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Claudia Salazar: «El Estado peruano repliega a las mujeres andinas a un segundo lugar donde no se les reconocen derechos ni plena ciudadanía»

‘La sangre de la aurora’ nace desde la concepción de la literatura como respuesta crítica a esa historia oficial llena de lagunas, de vacíos nada inocentes y de perspectivas interesadas

Claudia Salazar: «El Estado peruano repliega a las mujeres andinas a un segundo lugar donde no se les reconocen derechos ni plena ciudadanía»

Profesora universitaria de literatura y escritora, Claudia Salazar Jiménez se estrena como novelista con La sangre de la aurora (ed. Malas Tierras), donde a través de tres mujeres -una fotoperiodista, una guerrillera y una campesina- y de sus miradas narra el conflicto y la violencia que durante años marcaron la historia reciente de Perú. La sangre de la aurora nace desde la concepción de la literatura como respuesta crítica o contrarrelato a esa historia oficial llena de lagunas, de vacíos nada inocentes y de perspectivas interesadas.

La sangre de la aurora aborda los años de violencia en el Perú de Sendero Luminoso desde la mirada de tres mujeres. ¿El hecho de elegir precisamente tres mujeres es una forma de reivindicar a las mujeres no solo como parte de esa historia, sino como autoras del relato?

Exacto, La sangre de la aurora privilegia una mirada femenina de la historia, entendiendo como “femenina” toda aquella mirada que haya estado situada en los márgenes, fuera de las narrativas oficiales. Se trata de una autoría del relato (me gusta este término que has utilizado) que ha sido usualmente obviada en la construcción de los relatos históricos. Por suerte, en este momento de nuestra historia ya vimos que no se puede seguir borrando la autoría femenina pues eso implica dejar de lado la mitad de la humanidad.

¿El conflicto ha sido protagonizado y escrito en masculino?

Esto sucede en casi todas las historias de guerra, ¿no? Se ve, se cuenta y se escribe la historia como una larga sucesión de conflictos, enfocada en las ambiciones masculinas. Plantearnos una escritura de estos procesos desde el punto de vista femenino, me parece que implica repensar no solamente a quienes incluimos en los relatos o desde que voces se cuentan, sino -especialmente si hablamos de literatura- cómo estos relatos son contados. ¿Seguimos usando los instrumentos de siempre o se hace necesario repensar también el lenguaje mismo?

Se lo preguntaba porque, si no me equivoco, en el movimiento senderista la presencia de las mujeres era muy importante, llegando al 50%.

Es interesante que menciones esto de la “presencia” de mujeres en Sendero Luminoso. Esto generó todo un mito durante esos años y la idea de que estas mujeres eran muy duras, unas asesinas de sangre fría. Esta imagen que circuló mucho en el Perú, las masculinizó. Que SL haya tenido tantas militantes mujeres nos invita a pensar de qué manera la mera “presencia” femenina no implica un cambio de estructuras. SL era una organización muy jerarquizada que giraba en torno a la figura de su líder Abimael Guzmán. Se le tenía una reverencia digna de líderes mesiánicos y era tratado con una profunda reverencia. Varias mujeres llegaron a ser altos mandos, pero siempre estaban sujetas a esta estructura que, en realidad, las asimilaba. Como si se tratase de otro combatiente más. Como si esa diferencia de género fuera borrada.

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Imagen vía Editorial Malas Tierras.

“Cualquiera que conozca algo sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino”. Con esta cita de Marx comienza la novela, en la que precisamente usted parece darle la razón al alemán.

El uso de las citas en la novela, especialmente las de Marx, Lenin y Mao, tienen un carácter irónico. La novela en cierto punto dialoga con ellas, pero para ironizarlas pues, como te decía en la pregunta anterior, incluir mujeres no implica necesariamente que se trate de incluir lo femenino.

A propósito de Mao, éste decía que “el poder nace del fusil”. Marta hace propia esta frase y así se propone la pregunta sobre la legitimidad o no de la violencia, sobre su necesidad o no a la hora de llevar a cabo determinadas revoluciones.

