Esta es la historia de los hombres torpedo que inspiraron a Arturo Pérez-Reverte
Los buzos de la Décima Flotilla Mas se enfrentaron a acorazados y portaaviones de la Royal Navy en Gibraltar, Malta o Alejandría. La novela, ‘El italiano’, se inspira en la aventura de estos hombres
Septiembre de 1941. Gibraltar. Tres enormes explosiones echan a pique a los petroleros Denbydale, Fiona Shell y al carguero armado Durham. El portaaviones Ark Royal se salva de milagro. Entre las olas del Mediterráneo, alcanzando las aguas españolas, emergen las figuras de seis buzos de combate italianos. No era el primer ataque a la Roca, pero sí el primer gran éxito, preludio de una serie de operaciones heroicas, o suicidas, en las que unos pocos hombres lograron hundir casi tantos barcos como el conjunto de la armada italiana durante toda la Segunda Guerra Mundial.
La metodología de combate se había ido depurando a lo largo de varios meses, tras diversas incursiones que acabaron suspendiéndose o fracasando por diversos motivos. El submarino Sciré había zarpado del puerto italiano de La Spezia transportando tres torpedos transformados para ser conducidos por los buceadores como si fuesen caballos submarinos. Eran los llamados SLC (Siluri a Lenta Corsa) o «maiali», «cerdos», como los apodaban sus tripulantes. En Cádiz, donde los italianos tenían un buque cisterna como base de operaciones, el sumergible recogió a ochos buzos, dos por torpedo más dos de reserva.
De más de 7 metros de largo, los pequeños sumergibles transportaban unos 200 kilos de explosivos, que se desprendían del «maiale» y se pegaban al barco enemigo. Un temporizador permitía la huída previa a la detonación. Hasta llegar al objetivo, los buzos montaban los torpedos a horcajadas y navegaban a baja profundidad, pues tenían que sacar la cabeza del agua cada cierto tiempo para corregir el rumbo. Contaban con un equipo de respiración autónoma inventado para la ocasión, que proporcionaba oxígeno sin expulsar burbujas que los pudiesen delatar.
El italiano, nueva y exitosa novela de Arturo Pérez-Reverte, rescata esta historia bélica, la más asombrosa de la guerra en el Mediterráneo, a través de la mirada de Elena Arbués, una librera de La Línea que, en uno de sus paseos por la playa, da con el cuerpo desfallecido de uno de esos buceadores. Entre ellos surgirá una historia de «amor, mar y guerra», cuyos detalles históricos, con las naturales licencias creativas, muestran a la perfección las gestas del grupo Osa Mayor de la Décima Flotilla de Medios de Asalto Submarino (MAS) de Italia, que operaron en la Bahía de Algeciras entre septiembre de 1940 y agosto de 1943 hundiendo unos catorce buques aliados.
Creta y Alejandría
Antes del ataque mencionado, los hombres de la flotilla ya habían obtenido algunas victorias, igual de temerarias, en otras zonas del Mediterráneo. Con sus lanchas kamikazes, cargadas con 300 kilos de explosivos cada una, habían atacado a los barcos ingleses anclados en la bahía de Suda, en Creta. Una vez llegaron al puerto cretense, tras pasar las redes antitorpedo, los pilotos pusieron rumbo de colisión hacia los barcos enemigos, saltando cada uno de su lancha a solo 150 metros de los navíos. Así dañaron seriamente al crucero HMS York, a dos petroleros y a un mercante.
Tras el triunfo de Gibraltar, los «cerdos» tuvieron su acción más famosa en Egipto, en el puerto de Alejandría, donde dejaron fuera de combate a los acorazados HMS Queen Elizabeth y HMS Valiant, dos de los barcos más potentes de la Royal Navy en el Mediterráneo. La propaganda fascista aprovechó al máximo estas acciones.
Ésta es la ilustración completa que hizo @DalmauFerrer para la portada de «El Italiano», que sale en septiembre. Y miren que conozco a Augusto desde hace años, pero me sigue asombrando, cada día, su enorme talento. pic.twitter.com/20JVm21Xge
— Arturo Pérez-Reverte (@perezreverte) July 17, 2021
El Olterra
Tras los torpedos tripulados y las lanchas kamikazes, en Algeciras los italianos dieron una vuelta de tuerca a su estrategia, creando un caballo de Troya naval que servía de guarida para sus «maiali». Los británicos, desconcertados, no acertaban a averiguar de dónde provenían los ataques submarinos que mermaban su flota a pesar del celo que ponían en la custodia de puertos y navíos.
Y es que los ataques procedían del Olterra, un barco transalpino abandonado en el puerto de la ciudad andaluza. Desde un compartimento secreto de sus bodegas, los italianos, que recibían los suministros a través de España, hacían partir los torpedos con rumbo a Gibraltar, a unos pocos kilómetros. En tierra los militares se cobijaban en Villa Carmela, una casa propiedad de una española casada con un ciudadano italiano.
Entre otras operaciones, en septiembre de 1942 los buzos atacaron a los portaaviones Formidable y Furius pero, a pesar de hundir al vapor Ravens Point, los portaaviones se salvaron y las defensas británicas acabaron con la vida de cinco submarinistas de combate.
En mayo de 1943 lograron minar los buques mercantes Pat Harrison, Mahsud y Camerata. Los ingleses tuvieron que acabar hundiéndolos. En agosto, en una de sus últimas acciones, lograron hundir al petrolero Harrison Gray Otis, cayendo uno de los buzos prisionero.
Solo un mes después, el nuevo gobierno italiano de Pietro Badoglio firmaba un armisticio con los aliados y los ingleses remolcaban el Olterra a Gibraltar, descubriéndose la base secreta que había cobijado a los artefactos. Por entonces, los italianos ya tenían preparado el prototipo de un nuevo torpedo tripulado: El Siluro San Bartolomeo, con el que pretendían atacar el puerto de Nueva York. La rendición y la posterior invasión alemana de Italia evitó esta nueva empresa suicida.
Teseo Tesei, el inventor del «maiale», tras sobrevivir a varios naufragios, había muerto finalmente en uno de los ataques a Malta. Un solo marino contra moles gigantescas erizadas de enormes cañones de acero. Valentía y patriotismo, por encima de ideologías políticas, de unos hombres que desafiaron a un imperio.