María Alcantarilla: «Sería bueno que hiciésemos un esfuerzo por recuperar nuestra capacidad de asombrarnos»
En ‘El cielo de abajo: la escritura del cuerpo en trece poetas hispanoamericanas’ (Fundación José Manuela Lara, 2021), María Alcantarilla nos ofrece una antología personal que pretende ser rescate, memoria y tesis: la de que los saberes del cuerpo son el lenguaje con que la interioridad del ser se mide con el afuera
Hace unos ocho o nueve años que la poeta María Alcantarilla (Sevilla, 1983) descubre la voz furtiva y el no-estilo de Clarice Lispector y comienza a observar, mirar, y participar de una poesía más orgánica e intuitiva, lejos de aquella que busca un hilo conductor, una argumentación lineal y que se basa en la inteligencia especulativa. Son años en los que en su investigación poética busca en la infancia y la identidad las razones del individuo, que se plasma en libros como Ella: invierno (2014), La edad de la ignorancia (2017, Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola) o Introducción al límite (2019).
A ello se le ha de sumar la exploración de voces más libres, aquellas que desmembran el poema y juegan con el verso y las sonoridades y que comienza a tomar forma de tesis, hace cosa de un año y medio, cuando la poeta sevillana se estaba doctorando. Ésta sería esta algo así como la voluntad de unificar mente orgánica y obra literaria, un intento por abandonar la idea del cuerpo-objeto (aplicado generalmente a lo femenino), para buscar aquello que está larvado. Por ponerlo en términos de la teórica argentina Florencia Garramuño, se trataría de utilizar el concepto de «campo expandido» para indagar en ese espacio donde se esfuma el límite entre cuerpo y experiencia.
Hacer justicia a las voces (femeninas) silenciadas
María Alcantarilla, en tanto que investigaba para su tesis, llegó a reunir las voces de más de 50 poetas hispanoamericanas en las que encontró que sus poemas reflejaban, de alguna forma, esta idea de la verdad dinámica, aquella en la que el filtro de la experiencia incluye a nuestro cuerpo y lo resitúa «como canal y como código no restrictivo entre el ser íntimo de las cosas y el ser íntimo del yo humano», escribe Alcantarilla en su tesis introductoria.
Finalmente hubo de quedarse con 13: Hanni Osssott, Alina Galliano, Ileana Espinel Cedeño, Esther Seligson, Blanca Wiethüchter, Diana Morán, Olga Orozco, Tatiana Oroño, Ana María García Silva, María Eugenia Brito, Mery Yolanda Sánchez, Carmen González Huguet y María Baranda.
Desde Cádiz, ciudad en la que reside desde los últimos cinco años y en la que se desempeña como directora del Laboratorio de Escritura de su Universidad, María Alcantarilla nos cuenta al teléfono que este libro busca «impartir un poco de justicia histórica», que a la vez que se trata de una selección de la obra de estas trece poetas hispanoamericanas que sirve para vertebrar la tesis de la que parte su libro, «hay una parte también de tratar de recuperar la memoria de unas poetas que, de otra forma, hubiesen caído (o seguirían) en el olvido».
Poetas, sin embargo, muy actuales, y libres, que se desentienden de la carga moral, ética e «incluso de los planteamientos artísticos de su época», para crear una obra en la que, contraviniendo al dictum clásico, la carne se hace verbo. Pues, como dice María Alcantarilla: «En el principio está el cuerpo». Y añade: «Es una forma también de desarticular la tradición en el fondo y en la forma; en aquella parte del mundo nos llevan siglos de ventaja, en las libertades intelectuales que se toman. Y después artísticas, no solo con esta antología, sino también con todas las propuestas que nos llegan desde allí». Y continúa: «Quería poner el dedo en la llaga y que reflexionásemos en común sobre cómo imponemos cierto tipo de argumentos o esto que está tan de moda, la tecnocracia de género, el hecho de que a mí me impongan una manera de articular el discurso, habitualmente tan academicista, y, sin embargo, la mujer (o la parte femenina que todos tenemos) use esa manera de hablar y teorizar y no se cuestione».
