Hispania Nostra: amar el patrimonio para hacerlo sostenible
Iglesias, palacios, castillos, necrópolis, antiguas estaciones de ferrocarril…España es un país con un patrimonio inigualable, herencia de distintas culturas. Hablamos sobre su protección y las oportunidades que puede generar
España es el tercer país del mundo con más elementos declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Un territorio en el que han levantado edificaciones fenicios, romanos, visigodos y musulmanes; desde necrópolis a castillos pasando por palacetes o conventos. Sin embargo, no todo este patrimonio está en buen estado. No siempre las administraciones pueden garantizar su protección: hay yacimientos amenazados por el abandono y el expolio, iglesias que se caen y asentamientos sobre los que planea la sombra implacable del ladrillo.
A pesar de la dejadez de las instituciones, el patrimonio es un recurso valiosísimo no solo porque narra nuestro pasado, sino porque bien manejado puede generar oportunidades laborales. Una de las organizaciones que vela por su defensa es Hispania Nostra, cuya presidenta recibió, el mes pasado, el Premio Nacional de Restauración y Conservación de Bienes Culturales. Hablamos con Bárbara Cordero, su Coordinadora General, sobre conocer la Historia y amar el patrimonio.
Según Bárbara Cordero, el amor puede salvar el patrimonio. «Todo aquello que no se divulga o no se difunde no se conoce, y lo que no se conoce no se respeta, y lo que no que no se respeta no se quiere, y lo que no se quiere no se ama», argumenta.
Hay de todo. No siempre es una cuestión de vandalismo. Históricamente, la pérdida de patrimonio está asociada a los desastres de la guerra. Las tropas de Napoleón organizaron un expolio sistemático en España, justificado por la teórica preponderancia cultural y artística de Francia. Más tarde, la desamortización de Mendizábal posibilitó lucrativos negocios con obras de arte. Ya en la Guerra Civil, Azaña trató de poner un poco de orden (que ya era mucho) y proclamó que salvar los bienes del Museo del Prado era más importante que salvar la República. Así pasó.
Hoy, la amenaza es, fundamentalmente, la falta de financiación. La sociedad avanza y a veces desdeña la historia que cuentan sus inmuebles. Parques eólicos que amenazan ruinas celtas, estaciones de ferrocarril llenas de pintadas, aparcamientos sobre necrópolis… Otras veces, la alarma salta cuando los valores de un edificio están siendo alterados. Frente al riesgo de desaparición, la asociación Hispania Nostra elabora, desde 2008, la Lista Roja de Patrimonio, un inventario de los edificios en riesgo.
La lista funciona como un altavoz. Bárbara Cordero explica que la lista «está compuesta por un comité científico y es una herramienta espontánea», es decir, que son los propios ciudadanos los que informan de esos elementos patrimoniales que están en mal estado o que sufren algún tipo de riesgo. Una vez que Hispania Nostra da la voz de alarma pueden llegar las soluciones. «En muchos casos se interviene. Aproximadamente un 25% de lo que ha entrado en la Lista Roja ha pasado a formar parte de la Lista Verde», afirma. Esto significa que uno de cada cuatro se salvan. «Nos gustaría que fuera el 100%, pero cuesta mucho llegar a todos sitios».
Por territorios, en la mitad norte de la Península hay más elementos en riesgo que la mitad sur. Galicia tiene 57, Castilla-La Mancha 94 y Andalucía 123. La más afectada, de lejos, es Castilla y León, con 301. Hay que tener en cuenta que esta comunidad ocupa un quinto de la superficie de España y tiene, además, muchas áreas despobladas. Estas cifras contrastan con las 23 de Cataluña o las 17 de País Vasco.
En un mundo acelerado, obsesionado con el presente, las perspectivas no son esperanzadoras. A raíz de la pandemia, algunas administraciones han tratado de rebajar la protección legal de determinados edificios para quitarse trabas a la hora de intervenir en ellos. La justificación era, ha sido y es estimular la economía. Por ejemplo, derruir una fachada histórica para construir apartamentos turísticos. Al fin y al cabo, para hacer una tortilla hay que romper unos huevos.
Para Hispania Nostra, la clave está en el conjugar el estímulo a la economía con el respeto patrimonio. «Hay que hacerlo con mucha sensatez. Justo antes de la crisis ha habido un boom inmobiliario, y eso puede llevar al descontrol. A eso es a lo que tenemos un poco de miedo. Nos aterra que se vuelvan a poner en marcha, para la recuperación de la economía, todos esos planes que afectan al patrimonio».
La experta también señala que hay un montón de patrimonio al que no se le está dando uso, y para hacerlo verdaderamente sostenible hay que encontrárselo. «Si no se usa, el patrimonio al final se pierde. Además, de nada sirven grandes intervenciones si después se cierran».