La “revolución” propuesta por Sendero Luminoso usó la lucha armada (que no es exclusivamente maoísta) como su brazo principal. Su “propuesta revolucionaria” terminó convirtiendo al Perú en un baño de sangre que terminó destruyendo las vidas de a quienes supuestamente decían defender: campesinos pobres de los Andes.

Se calcula que, entre 1980 y 2000, más de 5.000 mujeres fueron víctimas de las violaciones perpetradas por los cuerpos policiales y militares peruanos. Usted observa de qué manera el cuerpo de la mujer se convierte en campo de batalla y en principal objeto de violencia.

El tema de la violencia contra la mujer es central en La sangre de la aurora. La violencia sexual fue ejercida principalmente por las fuerzas armadas, pero también se sabe de casos ejercidos por Sendero Luminoso. Llega un punto de la violencia en que la basurización del cuerpo femenino emerge en su carácter más crudo y no se trata simplemente de una táctica “contra el enemigo” sino como una manera de afirmar sus propias masculinidades y su “espíritu de equipo”. Eran comunes las violaciones grupales. El horror multiplicado.

Solo en 2018 el estado peruano condenó las violaciones perpetradas por los militares. ¿Entiende que se tardara tanto?

Esa demora tiene que ver con las víctimas de esas violaciones: mujeres andinas, pobres, la mayoría de ellas tienen el quechua como lengua materna. El Estado peruano no considera a estas mujeres ciudadanas a cabalidad, sino las repliega a un segundo lugar donde prácticamente no se les reconocen derechos ni plena ciudadanía. Esa demora es un claro ejemplo de lo poco que valen la vida, los cuerpos, y la dignidad de las mujeres para el Estado peruano.

Aquí la figura de Modesta, la comunera, es particularmente relevante. ¿Qué influencia tuvo la literatura de José María Arguedas en la representación del mundo andino y sus habitantes?

Sí, Modesta, la comunera andina, al igual que Melanie, la fotoperiodista capitalina, fueron los dos personajes que tuve claros al inicio del proceso de escritura. Para trabajar en Modesta, la literatura de José María Arguedas fue esencial. En la literatura peruana su influencia es inevitable para pensar -entre otras cosas- en los modos de representación de la cosmovisión andina y de los ritmos del quechua.

¿Cuán vigente es la literatura de Arguedas actualmente?

Creo que la vigencia de Arguedas es indiscutible, pues se le sigue reconociendo como un gran referente en nuestro campo literario. Sobre el foco de la literatura peruana actual, diría que es bastante variada. Personalmente, conozco más de la literatura que se hace pública en Lima, pero tengo entendido que, en otras regiones no solo andinas, sino también amazónicas, hay literaturas vigorosas que necesitarían de una mayor difusión.

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Ayacucho, 2020. | Foto: Nancy Chappell | Cedida por la entrevistada.

“La escolta de soldados es un problema para los reportajes”, afirma Melanie, la fotoperiodista. ¿Hasta qué punto el Estado censuró a los periodistas a la hora de contar cuándo acontecía?

Dado que fue un proceso largo, el Perú tuvo tres presidentes durante todo ese período, por lo que el manejo de la información cambió durante cada régimen. Me parece que, si bien hubo cierta independencia de los medios en cuanto a las publicaciones, el asunto era tener acceso a las fuentes de información y era ahí donde el Ejército jugaba un rol importante, colaborando o no con el acceso a determinados lugares, pueblos o bases militares. Sabemos bien que las imágenes son poderosos instrumentos no solo para las noticias, sino de construcción de narrativas y memorias. Muchas de las imágenes y recuerdos que tenemos del conflicto corresponden a las fotografías que veíamos en los diarios y la televisión. Recuerdo que había una representación de la magnitud de lo que estaba pasando, de la masacre que estaba provocando Sendero Luminoso, por eso a veces me sorprende el discurso de ciertos sectores que dicen que en Lima “no sabíamos lo que estaba pasando en la sierra”. ¿Acaso no leían los periódicos? ¿Acaso no veían lo que pasaba en otros barrios de Lima?

