Un recorrido por la historia criminal y revolucionaria de Barcelona con Jordi Corominas
Los crímenes son la punta del iceberg de las tensiones sociales, económicas y políticas de una sociedad dada, en un momento concreto. Es lo que nos explica Jordi Corominas en ‘La ciudad violenta’ (Península, 2021), un recorrido por los más destacados y más traumáticos eventos de los dos últimos siglos de la Ciudad Condal
Podríamos afirmar que, este libro que nos traemos entre manos, se origina hace más de veinte años, en Italia. Jordi Corominas estaba de Erasmus en Roma, ciudad en la que se quedaría varios años más. Allí descubre la crónica negra italiana, y se da cuenta de cómo el crimen se relaciona con la interpretación histórica del momento y cómo se valora éste desde una perspectiva social; así, se entiende cada asesinato en función de la época en la que se produce. Inferir que toda transgresión de la norma legal sirve para entender las particularidades de un momento histórico es la simiente de este ensayo.
Con el tiempo, Corominas iría dándose al largo aprendizaje del manejo de las fuentes. Y, poco a poco, vincularía su interés por los crímenes con el interés por su ciudad, Barcelona, y con su pulsión literaria. Los dos mojones que le habrían de marcar el camino fueron la antología Matar en Barcelona (Alpha Decay, 2009) y el libro Barcelona 1912: El caso de Enriqueta Martí (Sílex, 2014). Estos dos libros le permiten asimilar que no sólo es la crónica negra lo que evidencia las tensiones de una ciudad, sino también la violencia política que la atraviesa, y que ambas cosas están perfectamente imbricadas. Como apunta Ignacio Martínez de Pisón en el prólogo: «Cada episodio de violencia no es sino un síntoma de una patología o un malestar previo de la sociedad, el espasmo con el que esta trata de sacudirse un dolor oscuro».
También aprende Jordi Corominas cómo es el periodismo quien quiere «generar sangre con más sangre y tiene la necesidad de crear relatos que no son verdaderos». Eso se le hace muy presente con el caso de Enriqueta Martí, la mal apodada Vampira del Raval, a quien se acusaba de secuestro, proxenetismo y asesinatos en serie de niños, pero de quien solo se pudo probar que había secuestrado a una niña. Y, ello, se podía explicar por varios factores que Corominas desvela en este libro: la enfermedad mental, el cáncer de útero, el analfabetismo y la pobreza. Ya tenemos un tercer elemento: el periodismo como generador de bulos.
Falacias, tergiversaciones y otras mentirijillas
Para desmontar ciertos relatos, nos cuenta Jordi Corominas en un mediodía barcelonés, en una terraza de l´Eixample, que ha tenido la necesidad de buscar todas las fuentes, de hacer un vaciado completo de todos los archivos existentes y a su disposición. Se trata de absorber todos los materiales y tratar de dar una visión propia, pero, por sobre todo, saber leer entre líneas. Porque hay mucho del ambiente social y las tensiones políticas e intereses mercantiles de un determinado momento histórico que se han de leer detrás de lo que queda escrito, en los intersticios.
Y es que, nos dice Corominas: «Quien emite la definición de violencia es el periodismo normalmente. El periodista es quien transmite la información y quien se inventa el relato». De ahí la importancia de poner en entredicho lo que se publica, de no creer a pies juntillas (todo) lo que se dice. Y es que justo con el caso de Enriqueta Martí, a quien nos referíamos antes, se abre la veda en España para el amarillismo en el periodismo de sucesos. Hay una anécdota clarividente a este respeto y es que, ante la evidencia de los análisis del equipo médico que trataba el caso de que los huesos encontrados en casa de Enriqueta Martí no eran de niños (como se había afanado la prensa en afirmar), los periodistas se quejaron agriamente a los médicos, acusándoles de arruinarles el relato y fastidiarles la venta de diarios.
En última instancia, la creación del relato también cumple una función de orden social, así, por ejemplo, también en este caso (pero es extensible al resto de los que se relatan en el libro), escribe Corominas que «la criminalización de una mujer del lumpenproletariado pone en el mismo saco a todos sus semejantes». Ya saben, si una mentira se perpetúa, llega a ser verdad. Ahí se fundamente este mito y tantos otros de la crónica negra.
