El mundo del videojuego también ha acusado los vaivenes de este 2020. Hace un año hablábamos de las promesas de futuro, los nuevos servicios de suscripción o el auge de lo digital en detrimento de la conservación física. Sin embargo, no nos imaginábamos que una pandemia retrasaría la eclosión de estas nuevas ideas y reforzaría otras no menos importantes para el crecimiento del medio: la validez del videojuego como espacio de reunión y autocuidado, o la sencillez en las mecánicas como forma de garantizar el acceso universal a un entretenimiento que, para muchos, ha supuesto un respiro en este año terrible. Nadie hubiera augurado que un juego minúsculo y ni siquiera innovador como Among Us se convertiría en el fenómeno del año; o que la estética colorida y slapstick de Fall Guys se abriría paso entre los intocables shooters, desafiándolos en el panteón del multijugador. Y es que si 2020 nos ha demostrado algo ha sido que el videojuego es cultura y fenómeno sociológico antes que nada.
En el terreno de las grandes producciones, las conocidas como AAA, hemos contemplado cómo la moneda de la fortuna caía por ambas caras: la extraordinaria acogida que ha recibido uno de los títulos más esperados, The Last of Us 2, y el descalabro inaudito de Cyberpunk 2077. Dejando a un lado premios o recaudación, lo más destacable han sido las conversaciones generadas en torno a ellos, nuevamente yendo un paso más allá de lo técnico: la aceptación de la representación LGTBI+[contexto id=»383891″] entre la comunidad gamer (todavía hay mucho que recorrer en este ámbito), las consecuencias de la explotación laboral o los riesgos de romantizar la profesión de desarrollador. Excelentes muestras del tipo de reflexión crítica que debería extenderse a cualquier obra, entendida como el resultado de cada decisión, mirada y presión que tiene lugar durante el proceso.
Nosotros, como siempre, preferimos dejar a un lado las superproducciones para centrarnos en lo que más nos ha cautivado proveniente de pequeños o medianos estudios; esos títulos que no necesitan alcanzar la tercera A para convertirse en experiencias memorables.
Kentucky Route Zero
Es un poco tramposo, quizás, considerar a este juego como un lanzamiento de 2020, teniendo en cuenta que se trata de una aventura episódica cuyo primer capítulo fue lanzado en 2013. En enero de este año llegó su conclusión, un quinto capítulo muy breve que ponía punto y final a una historia de fantasía onírica, encuentros y desencuentros, en el que un grupo de personajes varados fuera del tiempo debe descubrir cómo salvar las ruinas de su identidad frente al embate de la obsolescencia. Un videojuego lírico tan difícil de describir, a causa de todas las capas que despliega y de cómo apela a nuestros sentimientos, como de clasificar dentro del medio.
Signs of the Sojourner
Aunque aparece aquí y allá en algunas de las listas de lo mejor del año, Signs of the Sojourner sigue siendo un juego bastante desconocido para el gran público. A pesar de todo, siempre que se le menciona es para deshacerse en alabanzas. No es para menos: el juego con el que debuta el equipo Echodog Games, financiado a través de Kickstarter, es una reflexión inteligentísima y llena de sensibilidad sobre las dificultades de la comunicación y cómo nuestro crecimiento personal, inevitablemente, nos llevará a alejarnos de quienes amamos. Con la mecánica de un juego de cartas, seguiremos la historia de una joven comerciante que debe hacerse cargo del negocio de su madre, tras la muerte de esta. También tendrá que asumir el peso de sus relaciones y el relato que deja en el mundo, mientras aprende a trazar el suyo propio. Cada conversación que entablemos nos dejará un poso de aprendizaje y cambio, una nueva carta que añadir a nuestra mano, y con todas ellas tendremos que decidir quiénes queremos ser.
Umurangi Generation
Los videojuegos pueden ayudarnos a respirar, a resguardarnos. Lo hemos comprobado este año más que nunca. Pero eso no significa que no puedan canalizar otros sentimientos más amargos: la frustración por un mundo en el que cada vez es más difícil desarrollarse como ser humano, el temor a un futuro incierto e injusto. El grito de toda una generación que se expresa en Umurangi Generation, del estudio neozelandés Origame Digital. Umurangi se puede traducir como «cielo rojo», el mismo que pudo verse durante los incendios que azotaron Australia justo a principios de este año. También es un color que se asocia tradicionalmente con el fin de los tiempos. El juego utiliza las mecánicas del first person shooter, pero nos propone disparar con una cámara en lugar de con un arma. Tendremos que recorrer diferentes escenarios para fotografiar objetivos y enviarlos a nuestro periódico; nuestro papel será el de simples observadores mientras una historia que parece conducir al fin del mundo que conocemos se desarrolla entre bambalinas. Sin embargo, no tenemos por qué elegir la desesperación. Umurangi Generation es una oda al punk, a la supervivencia, y a seguir bailando mientras todo se cae a pedazos a nuestro alrededor.
Hades
Que Supergiant Games lance un éxito no debería ser ninguna sorpresa, a estas alturas. Sin embargo, es posible que ni siquiera los ya veteranos desarrolladores, responsables de juegos memorables como Bastion o Transistor, esperasen la popularidad masiva que ha adquirido en los últimos meses Hades. El hecho de que la mecánica de juego sea de lo más accesible (se trata de un roguelike, muy fácil de manejar pero no tanto de dominar, que recompensa nuestro esfuerzo) ha contribuido en gran medida. Pero lo que lo ha convertido en la gran sorpresa de este otoño, y le ha permitido rivalizar con el mismísimo The Last of Us 2 como juego del año en muchas listas, ha sido su componente narrativo. La historia del príncipe Zagreus en su periplo para escapar del inframundo nos llevará a conocer a un sinfín de personajes extraídos de la mitología pero dotados de una personalidad propia, fresca y sólida. Podremos conocerlos y entablar distintos tipos de relaciones con ellos, lo que ha llevado a una explosión de contenido fan que no hace sino retroalimentar el éxito de un juego que seguirá dando mucho que hablar en 2021, sin duda.
Haven
Otro de los conceptos que han generado conversación durante 2020 es el de wholesome. Una palabra que podemos traducir a nuestro idioma como saludable o reconfortante. La estética wholesome nos ha dejado juegos centrados en la no violencia, la fraternidad, el cuidado de la salud mental o la empatía. No obstante, Haven, sin centrarse específicamente en ninguno de estos temas, encaja perfectamente con el concepto y nos ofrece una experiencia de lo más relajante, perfecta para empezar el año con la mente despejada y el optimismo recargado. Una historia de amor y ciencia ficción con estética de cómic, a medio camino entre Valerian y Saga, que nos presenta a dos amantes que han tenido que huir de la colonia espacial en la que vivían para poder estar juntos. Aterrizarán en un planeta aparentemente desierto en el que empezarán una nueva vida, aunque, por desgracia, las redes de su antiguo hogar terminarán por alcanzarles. Haven, del estudio francés The Game Bakers, nos habla de la rebeldía y la esperanza, y se apoya en la que probablemente sea la relación de pareja más natural y coherente que hemos visto en un videojuego, a través de dos personajes que se hacen querer.