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El espía accidental que dejó Telefónica para rescatar a Julian Assange, intentarlo con Edward Snowden, y hoy es diputado en Podemos

Héctor Juanatey publica con Libros del KO ‘El analista. Un espía accidental en el caso Assange y Snowden’

El espía accidental que dejó Telefónica para rescatar a Julian Assange, intentarlo con Edward Snowden, y hoy es diputado en Podemos

Chris Yang | Unsplash

En 2008 Txema Guijarro pidió una excedencia en Telefónica para cambiar el rumbo de su vida. Después de trabajar como asesor demoscópico para los candidatos de izquierda de Paraguay y El Salvador, pasó a ser analista de la Cancillería de Relaciones Exteriores del Gobierno de Rafael Correa. Y como funcionario de Ecuador fue un testigo y parte del caso Wikileaks, la solicitud de asilo de Julian Assange y su posterior encierro en la embajada del país latinoamericano en Londres, y los intentos por salvar a Edward Snowden del mismo destino. Todo este periplo lo recoge El analista, un ensayo escrito por el periodista Héctor Juanatey tras horas de entrevistas y publicado por Libros del KO.

 

No sería de extrañar que próximamente la vida de Txema Guijarro (Madrid, 1975) inspirara una película o una serie de Netflix. Sin duda, reúne todos los ingredientes para reventar el algoritmo del gigante. Este thriller está protagonizado por un discreto espía español, o como su reciente biografía publicada por Libros del KO prefiere titular, El analista, que, cansado de su trabajo en el departamento de investigación de mercados de Telefónica, decide tomarse un año de excedencia allá por 2008. Pensando en buscar nuevos retos, el actual diputado de Unidas Podemos no podía imaginar que esta decisión pronto le colocaría en el centro de la geopolítica mundial. Primero, como parte del caso WikiLeaks y facilitador de la solicitud de asilo político de Julian Assange. Después, como valedor y casi rescatador de Edward Snowden.

“Siempre me había fastidiado mucho que todo el mundo hubiera contado su versión de lo que ocurrió, pero nunca desde el punto de vista del Ecuador, cuando tuvimos un papel tan destacado”, explica Guijarro a The Objective. «Francamente, en estos cuatro o cinco años creo que hice varias intentonas, pero no tengo ni el tiempo ni la técnica narrativa para hacerlo», dice elogiando al periodista Héctor Juanatey, autor de esta historia, completamente real, fruto de más de 30 horas de entrevistas y un concienzudo trabajo de investigación para poner todas las piezas en su sitio.

Comenzando por el principio, Guijarro se fue a vivir con un amigo a un piso de estudiantes del madrileño barrio de Chamberí. Y pensando en cómo reconducir su vida, el economista empezó a trabajar como asesor demoscópico en América Latina para diferentes candidatos de izquierdas. Primero, participó en la campaña de Fernando Lugo en Paraguay, que venció en las elecciones, convenciéndole de que había tomado el camino correcto. Después trabajó en El Salvador para Mauricio Funes, que también ganó. Pero el verdadero terremoto llegó cuando empezó a trabajar como analista de la Cancillería de Relaciones Exteriores del Gobierno ecuatoriano de Rafael Correa.

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Imagen vía Libros del K.O.

Julian Assange, de superhéroe a supervillano

“Mi primera misión era que Julian Assange nos pasara todos los cables que hablaban de Ecuador”, cuenta el libro sobre el primer contacto de Guijarro con el fundador de Wikileaks, a quien visitó en Londres. Entonces el activista por la libertad de información todavía era un héroe para la opinión pública por filtrar miles de cables diplomáticos que los embajadores de Estados Unidos habían enviado a la Casa Blanca. Y el objetivo de Guijarro, convencer a Assange de que publicase todos los documentos que tuviera sobre Ecuador para evitar que únicamente llegaran a los medios los que contenían información perjudicial para el gobierno.

Poco después llegó la solicitud de asilo político a Ecuador en su embajada en Londres. Acusado de presuntos crímenes sexuales en Suecia, hoy archivados, Assange se enfrentaba a la extradición desde Reino Unido. El 19 de junio de 2012 comenzó su encierro y una campaña de desprestigio que transformó al defensor de los medios en foco de todos los dardos, empezando por su comportamiento errático en la embajada, donde pasó cerca de siete años. Desde abril del año pasado, se encuentra en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, tras ser detenido en la misma embajada ecuatoriana en Londres después de que el Gobierno de Lenín Moreno le retirara su protección.

