Javier Cámara: «¿Por qué pedimos justificación a la bondad?»
El actor encarna al médico y activista colombiano Héctor Abad Gómez en ‘El olvido que seremos’, la última película de Fernando Trueba
Javier Cámara es todo un maestro a la hora de interpretar «hombres buenos». Personajes empáticos, entrañables y profundamente generosos, como ese profesor de inglés que nos regalaba en Vivir es fácil con los ojos cerrados. En esta ocasión, Cámara se ha puesto en manos de Fernando Trueba para encarnar a Héctor Abad Gómez, médico, profesor y activista por los derechos humanos en un momento histórico tan violento como la Colombia de los años 70, donde sería asesinado por grupos paramilitares.
La película, El olvido que seremos, se estrena este 7 de mayo y está basada en la novela homónima de Héctor Abad Faciolince, hijo del doctor. Veinte años después de la muerte de su padre, Faciolince consiguió finalmente sentarse, reabrir la herida y escribir desde el recuerdo. El autor colombiano asegura que lloró desde que escribió la primera página, y la novela se acabó convirtiendo en un fenómeno de culto en Latinoamérica. Así nacieron las memorias de un hombre bueno.
¿Es cierto que fue el propio escritor quien quiso apostar por ti porque le recordabas a su padre?
Sí, es algo muy curioso, porque yo había leído el libro cuatro años antes y me había encantado. Me lo habían regalado Fernando Trueba y su mujer, y lo había llorado, me había emocionado e incluso lo había subrayado. Cuando me llegó la oferta para hacer la película me quedé como diciendo: pero ¿cómo piensan en mí? Y, cuando Fernando me dijo que Héctor iba a su casa a cenar porque venía desde Colombia, me preguntó que por qué no iba, que así me firmaba el libro y que además él quería decirme algo.
Ya me habían ofrecido la película y yo siempre pensaba que iba a haber una especie de encerrona cariñosa para convencerme. A los dos minutos de conocernos, Héctor me pidió una foto para sus hermanas. Entonces le dije: «Oye, ¿tus hermanas me conocen de algo, de alguna película?». Él me contestó: «No, no, es que ellas se van a quedar muy sorprendidas de lo que te pareces a mi papá. Además es que tú tienes algo como vital que me recuerda mucho a mi padre». Fue un momento muy mágico, Fernando me miró como diciendo: «No tienes escapatoria». Y entonces me animé.
Habéis comentado que El olvido que seremos es una película «sobre un hombre bueno». Tienes una habilidad especial para interpretar personajes empáticos, llenos de humanidad. ¿Cómo se consigue que no caigan en la dicotomía de lo blanco-negro, que no sean un poco simplones?
Son personajes poliédricos también, en la novela se ve que Héctor tiene mucho carácter. Tienes que ser valiente para que en ese momento de tanta violencia en Colombia salgas a la calle con una pancarta, pidas la salud para los pueblos y te enfrentes a los medios fácticos, a la religión, a la derecha, a la izquierda y a todo el mundo, como diciendo: «Bueno, es que lo básico es que la gente coma, que tenga abrigo y agua limpia». Era un hombre que reivindicaba la dignidad de las personas en un momento muy complejo, y evidentemente también tenía que lidiar con una familia numerosa y los problemas en la universidad. Era un hombre poliédrico, tenía muchas caras, pero la principal era la ayuda a los demás. Es verdad que la película habla de un hombre bueno, pero ¿por qué tenemos que justificar la bondad y no le pedimos nunca justificación a la maldad? ¿Por qué hacemos personajes como Hannibal Lecter y no nos importan las razones por las que se come a la gente?
Es como que la maldad es «inexplicable», es tan terrible este personaje que no queremos que nos expliquen por qué es así, ni tampoco interesa. En cambio, le exigimos al hombre bueno que por qué es bueno. Pues porque es bueno, porque es un hombre valiente, porque es un hombre que defiende a los demás, porque la vida está llena de personas buenas y también se merecen sentirse representadas en las películas.
¿Cómo crees que evoluciona la relación entre Héctor padre y Héctor hijo, desde esa idealización propia de la infancia a un inicio de la vida adulta en el que hay cierta decepción y frustración por parte de ambos?
Me encanta. Creo que Freud tenía razón cuando decía que hay un momento en el que tienes que despegarte del padre para ser tú, que tu padre tiene que dejar de ser una figura impresionante para ser alguien que puedas tratar de tú a tú. En este libro pasa, al autor le pasa: hay una etapa de la infancia donde idealiza a su padre, a su madre, al mundo; y luego va descubriendo que el padre deja de lado las tareas familiares para defender a otras personas que al hijo no le interesan tanto. Entonces empieza a surgir esa figura mediática y política a la que su hijo le advierte de que se está poniendo en peligro, se está olvidando de su familia, y no entiende a qué se debe esa ambición, esa desmesura. Son personajes complejos, pero muy hermosos.