Cómo sobrevivir al clima apocalíptico según Jenny Offill
‘Clima’, la nueva novela de la autora norteamericana, podría categorizarse como el pre-apocalipsis al cambio climático.
Jenny Offill lo ha vuelto hacer. Luego de la laureada Departamento de especulaciones, la norteamericana vuelve con Clima (Libros del Asteroide, 2020), su nuevo libro, una narración fragmentada a más no poder que te deja con la boca abierta porque es el reflejo de nuestros tiempos, un espejo de lo que vivimos y de lo precarios que podemos ser.
Clima está narrada por Lizzie Benson, una bibliotecaria de Brooklyn que vive con su hijo Eli, su marido Ben y cuida a su hermano Henry, que se está recuperando por adicción a las drogas. Mientras la antigua mentora académica de Lizzie, Sylvia Liller, se acerca con una propuesta: le pagará por responder el correo electrónico que recibe de los oyentes de su podcast, Hell and High Water, porque no se da a basto para responderlos. Sylvia se ha convertido en una celebridad entre las personas preocupadas de que el mundo, o al menos la civilización como la conocen, termine pronto. En el curso de ayudar a Sylvia, Lizzie se preocupa cada vez más por las preguntas sobre qué hacer en un mundo en el que el cambio climático [contexto id=»381816″]parece dirigirse hacia un territorio aterrador.
Como narradora, Lizzie Benson es una compañía encantadora. Su mente es una fuente de observaciones irónicas y cortantes sobre la maternidad, el matrimonio y, gracias a Sylvia, un apocalipsis posiblemente inminente.
Climas fragmentarios
Si se lee la contraportada del libro, podría pensarse que la historia de Lizzie narra una historia lineal, sin embargo, Offill es infinitamente fragmentaria. Si en Departamento de especulaciones la narración sucedía a través de capítulos cortos de una o tres páginas, y terminaba con alusiones a cómo el clima era visto como teatro para la pareja central del libro, en esta nueva novela la estructura cambia.
Clima tiene capítulos largos, pero dentro de ellos la historia se va narrando a través de observaciones y diálogos de pocos párrafos, casi como si fuese una historia narrada a través de tweets reflexivos de Lizzie Benson.
Con 189 páginas esta novela es una lectura rápida. La cantidad de espacios en blanco es más común que en los libros de poesía. Leer esos párrafos tan cortos y a menudo independientes, genera una sensación de rapidez y de la inmediatez con la que tenemos que pensar y asumir tareas. Quizás es normal para el lector hacer una pausa y detenerse para no sentirse atravesado y hechizado por las ideas que van y vienen en la cabeza de la protagonista.
En una entrevista para The Guardian, Offill describió el proceso que utilizó para decidir qué fragmentos incluir en la novela. Los pegó en grandes cartulinas y luego dejó pasar el tiempo. Solo el tiempo, dijo, le permitió ver si los fragmentos pertenecían. Esto puede explicar, en parte, la calidad hipnótica de la escritura. Todo lo que podía ser mediocre se ha cortado.
Ironía y reflejos del mundo
Los pensamientos de Lizzie en la novela no tienen corrección política, es sarcástica en varios temas, desde la maternidad hasta la literatura o la vida de los autores en librerías. No es de extrañar que describa cómo un poeta recibe una tarjeta al final de su recital donde se le invita a identificar con una x su privilegio: varón, blanco, heterosexual, neurotípico, socioeconómico.
A la par que reflexiona, Lizzie sigue respondiendo los correos del podcast climático de Sylvia. La bandeja de entrada esta llena de misivas con preguntas tan extrañas como: “¿qué significaría bioingenierizar a los humanos para que fueran más eficientes?”, ¿los ángeles necesitan dormir?”. Mientras otros se preocupan por el final del mundo y por cómo sobrevivir en él al dudar: “¿cómo encender fuego con un envoltorio de chicle y una pila?”, “¿qué se debe hacer si uno se queda sin velas?”. A la par que llegan las preguntas, nuestra protagonista le pregunta a Google y es así como Offill, termina retratando la atmósfera absurda que rodea nuestra actualidad, una que moriría no por la crisis climática sino por no sabe vivir sin Internet.
La novela es una conjunción de diálogos y situaciones que relatan el siglo XXI en una Norteamérica posiblemente trumpista, donde Lizzie hace alusiones a las papeletas electorales, donde las generaciones se pelean, los más jóvenes por creer que merecen el futuro, un espacio sensible, optimista y lleno de sueños con posibilidades altas de cumplir, mientras los más adultos luchan por acabar con la frustración de un presente que les rompió los sueños pero que siguen navegando con la corriente; y la generación más antigua, que cree que la estructura salvará el futuro.
Offill rompe con las estructuras narrativas en esta novela híbrida, rompe el optimismo de los jóvenes millennials al hacerles ver que su queja no funcionará en la actualidad, mientras su generación se ríe dentro de la tristeza al saber que no podrán cambiar nada.