Violencia, las violencias
El libro de Corominas cubre los dos últimos siglos de la historia de Barcelona. Comienza con las primeras bullangas (revueltas populares de signo liberal) y concluye con el procés. Nos cuenta el autor que él estructura mucho las cosas antes de escribirlas, también en sus libros de ficción. Porque así «luego puedo volar libre». Tenía claro entonces que el libro debía tener tres partes. Una primera en la que él fungiría como historiador, en la que se ciñe mucho a los datos, ya que se trata de relatar la violencia política que va desde 1835 hasta 1939, y tiene un carácter mucho más colectivo. La segunda parte (1929-1991) es la parte criminal y de ella le han podido hablar ya ciertas personas mayores que siguen vivas. «Son crímenes que tienen una raíz popular muy acusada», nos dice, y por ello es un tramo del libro acaso más costumbrista. La tercera parte, la más contemporánea, abarca desde 1993 a 2019. Es una parte que ya se trata en primera persona, pues en ella se imbrica el archivo con la memoria del escritor y sus propias vivencias. «El libro se va acercando porque yo me acerco», observa Corominas.
La ciudad violenta trata las muchas violencias que nos atenazan: la violencia mental, la social, la política, la económica, la inmobiliaria y la turística, así como la violencia que pretende omitir el pasado. Está planteado de manera cronológica, por décadas, «para entenderla mejor y ver cómo evoluciona. Los crímenes de cada década permiten definir perfectamente a la ciudad», afirma Corominas, quien también cree que, con los años, la crónica negra se ha vuelto un tanto frívola. «Parece que da miedo tratar entrelíneas los casos. Y, además, no siempre se hace un buen seguimiento». Los casos más recientes, a diferencia de aquellos del s.XX, parece que sean menos relevantes o que acaso se olviden con mayor facilidad. Dice Corominas que «ahora tenemos una información tan constante que es imposible que haya casos muy emblemáticos; antes todo iba mucho más lento». En lo que sí coinciden los crímenes de antaño con los de hoy día, opina Corominas, es que «nuestra época es muy de mitificar, se prefiere una mentira si con ello se consigue un buen relato que no una verdad a la que le falte chicha».
Gracias a la investigación de La ciudad violenta, nos dice Corominas que ha sido capaz de desmentirse a sí mismo creencias que tenía muy arraigadas y que son totalmente falsas. «Por ejemplo, como que en los años cuarenta no se mata. Pero es mentira. Es mentira que la prensa no hablara de los crímenes. El lector de aquella época estaba al corriente».
Históricos Anónimos
Además de escritor, poeta, colaborador de radio y articulista, este pasado verano Jordi Corominas se lanzó a su primera experiencia televisiva: Históricos Anónimos. Entre el 12 de junio y el 31 de julio, cada sábado a las 18:00h en TVE2 se emitieron un total de 8 capítulos de 45 minutos de duración. El programa estaba presentado por el mismo Corominas y dirigido por Lorenzo Gallardo. Su cometido era el de «recuperar eventos olvidados». Y, como nos dice el escritor barcelonés, «no es nada raro. Lo que hago en la tele es lo mismo que yo escribo. Es una coherencia de obra». Encontrará, así, tanto el lector de La ciudad violenta como el espectador de Históricos Anónimos, concomitancias entre ellas, particularmente con los eventos de la Semana Trágica de Barcelona, sucedida entre el 26 de julio y el 02 de agosto de 1909, pues se relatan estos hechos luctuosos en ambos soportes. Sobre el particular, nos dice Corominas que «fue la primera vez en 45 años de democracia que en la televisión pública alguien se atrevía a tocar ese tema. Me parecía que era muy necesario». Los telespectadores secundaron la propuesta, y así el programa, conocido en twitter como #HistóricosBarcelona, obtuvo un share del 3%. En algunos de sus otros programas, la serie llegó a alcanzar el 4% de share y unos 350 mil espectadores.
Preguntado sobre las relaciones entre la escritura, los guiones y la historia, Jordi Corominas concluye nuestra charla afirmando que es escritor más que historiador, «la literatura te da fluidez y ligereza, y así puedes hablar de cosas densas y dar tu propio enfoque. Soy un escritor que se interesa por la política». Y eso se nota tanto en Históricos Anónimos como en La ciudad violenta, dos obras cuyo mayor afán es el de poner luz sobre aquellos eventos silenciados o contados a medias y que, como dice Ignacio Martínez de Pisón, «puestos uno detrás de otro, se nos presentan todos cargados de sentido histórico, porque revelan algo del cambiante Zeitgeist barcelonés».