Paula Rodríguez: «Me interesa mucho esa condición del habla, que dice más en los huecos que en las palabras»
Causas Urgentes, recientemente publicada por la editorial Alfaguara, es la primera novela de Paula Rodríguez. La historia arranca con una catástrofe ferroviaria. Un accidente con numerosas víctimas y varios desaparecidos: entre ellos se encuentra Hugo Víctor, que es a la vez sospechoso de un caso de asesinato. Una historia vibrante que te atrapa desde sus primeros compases y en la que la autora reflexiona sobre los difíciles equilibrios en las relaciones familiares y el fenómeno de la posverdad, todo ello con una sociedad en descomposición como telón de fondo.
Periodista, editora, escritora, humorista, ghostwriter y activista feminista, Paula Rodríguez es un alma inquieta, un espíritu todoterreno. Actualmente integra el staff de la revista satírica Barcelona y es codirectora de la escuela de periodismo cultural TEA Arte de Buenos Aires. Además, es autora de la saga Guía inútil para madres primerizas junto con Ingrid Beck, y del libro testimonial #NiUnaMenos.
Has sido finalista del Premio Memorial Silverio Cañada al mejor debut en novela negra. Aunque la novela ya tiene cierto bagaje en Argentina, es una novedad en las librerías españolas, ya que ha sido recientemente publicada por Alfaguara. ¿A qué crees que se debe esta conexión inmediata entre tu historia y los lectores?
Creo que, con independencia de mi novela, en este género hay un gancho muy fuerte para los lectores en torno a lo que está podrido, a lo fallido que hay en nuestra sociedad. Además, este tipo de historias atrae a todo tipo de lectores, tanto a las personas que leen todo el tiempo como a aquellas otras personas que leen un poquito menos. Pero, por encima de todo esto, creo que hay algo más fuerte que me ampara y que me abraza y que me da techo, y con esto me refiero al empuje que están teniendo muchas y muy buenas autoras argentinas. Sin lugar a dudas, esa corriente ayuda a que se abra paso una nueva voz.
De hecho, este año habéis estado seleccionadas cuatro escritoras argentinas en la Semana Negra de Gijón, una por categoría.
Cierto. Y el año pasado hubo también tres autoras argentinas seleccionadas.
La novela comienza con una catástrofe ferroviaria y, a medida que vamos avanzando en la trama, vemos cómo los personajes se van aproximando a su vez a otro choque de trenes simbólico. Sin embargo, da la sensación de que una de las apuestas del libro es la de darte a ti misma la libertad de no ceñirte en exclusiva a contar el caso policial. ¿Es así?
Quise hacer el camino contrario al que haría como periodista, ordenándolo todo y registrando cada detalle para luego poder trabajar a partir de eso. Hacer una trama tan lineal e inteligible era algo totalmente contrario a la idea que tenía del libro. Porque no solo quería tener mucho cuidado en la dosificación de la información que le iba dando a los lectores, sino también en cuanto a la forma en que la dosificaba. La gente cuando habla no completa las frases. No lo dice todo y, la mayor parte del tiempo, dice las cosas a medias. En mi trabajo como periodista he podido comprobar esto muchas veces cuando grababa un testimonio. Para mi era muy importante que existiera este realismo en la narración. Reflexioné mucho en cuanto a esta condición del habla, que dice más en los huecos que en las palabras. En cualquier caso, los hechos fundamentales de la trama son perfectamente inteligibles a lo largo del libro y la historia va corriendo y construyéndose en paralelo a las historias de los personajes y sus causas urgentes.
La prensa, casi como un personaje independiente, tiene un papel protagónico en el desarrollo de la trama. En un género literario donde se acostumbra a buscar una verdad oculta, tú le das una vuelta de tuerca y nos planteas la durísima pelea entre unas personas y otras, que tratan de imponer su versión de esa verdad y no la verdad misma. ¿Por qué te preocupa tanto esta cuestión?
Cuando empecé a escribir el libro, hace unos cuatro años, estaba en un momento de mucha frustración con el periodismo. Me sentía en mitad de una crisis de sentido con el discurso informativo y con la cuestión de la verdad. Había como un consenso roto. Podíamos verlo ya de lejos en las redes sociales, con personas que eran capaces de detectar una fake news de forma inmediata, pero que reproducían otras fake news sin mayor problema porque éstas sí coincidían con sus deseos o con su forma de pensar. Todo ello sin que hubiera por debajo un cálculo o un plan, ya que en esos casos nadie se decía a sí mismo «voy a difundir una noticia falsa». Esto apareció en el proceso de escritura del libro inevitablemente. Supongo que las cosas que tienes más a mano van cayendo en lo que escribes sin que te des cuenta y así se van formando los temas.
De hecho, hay muchos y muy variados: la superstición o lo folklórico/religioso en cualquier aspecto de la vida cotidiana, el pluriempleo, el mundo del juego, las jornadas de tuppersex y hasta la fiebre, compartida en España, de las telenovelas turcas. ¿Tu novela es un retrato de la sociedad argentina actual?
No sé si es un fresco de la sociedad argentina, pero sí que puedo decirte que tiendo al realismo cuando escribo, casi como con una especie de compromiso. He de reconocer, en todo caso, que existe algún tipo de azar en cómo se van organizando las cosas. Te pondré el ejemplo de las telenovelas turcas. En principio, para la novela sólo quería utilizar esto como un elemento que mostrara a Hugo, que acaba de sufrir el accidente de tren, y que llama a su mujer por teléfono, pero no le atiende la llamada. Hugo en ese momento piensa que su mujer no le hace caso porque estará viendo la telenovela turca. Durante el proceso de redacción busqué algún video en Youtube de esas telenovelas turcas para familiarizarme con ellas. Son un boom en Argentina y encontré una escena en la que había, precisamente, un hombre tirado en el suelo de la casa de su amante, tratando de llegar hasta un teléfono móvil para llamar a su esposa. De modo que toda esa supuesta planificación literaria muchas veces es solo azar. En cualquier caso, me gusta incorporar elementos que te sirven para hablar de una cosa sin nombrarla.
Pienso en tus anteriores trabajos como La guía inútil para madres primerizas o tu libro #NiUnaMenos. ¿Se puede seguir siendo militante desde el campo de la ficción?
Se puede. Te pondré un ejemplo que se me pasa inmediatamente por la cabeza: Gabriela Cabezón Cámara y su lectura del Martín Fierro con Las aventuras de la China Iron. Yo trabajo con la escritura y creo que a cada mensaje hay que encontrarle una forma. El libro de #NiUnaMenos es un relato coral, son muchas «primeras personas» y hay más de setenta entrevistas. La ficción es otra forma. No creo que pueda despegarme de la activista que soy, y el activismo es otra forma en sí, porque no usas los mismos discursos cuando estás tratando de difundir un mensaje porque estás militando en una causa que cuando estás escribiendo una nota sobre el mismo asunto. Así que creo que es una cuestión de formato. Hay gente que me ha dicho que creía que la novela iba a ser mucho más feminista, porque tienen una idea estereotipada y creen que estoy lanzando consignas todo el día.
He visto en tus redes sociales que eres bastante futbolera. Quería felicitarte por la Copa América, que ganó Argentina hace tan solo unos días.
Al fin se ha roto el maleficio de la generación de mi hijo, con el que he visto como ochenta y nueve finales sin que ganáramos ni un solo título.
¿Qué es lo próximo?
Aquí en Argentina trabajamos en veinte cosas al mismo tiempo, pero puedo contarte que ya estoy trabajando en una siguiente novela.