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C Pam Zhang: «Quería reimaginar y reclamar la simbología del Oeste americano»

La escritora llegó a EEUU desde Pekín con apenas cuatro años. Su primera novela nos enfrenta a cuestiones de género, identidad y racismo en un escenario enormemente simbólico: el Lejano Oeste

C Pam Zhang: «Quería reimaginar y reclamar la simbología del Oeste americano»

Cedida por la editorial

Cuánto oro esconden estas colinas ha sido elegido por Barack Obama como uno de sus libros del año, ha quedado finalista del Premio Booker 2020 y es, ante todo, una apuesta arriesgada. Su autora, C Pam Zhang, nació en Pekín en 1990 y emigró con su familia a Estados Unidos cuando apenas tenía cuatro años. Esta es su primera novela.

El Oeste americano, terreno de los pioneros colonizadores y los clásicos del cine western, tradicionalmente apropiado por la mitología estadounidense, se convierte de la mano de C Pam Zhang en escenario para una hermosa fábula con un claro simbolismo político: Lucy y Sam tienen apenas diez años, proceden de una familia de inmigrantes chinos y han perdido a sus padres. Huyendo de la hostilidad de su pueblo minero, emprenderán un viaje a la deriva en una tierra que niega su existencia por razones de raza y género.

Con esta historia de crecimiento y transición a la edad adulta, al más puro estilo Mud (filme que también jugaba con otro escenario típicamente estadounidense: las casas flotantes y los islotes en el río Misisipi), la autora hace de la imaginación de dos hermanas, junto con un simbolismo chino muy presente, su arma más potente para deconstruir la eterna y hostil mitología del Salvaje Oeste.

¿Por qué situar la historia de dos niñas que han perdido a su familia en el Oeste americano? 

Yo siempre digo que no es que decidiera escribir este libro conscientemente, sino que un día me desperté y lo tenía en la cabeza. Y, cuando me puse a trabajar en ello, me di cuenta de que durante mucho tiempo había estado embrujada por California, por esta ilusión del «sueño americano». En ese momento me encontraba viviendo en el extranjero, y empecé a pensar si querría volver o no a California. Surgió entonces una pregunta que me había acompañado toda mi vida: ¿cuál es mi lugar en un país que constantemente me dice que la gente no es como yo, que no se parecen a mí; en un país donde he visto a mi familia perseguir ese mito de que hay igualdad de oportunidades para todos los que trabajen duro? Por otro lado, este libro surgió también por el recuerdo de la figura de mi padre: había fallecido tres años antes de que empezara a escribirlo, de manera repentina, y su muerte todavía me afectaba mucho emocionalmente. 

C Pam Zhang 1
Foto: cedida por la editorial

Desde luego, podríamos decir que el Oeste es el escenario perfecto para hablar de pobreza, de aislamiento. Los lectores pueden sentir todo ese polvo, el hambre y la sequía absoluta; mientras que el océano y el agua constituyen en la novela un símbolo muy potente de riqueza, de hogar. 

Sí, creo que esa es una gran forma de verlo. Una de las cosas que siempre me interesó del Salvaje Oeste es lo extremo del lugar: es una tierra de gran riqueza, fertilidad y color cuando llegan las lluvias, pero también es cierto que, cada año que trabajaba en este libro, había un nuevo incendio en California. Siempre me han encantado los libros de esta tradición: gente normal y corriente que tiene que enfrentarse a este paisaje extremo. Hay algo muy doloroso e increíble en cómo el Oeste puede reflejar y amplificar las emociones humanas.

Has afirmado en otras entrevistas que «la historia escrita y recordada es la historia de los blancos, pero hay mucho que se pierde por el camino». De hecho, estamos acostumbrados a una idealización del Oeste de la mano de norteamericanos, sobre todo hombres blancos, mientras que en tu novela esta imagen mítica del Salvaje Oeste nos la ofrecen dos niñas asiáticas.

Creo que lo mejor, y al mismo tiempo lo más difícil, de trabajar con la perspectiva de estas dos niñas es que los niños ven el mundo de una manera cruda, sin que haya una capa protectora entre ellos y el mundo que les proteja del dolor. Para ellos todo es nuevo, fresco, tan vivo y real que casi duele, y esa era la mirada que quería para observar el mundo. Aunque la novela ha sido clasificada como «ficción histórica», la realidad es que se trata de mi propia mitología, es una historia reimaginada, quería insertar esa sensación de curiosidad y novedad en un paisaje como este. No quería que el lector sintiera que estaba viendo el Salvaje Oeste desde la perspectiva a la que estamos acostumbrados, sino que, por primera vez, se enfrentara verdaderamente a su vulgaridad, su fealdad. Y la mirada de dos niñas me ha ayudado mucho en ese sentido. 