En esta línea, Hispania Nostra defiende las alternativas al ladrillo, que pasan por «concienciar, concienciar y concienciar». Beatriz Cordero argumenta que el patrimonio se puede concebir como una losa, porque su mantenimiento es costoso, o como una oportunidad para atraer turismo de calidad. Los ejemplos están ahí: la rehabilitación del castillo de Loarre (una joya románica del siglo XI que aparece en la película El reino de los cielos, de Ridley Scott, con Orlando Bloom interpretando a un caballero cruzado) ha funcionado como un «revulsivo tremendo para la comarca»: los visitantes han subido cualitativa y cuantitativamente. Además, la recuperación de esta fortificación ha generado ocho puestos de trabajo, algo que «para municipios pequeños es mucho».
Conoces un extraordinario monumento que se encuentra abandonado, desvencijado y decrépito. ¿Qué hacer? Ponte en contacto con Hispania Nostra para que nuestro Comité Científico estudie si debe formar parte de la Lista Roja del Patrimonio https://t.co/efXlBGF7rr pic.twitter.com/YXZWfFrdP4
— Hispania Nostra (@HispaniaNostra) December 15, 2020
Así, la organización trata de democratizar la idea de patrimonio y llegar a los no convencidos. «Si tú rescatas y consigues poner en valor ese patrimonio, puede convertirse en un motor de desarrollo social y económico». Loarre es un caso esperanzador, pero muchas veces el patrimonio se pierde. Los elementos irrecuperables figuran en la Lista Negra, algo así como un cómputo de las pérdidas.
Para que un edificio no se hunda, se destruya o sus características queden alteradas de manera irreversible, hace falta sensibilización y financiación. Por eso son fundamentales los socios, que pagan una cuota de 100 euros al año. Consecuentemente, explica Cordero, el presupuesto de la organización «es modesto». Hispania Nostra nació en 1976, y actualmente recibe el apoyo de varias fundaciones, como las del Santander o ACS. Así, puede llegar donde el Estado no llega. «Nosotros representamos a la sociedad civil», explica. «Funcionamos, a veces, como una pan-federación, lo que queremos es sumar».
También puede sumar cualquier persona. De hecho, uno de los mayores éxitos es la microfinanciación. Un buen ejemplo es la Iglesia de Fuendeodra, un pueblo de Burgos de menos de 15 habitantes. El abandono había provocado grietas y humedades que podrían haber hecho que el templo se desplomase. Hispania Nostra dio la alerta: se necesitaban, como mínimo 17.000 euros. El crowdfunding logró recaudar más de 40.000.
El problema, señala Cordero, es que las rehabilitaciones hay que hacerlas por fases, y eso es muy costoso. «También es importante conocer, que no sé hasta qué punto se conoce, que hay importantes desgravaciones fiscales. De los primeros tramos, hasta los primeros 150 euros, te desgravas un 75%», detalla.
En el confinamiento, cuando la cultura ganó un cierto prestigio (la angustia de la pandemia se pudo combatir, a veces, con un libro, un disco o una película) Hispania Nostra creó una sección en su web, ‘Rojo sobre verde’, en la que narra la historia de todos los elementos que están en la Lista Roja. «Son relatos, son historias, y te das cuenta de que hay una riqueza tremenda. Vas a cualquier pueblo y descubres historias. Si conseguimos enganchar a parte de la población, ayudaremos en la defensa», explica Cordero.
Una cuestión de identidad
En algunas zonas rurales, los propios vecinos de los pueblos han sido, tradicionalmente, los guardianes del patrimonio local. Señoras y señores que enseñaban la iglesia de su pueblo al visitante, más o menos infrecuente. Ahora, la despoblación también amenaza al patrimonio, porque cuando estas personas ya no estén surgirá un vacío. El relato se perderá. El resto será silencio.
Para la organización es una cuestión de identidad. «Es como el tañido de las campanas, que lo tienes en la memoria pero ya ha dejado de sonar». Con todo, Cordero pone una nota de esperanza: «Con la pandemia se habla mucho del regreso de las ciudades a los pueblos. Ahora bien, lo que hay que hacer es llevar las tecnologías. Lo que no puede ser es que tú quieras trabajar en un pueblo de la provincia de Burgos y no tengas wifi».
Si patrimonio equivale a identidad, España titubea. El tópico afirma que Francia o Italia saben sacarle más partido a este tipo de recursos culturales: más respeto a sus edificios, mejores tiendas en los museos, series y novelas históricas de calidad, más storytelling… «A mí Me da envidia sana», reconoce Cordero. «Tenemos un patrimonio que no tiene nada que envidiar a ningún otro, pero creo que no nos sentimos suficientemente orgullosos de nuestra pertenencia y de nuestra Historia, y eso pasa por un gran desconocimiento». Conocer para respetar. Respetar para querer. Y, si queremos, quizá podamos aprovecharlo.