, seguir teniendo esperanza, es intentar ver el mundo con otros ojos. Los seres humanos no controlamos absolutamente nada, somos juguetes del azar, pero sí podemos controlar cómo contestamos a lo que nos sucede y qué actitud tenemos ante lo que nos sucede. Sí puedes elegir esa manera de contestar… no estoy diciendo que sea fácil.

¿Crees en la buena suerte?

No creo en la buena suerte, creo en la mala suerte. Puedes estar haciéndolo todo bien, puedes estar poniéndolo todo sin rendirte y luego sales a la calle y te atropella un camión. Eso es mala suerte pero la buena suerte nos la buscamos, es una forma de estar en el mundo y afrontar el camino de la vida.

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