Para luchar contra esto, Alcantarilla propone 13 poéticas que son como zambullirse en una piscina. Poemas orgánicos, desestructurados, que abordan los temas de manera periférica, bordeándolos. «Todo en ellos son satélites alrededor del propio tema y me interesa mucho su forma de diseminar los temas, de hacernos muchas preguntas», nos dice. Y añade: «estos poemas nos ponen en una posición incómoda, porque nos sitúan en una posición antitética, porque nos confrontan con la lectura lógica a la que estamos acostumbrados». Poemas que quiere Alcantarilla que nos sorprendan, porque «sería bueno que hiciésemos un esfuerzo por recuperar nuestra capacidad de asombro».
Una investigación poética
«El azar ha jugado de mi parte», nos confiesa la poeta sevillana. Pues en la búsqueda de las obras de estas 13 poetas hispanoamericanas, además de la ayuda de universidades, librerías de viejo, compañeros y colegas la propia Internet, el azar ha tenido un papel muy destacado. «Siempre es así en cualquier proceso creativo», afirma Alcantarilla, quien nos confirma que la mayoría del tiempo lo ha empleado en documentarse en intentar engrosar el listado inicial de creadoras para finalmente poder seleccionar las que quedaron en el libro.
Y es que el trabajo más arduo de este volumen no ha sido tanto realizar la selección de poemas que vertebran su tesis, sino más bien la dificultad de acceder a las obras «ha sido una lucha llegar a ciertas ediciones que tuviesen un mínimo cuidado, que respetasen parámetros temporales o acaso fijar los propios versos, que venían en poemas incompletos, incluso con faltas ortográficas». Así, en ese sentido, El cielo de abajo tiene un importante valor testimonial y (casi) arqueológico, de rescate de obras y autoras (casi) inencontrables.
Poesía y fotografía: dos hermanas mellizas
No es extraño que el volumen incluya 13 obras fotográficas de la propia Alcantarilla, pues «creo que la fotografía y la poesía se relacionan íntimamente», nos dice la antóloga. Un poema, a su parecer, se concibe en una base de imágenes, porque si no «sería una abstracción absoluta, y el receptor no tendría forma de agarrarse a él», afirma la poeta, quien también ha trabajado en arte audiovisual, pintura y fotografía. «Creo que si se investigase más en torno a las relaciones que tienen fotografía y poesía ganaríamos mucho tanto poetas como fotógrafos. Creo que la fotografía, a cualquier lector que no está habituado a leer poesía, le ayuda a que se pueda leer mejor. La afinidad o la simbiosis entre poesía y fotografía puede abrir la capacidad de interpretación a ciertos lectores poco avezados o que se empeñan en decir que no entienden la poesía y no la leen. Y de ahí mi afán pedagógico de imbricarlas», nos dice.
Las 13 fotografías de María Alcantarilla que se incluyen en el volumen (en homenaje a las 13 poetas antologadas) «responden a un intento de coloquio con ellas (no responden a los propios poemas), es una decantación o disección del diálogo que yo he mantenido con esas 13 voces y que he intentado transmutarlo o convertirlo en imagen», nos comenta la poeta sobre su obra fotográfica. Y sentencia: «Son imágenes subjetivas de lo que yo he decantado de estas 13 mujeres, cuya obra ha cambiado mi manera de relacionarme con mi parte femenina, para equilibrar mis partes masculina y femenina, y para entender mejor lo femenino».
Esto entronca con la parte profesional actual de Alcantarilla dedicada a la docencia y que gran parte de las poetas antologadas comparten, esa aplicación femenina por compartir, esa voluntad pedagógica, esa forma particular de entender la naturaleza de las cosas. Ello toma forma en los breves perfiles o notas biográficas que Alcantarilla ha escrito para introducir a cada una de las poetas, en las que hay muchos datos de infancia. «Yo creo que todo tiene su semillita en la infancia -nos dice-. La mayoría de cosas vienen de ahí. Creo que entenderíamos mucho mejor las propuestas creativas si supiéramos más cosas de la infancia de las creadoras, saber por dónde ha transitado esa persona y por qué ha llegado a esa propuesta creativa».
Lo expresa a la perfección la mexicana María Baranda cuando dice en su poema Arcadia que: «En mí se nombra la vida por el mundo […] Aquí un recuerdo es parte de un prodigio».