La reflexión sobre el papel de la fotografía puede trasladarse a la literatura.

Melanie, la fotoperiodista habla en un momento sobre cómo representar aquello que está “fuera del cuadro” y eso es, me parece, lo que intenta hacer la ficción. No se puede mostrar todo, pues el lenguaje tiene límites.

Argentina o Chile encontramos autores -Martin Kohan, Mariana Enríquez o Nona Fernández– que revisan la dictadura y sobre todo revisan críticamente el relato que de ella se ha hecho. En cierta medida, ¿La sangre de la aurora dialoga con todos ellos?

Definitivamente La sangre de la aurora está en diálogo con los textos de los autores que mencionas. Si bien abordamos las cuestiones de las políticas de la memoria desde diversas perspectivas, creo que compartimos la idea de que la ficción nos permite ver más allá de lo que nos han contado las narrativas oficiales. Me gusta esa imagen de la literatura como iluminación de lo silenciado. En otras palabras, como lo menciona el personaje Melanie, la ficción nos permite ver lo que “está fuera del cuadro”.

Usted es profesora en Nueva York. Acaba de terminar el mandato Trump. ¿Ve la victoria de Biden con esperanza? Como hispana, ¿cómo ha vivido los últimos cinco años?

El sábado 7 de noviembre, cuando se dieron los resultados que (por fin) proclamaban a Biden como presidente electo, Nueva York estalló en alegría. Se escucharon (y dimos) gritos, cacerolazos, vuvuzelas, shofares, trompetas, cada quien hizo la bulla que pudo. Fue muy liberador. Se lloró mucho de alegría y creo que, sobre todo, de alivio y de esperanza. Hay que decir que, para los hispanos, no han sido años muy fáciles. El gobierno de Trump ha tenido una durísima política antimigratoria que se enfocó sobre todo en separar familias en la frontera (más de 500 niños separados de sus padres hasta ahora no pueden ser reunidos con ellos) y en restringir los derechos de los llamados Dreamers, amenazándolos con deportaciones. Soy profesora universitaria y he tenido estudiantes que son Dreamers. Cuando se supo de la victoria de Biden, uno de ellos me escribió un email diciéndome: “Profesora, por fin podemos estar tranquilos”.

En la era Trump ¿el español se ha convertido en estos años en una lengua de resistencia y protesta? Y, como profesora, ¿cómo ve la presencia de la literatura latinoamericana en Estados Unidos?

El español en los Estados Unidos ha tenido siempre esa caracterización: la de ser una lengua de resistencia y protesta. Es un proceso bastante anterior, pero en estos cuatro años del gobierno de Trump, debido a su política antimigratoria y claramente racista, el hecho de escribir en español ha reforzado estas características. Sobre la literatura latinoamericana (hispanoamericana, mejor) en Estados Unidos hay un evento que es ineludible cuando tratamos este tema: la apertura de la Maestría en Escritura Creativa en New York University. Desde que se abrió en 2007, esta Maestría ha sido un foco que ha atraído a muchos escritores latinoamericanos y españoles. Algunos de ellos se quedaron en la ciudad, otros volvieron a sus ciudades, pero se ha generado una dinámica muy potente de escrituras en circulación que nos ha permitido leernos y conocernos. Pienso que esto es lo más destacable.

Por tanto, ¿se podría hablar de una creciente presencia de la literatura en español?

Habría que pensar en qué términos pensamos esta presencia en los Estados Unidos. Si bien escribir en español es un acto de resistencia, tengo entendido que las ventas de editoriales que publican en español aquí no son tan altas como se esperaría. Un editor mencionaba que no existe esa correlación entre cantidad de hablantes de español y lectores. Por otro lado, el terreno de las traducciones es también otro campo donde hay mucho por trabajar, pues Estados Unidos es un país donde las traducciones ocupan solamente el 3% de las publicaciones. Y de ese porcentaje el español es apenas una parte. No es un camino fácil de recorrer.

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