Una mirada, un acercamiento, el deseado beso. Una luz tenue, una cama increíble, sábanas que se adaptan a los protagonistas de este encuentro subido de tono, la ropa fuera de forma pasional y posiciones en las que los cuerpos encajan a la perfección. Así es el sexo en la mayoría de ocasiones en series, películas e incluso en numerosos relatos eróticos. Idílico, pasional, ardiente.
Pero la realidad es que el sexo puede ser de mil maneras distintas. Puede ser pasional y perfecto en ocasiones, sí, pero también puede ser rutinario, cómico, torpe. Y eso sin hablar de las malas experiencias, de los ‘polvos’ para olvidar.
Para darle un poco más de realidad a las historias sobre sexo, la editora Blanca Berjano decidió, junto con la editorial feminista Ménades, crear Relatos nada sexis, una antología de historias contadas por mujeres, con una perspectiva femenina, sobre las relaciones sexuales.
La idea era «plantear relatos antieróticos, que demostraran una parte del sexo en la que la mujer estuviera implicada y fuera eso, cómico, gracioso, situaciones diferentes, abordar la perspectiva de la sexualidad femenina desde un ámbito nuevo», explica a The Objective María Sánchez, de la editorial Ménades y que ha formado parte de todo el proceso de este proyecto.
«Al fin y al cabo todos sabemos que el sexo no es tan bonito como en las películas, que a veces te caes o te pasan situaciones cómicas y graciosas que luego te ríes y no pasa nada, y también hay que quitarle un poco de hierro al asunto, que esas situaciones las hemos vivido todas», dice Sánchez. «También queríamos darle un poco más de realidad al sexo, que no estuviera tan idealizado, tan mitificado».
Por eso, los relatos de este libro no se centran en un aspecto de las relaciones y cuentan desde historias de insatisfacción hasta las situaciones más cómicas, pasando incluso por alguna de abuso.
«Mi madre de ese tema no hablaba, pero la Merceditas, que era muy espabilada, me dijo que si me relajaba no me dolería y que en las siguientes ya me vendría el gusto. De modo que le hice caso, me tranquilicé para que te despacharas a tu manera». Mª Paz Osorio Lozano narra así una experiencia con la que no son pocas las mujeres que se sentirán identificadas.
«Número Tres lo hacía todo con seguridad, parecía que sabía exactamente lo que quería y cuándo. Una pena que estuviera totalmente equivocado». Dos versiones, de Vanesa Marco, nos traslada a una situación que muchas querríamos no haber vivido.
Y así otras 28 historias, todas narradas por mujeres, cada una con una perspectiva y experiencia diferente y que, «aunque no sean reales, yo creo que muchas están basadas en experiencias que nos han pasado».
Historias que son necesarias porque «todavía hace falta hablar y hace falta educación sexual en general», opina María Sánchez. «Lo que me preocupa es sobre todo la perspectiva de los jóvenes, que no tienen esa educación sexual y obviamente se van a hacer adultos y claro, van a acabar repitiendo lo que hemos hecho los mayores», añade.
Y necesarias también «porque es verdad que faltan esos relatos de mujeres contando sus experiencias, ya no solo de abuso, que las hay todavía, por desgracia, sino contar el sexo desde la perspectiva de una mujer y cómo lo interpreta ella, creo que es una tarea pendiente».
También por esa necesidad de darle voz a las mujeres, las editoras quisieron darle a los relatos un orden con el que «al acabarlo, la sensación fuera como de empoderamiento, como que superamos todo esto y dejar ese relato un poco de víctimas», explica Sánchez. En definitiva, «que cuando alguien lo acabara de leer se fuera contenta, no triste» y recordando que el sexo no es, para nada, como en las películas.
«Porque sabes que coger no siempre va de placer desbordante, gritos contra la almohada o piruetas que terminan con una costilla rota, como te pasó en otra ocasión con tu ex. A veces coger también puede ir de sonreír con incomodidad ante medias caricias, de relajarse entre risas tontas, movimientos abruptos que terminan en golpes y disculpas por tener un pene enorme entre sorbos de chela fría». (Tanit A. Martínez en su relato Bubulubu).