Se ha dicho de tu estilo que recuerda al de los creadores de mitos ancestrales. ¿De dónde crees que procede todo ese simbolismo?

Siempre me han gustado los cuentos de hadas (risas). Cuando era niña los leía mucho, y recuerdo estar obsesionada con las mitologías de cualquier cultura del mundo que pudiera encontrar. También leí la Biblia al completo, que al final es como el texto absoluto de los mitos más deslumbrantes. Creo que lo que me encanta de los mitos y cuentos de hadas de John Roe, por ejemplo, es que, al igual que mi libro, existen en un sitio un poco fuera del mundo y del tiempo: no nombran lugares específicos o fechas, muchos personajes no tienen nombre… Y precisamente esa falta de especificidad es lo que hace que sean universales, porque proyectan nuestras emociones como algo eterno. Creo que era ese sentimiento tan poderoso lo que intentaba conseguir con mi novela. 

C Pam Zhang
Foto: cedida por la editorial

¿Crees que es más eficaz trabajar con símbolos y mitos literarios a la hora de transmitir mensajes políticos, como una denuncia del racismo en EEUU, por ejemplo?

Mmm. Buena pregunta. No sé si es más eficaz, pero es otra manera de tratar el problema. Creo que también es importante poder hablar explícitamente de cuestiones como el racismo, pero una de las bellezas de la ficción es que podemos acceder a las mismas historias y mensajes pero de manera diferente, para que a la gente le llegue como algo nuevo. En el caso de los motivos mitológicos y los símbolos del libro, para mí era muy importante reimaginarlos y reclamarlos. No quería que a la gente le viniera la imagen de un cowboy tradicional cuando leyeran mi libro, que pensaran en un hombre blanco y hetero al estilo de Clint Eastwood (risas). De hecho, hace poco una lectora me hizo el mejor cumplido que podía haber esperado: me dijo que gracias a mi libro ahora se imaginaba a los vaqueros como niños asiáticos, y pensé: «¡Lo hemos conseguido! Hemos reivindicado y reclamado ese símbolo». 

Has asegurado que el mito americano de la meritocracia es absolutamente falso. Como miembro de una familia de inmigrantes cuando llegaste a los EEUU, ¿qué dificultades has encontrado hasta convertirte en la figura intelectual y literaria de referencia que eres ahora? 

Cuando era una niña no era realmente consciente del nivel de racismo al que estaba sometida. Como cultura, América siempre ha sido muy mala reconociendo las distintas formas de racismo que existen. Durante mi infancia, los comportamientos que no eran muy violentos no eran considerados racistas, mientras que hoy tenemos un entendimiento más amplio de lo que es el racismo. Sabemos que también incluye el lenguaje ofensivo o los adjetivos calificativos hacia las personas racializadas, porque todo ello acaba conduciendo a los actos violentos. De hecho, de pequeña tuve una experiencia que es muy común entre los niños asiático-americanos: en vez de definirme como víctima del racismo, trataba de asimilar esa cultura, sacar buenas notas, mantener la cabeza baja y no molestar. De esa manera, pensaba, podría disfrutar de los privilegios que la gente blanca tenía. Obviamente, eso era una mentira y nunca fue posible. 

¿Podrías recomendarnos algún libro o autor/a que hayas leído recientemente y te haya impactado?

Uf, ¿puedo decirte dos? El primero es un libro de poesía, My name will grow wide like a tree, una recopilación de poemas de la autora china revolucionaria Yi Lei, y lo increíble de este volumen es que fue co-traducido del mandarín al inglés por Changtai Bi y Tracy K. Smith, esta última una escritora afroamericana que ganó el Premio Pulitzer y fue nombrada poeta laureada de Estados Unidos. La primera parte del libro es la traducción en inglés y la segunda incluye los poemas originales en mandarín. Los poemas ya son de por sí maravillosos, pero es que todo este proceso de traducción, casi a tres bandas, me ha parecido increíble. 

También estoy leyendo The Night Watchman, de Louise Erdrich, y la verdad es que me fascina la capacidad que tiene Louise de usar el lenguaje de una manera aparentemente simple y sin artificios para acabar construyendo unos pasajes maravillosos.

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