“Assange ha sido víctima de la construcción de un personaje tras otro. Primero fue un superhéroe, después un súpervillano, y seguramente ni una cosa ni la otra. Es un ser humano, con sus grandezas y sus miserias, tratando de avanzar en una agenda mundial que él considera que es justa. Con este libro queremos la gente entienda que hay una persona que lleva 10 años privada de libertad cuyo único delito es revelar secretos necesarios que quedan amparados por la libertad de prensa”, afirma Guijarro. Pues la publicación del libro coincide con la reanudación del juicio por extradición contra el activista australiano en el tribunal inglés de Old Bailey, en este caso para decidir si entregan a Assange a la justicia estadounidense, donde se le acusa de violar la Ley de Espionaje, de 1917, por obtener y publicar información clasificada. Allí se enfrentaría a una condena de 175 años de cárcel.

“A mí me llama poderosamente la atención el silencio mediático alrededor de este tema. Porque por muchos problemas que haya tenido Assange con los medios, una gran parte de ellos se aprovecharon de su trabajo y publicaron muchas informaciones. Me sorprende este silencio porque, al final, si es extraditado y condenado, el precedente que se marcaría es un aviso a navegantes”, señala el autor del libro, el mencionado Juanatey. “Cualquier periodista que haga bien su trabajo debería estar preocupado porque condenen a más de 100 años de cárcel a alguien que ha publicado información de interés público”, continúa diciendo el periodista para añadir: “Parece que la gente se ha olvidado del juicio de Assange. Cuando este caso se explica en que la verdad es muy importante. Si prefiriéramos vivir desinformados no estarían persiguiéndolo”.

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“Cualquier periodista que haga bien su trabajo debería estar preocupado porque condenen a más de 100 años de cárcel a alguien que ha publicado información de interés público”. | Héctor Juanatey. | Imagen cedida.

Entre las anécdotas dignas de mención aparte se encuentran la visita de Lady Gaga o la borrachera que Guijarro y Assange compartieron en sus largas noches en la embajada de Ecuador. “En la cotidianeidad más mundana todo era muy normal. Aparte del aguante que tenía con el ron, que ya le gustaría a muchos cubanos, la relación era profundamente humana. Desde chistes malos a fanfarronerías”, bromea el diputado de Podemos. “Yo, sobre todo, tengo cariño hacia la persona con la que, después de tantos años, tejí una relación afectuosa. Luego es verdad que la relación no estuvo exenta de algunas tensiones: él tenía su propia agenda política, que no era ajena del gobierno ecuatoriano, y este se esmeró mucho para darle espacio y que pudiera seguir trabajando”, añade.

Y con Edward Snowden, vuelta a empezar

Esas tensiones tienen que ver, en buena parte, con Edward Snowden y conforman la segunda mitad de El analista. Porque en el verano de 2013, y cumplido un año del encierro de Assange en la embajada de Ecuador en Londres, el ex agente de la CIA inició su propio terremoto mediático al denunciar el espionaje masivo que la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, NSA por sus siglas en inglés, realizaba en todo el mundo, filtrar miles de documentos clasificados y, enseguida, revelar su identidad.

Acusado, igualmente, de espionaje, el joven estadounidense comenzó a pedir asilo político desde Hong Kong, ciudad en la que se estableció tras huir de su base en Hawái. WikiLeaks filtró la lista de países a los que Snowden envió sus solicitudes. Y tuiteó, casi minuto a minuto, su huida a Rusia. Además de revelar que viajaba con un salvoconducto ecuatoriano emitido por el cónsul en Londres, Fidel Narváez. 

Esta y otras vicisitudes llevaron a Ecuador a abortar su plan original: llevar a Snowden al país latinoamericano y una vez allí ofrecerle asilo. Pero como se cuenta en el libro, Guijarro no dejó de intentarlo. “Yo fui a Moscú con la idea de salvarlo y, claro, me fui encontrando con una cantidad de problemas que me generaban una terrible ansiedad. Mi sorpresa era contrastarla con su tranquilidad”, comenta Guijarro.

“Tú estás en modo misión, casi con cierto espíritu de Terminator, así que no te paras a pensar si el desafío es demasiado grande o no. Pero claro, cuando empiezas a ver que tus comunicaciones están interceptadas, que sales de casa y varios desconocidos te empiezan a hacer fotos, que hagas lo que hagas tiene unas consecuencias imprevistas… Yo era consciente de que estaba frente al leviatán desatado”, continúa diciendo mientras reconoce que, a pesar de todo, ya venía entrenado gracias a su experiencia anterior.

“El momento en que pensé, como dice Héctor en el libro, qué carajo hago yo aquí, fue cuando viajé a Londres con Assange y se empezaron a suceder los acontecimientos, la policía rodeó la embajada, la sensación era de desborde. Con Edward ya estaba un poco en modo insurgente, por no decir subversivo, en el sentido de que sabía qué tipo de callos estaba pisando”, asegura. 

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“Assange ha sido víctima de la construcción de un personaje tras otro. Primero fue un superhéroe, después un súpervillano, y seguramente ni una cosa ni la otra.» | Txema Guijarro. | Imagen cedida.

