Marieke Lucas Rijneveld: así se gana el Booker Internacional antes de los 30
La maravillosa ‘La inquietud de la noche’ merece ser el Booker más joven: nos acercamos a su autor/a para descubrir qué hay tras los elogios
La inquietud de la noche no inquieta por sus misterios imposibles ni por sus senderos enrevesados. Marieke Lucas Rijneveld no escribió esa novela, que no nos confunda su título noir; La inquietud de la noche inquieta por posible, por oscura, por cercana. Hay casi trescientas páginas de motivos que justifican el Booker Internacional para su autor, o autorx, que publicó este libro fabuloso a los 28 y que llegó este año a España con Temas de Hoy. Rijneveld concede ahora sus primeras entrevistas en el extranjero, fuera de sus Países Bajos, y las respuestas a menudo sacian las curiosidades: conoce bien esos escenarios de granja e iglesia porque son los escenarios en los que vivió hasta los 19; conoce bien el rostro del luto porque él/ella perdió a un hermano.
No sabemos por qué, pero nos interesa: cuánto de biográfico —como si fuera cuánto de verdadero— hay en la historia de una novela. Ese instinto voyeur. Hay momentos en que deseas que no lo haya: cuando el padre unta una rebanada de pan con mantequilla y kétchup, y a eso lo llama desayuno; cuando la familia come ubre de vaca, bien cocida, y eso es lo más natural del mundo. En fin: contemos, por encima, qué cuenta el libro para tumbar la resistencia que pueda quedar para leerlo.
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— Lucas Rijneveld (@Lucas_Rijneveld) August 26, 2020
Le llevó seis años escribir esta novela narrada en la piel de una niña de 10 años, llamada Jas y pegada a un abrigo, que prefiere que muera su hermano de 12 a que muera su conejito: lo terrible es que sucede. No por su culpa, por supuesto; lo que sucede es un accidente en el lago helado, que engulle el cuerpo de Matthies — el niño prometió que volvería a casa—. La familia se va descomponiendo, Jas se va descomponiendo, nada cambia y nada es lo mismo, pasa lo que pasa con el luto: la tristeza se alimenta de un aire que ahora se reparte entre menos. De poco sirven Dios, la fe, la Iglesia; de poco sirve la Palabra para aliviar el dolor y la culpa. La madre está cada vez más delgada, el padre está cada vez más lejos, los tres hermanitos siguen adelante como pueden, a su manera. Así van descubriendo el sexo, la soledad, la angustia, la muerte —que no es ambigua, que no entiende de apelaciones—.
La vida en la granja —dentro de una comunidad protestante y conservadora, en un sentido medieval— se ocupa del resto: con sus códigos y costumbres, con su entrega sin condiciones a lo invisible sobre lo inmediato. Rijneveld escribe como un poeta y se explica la muerte como un poeta: «Crecemos con la Palabra, pero en la granja cada vez se habla menos». Pero se rompe en pedazos como el resto de nosotros: «Lo único que hace ruido es la violencia que llevo dentro. No para de crecer, como la tristeza, pero la tristeza exige más espacio, como dijo Belle, y la violencia simplemente se la apropia».
No sorprende el Booker para Rijneveld, que recibió la corona antes de los 30 —nadie lo había conseguido antes; no en la categoría internacional— y la aceptó con agradecimiento y a distancia: «Estoy tan contenta como una vaca con siete ubres». Los perfiles y las entrevistas mencionan su identidad: no binaria, aunque más cercana a la masculina que a la femenina, en este momento. Por eso añadió el Lucas entre nombre y apellido. Los libros que más le marcaron son los de la Biblia y los de Harry Potter, si hablamos en los años de colegio, cuando los profesores le invitaban a seguir escribiendo, alertados por su talento. Nunca dejó de hacerlo, y aquí está —escribiendo y cuidando vacas, entre tanto—. Y tiene otra novela entre manos, dice. Pero no dice más. Y está bien: no es necesario conocerlo todo, apenas lo importante.