Esas dos semanas en Moscú son las que mejor reflejan el juego de espías en el que Guijarro se vio inmerso casi sin darse cuenta. Y quizá la parte más laboriosa para Juanatey. “Yo trabajaba con una pizarra con los horarios entre Moscú, Vietnam, Quito y Londres para unir las piezas en la realidad y comprobar todos los datos. Yo siempre le decía a Txema que era para matarle por no haber escrito un diario”, dice entre risas.

Siete años después, Snowden sigue en Rusia y, sorprendentemente, parece que el público ha aceptado, o al menos vive despreocupado, por las consecuencias de la hipervigilancia que él denunciaba. «La revelación de Snowden, que yo creo que tiene una importancia epocal, se ha ido difuminando, también porque los grandes medios han estado interesados en eso. Había cierto pacto de silencio después de lo que ocurrió con la idea de que las capas de tiempo hicieran a la gente olvidar. Pero la amenaza existe, lo que denunció se sigue produciendo con unos niveles de complejidad y sofisticación mayores y, por desgracia, no ha habido una sociedad civil organizada capaz de responder a eso”, señala Guijarro. “Gracias a estas revelaciones la gente sabe cómo somos vigilados, pero le cuesta dar el salto porque no termina de ver que esta no es una amenaza en abstracto, que esto limita su libertad”, añade.

De espía accidental a político en Unidas Podemos

En el epílogo Guijarro cuenta que comenzó a trabajar para el canciller de la República de Ecuador, Ricardo Patiño, el 23 de septiembre de 2010, justo una semana antes del intento de golpe de estado del 30-S. Esa mañana se acercó al despacho del ministro para intentar ayudar en la crisis política que se acababa de abrir en Quito. Y la primera instrucción que recibió fue ir al Ministerio de Defensa a por tres máscaras antigás para entregárselas al presidente Rafael Correa, al canciller y a su escolta. Su conclusión, visto el devenir posterior de los acontecimientos: el compromiso con este trabajo iba más allá de realizar informes y cumplir con el horario.

“Yo siempre me consideré un funcionario del Gobierno de Ecuador. Tengo más de accidental que de espía, sobre todo porque nunca me sentí un espía al uso: no perseguía a nadie, no violaba las comunicaciones. Yo tenía que coger a un tipo, que por casualidades de la vida era el tipo más buscado del mundo, y tratar de llevármelo al Ecuador. Todo lo que se saliera de ese marco no me interesaba”, comenta Guijarro.

En agosto de 2014 fue nombrado por Patiño subsecretario de Estado de Ecuador para África, Asia y Oceanía. Pero solo un año después Guijarro dejó su cargo para volver a España y participar en la formación de Podemos. Las comparaciones son odiosas, pero, ¿echa de menos el proceso revolucionario del que, en sus palabras, formó parte o se ha adaptado bien a la política de pasillos española? “La diferencia primordial respecto a mi papel en Ecuador es que allí éramos gobierno al 100%, no la parte minoritaria de un gobierno en coalición. Y ese gobierno estaba liderado por un presidente que no temía dar determinados pasos que creía justos. Esa audacia y esa valentía anima mucho”, contesta Guijarro. “Cuando tu jefe es el primero en ir a la batalla, te calzas la armadura. Aquí es distinto. Así que reconozco cierta frustración. Pero es hacer política, que sigue siendo mi vocación porque creo que es la única forma de cambiar las cosas”, concede con media sonrisa.

Recordar esa época ha sido para Guijarro un proceso terapéutico. Y en cierto modo el libro defiende, esperanzado, que el cambio es posible. “A veces, solo a veces, se abre la posibilidad de desafiar a esas oligarquías y empujar a favor de otra agenda”, dice Guijarro en el libro, animando a sus lectores a seguir luchando. “Las injusticias no basta con enunciarlas, hay que pelearlas. Y puedes perder. No es un cuento de hadas donde el protagonista salva el mundo, es un libro donde se suceden los fracasos y vas llegando a ciertos lados. Queremos encender la llamita de la indignación militante. No solo decir, el mundo es una mierda, sino animar a la gente a salir de su casa y ponerse a trabajar, a sabiendas de que se van a llevar golpes”.

Menos optimista, Juanatey concluye: “Tiene ese punto de que, si se quiere, se puede. De que si queremos podemos luchar por los derechos humanos incluso contra potencias que se imaginan invencibles y, con la ley sobre la mesa, se pueden conseguir cosas. Tanto Assange como Snowden están convencidos de que volverían a hacerlo. Lo que me cuesta es creer que la gente que puede hacerlo ahora lo haría. Viendo cómo han terminado sus vidas, si otros se atreverían a dar esos pasos. Pero podemos ir poniendo granitos de arena”.

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