'La gran ola', una tragicomedia sobre el turismo colonizador
Conversamos con Albert Pijuan acerca de ‘La gran ola’ (Sexto Piso, 2021), una novela sobre el turismo, la impunidad y la naturaleza como última posibilidad
«Al final, de lo que se trataba era de reírnos de nosotros mismos: nos quejamos de las consecuencias de los turistas que vienen, pero, al mismo tiempo somos turistas también nosotros cada vez que salimos al extranjero», comenta Albert Pijuan, cuya novela originalmente escrita y publicada en catalán, Tsunami, acaba de ser espléndidamente traducida al castellano por Rubén Martín Giráldez. Con el título de La gran ola y de la mano de la editorial Sexto Piso, la novela ganadora del Premio Nacional de la Crítica de Narrativa en catalán es una obra en torno al turismo, a ese turismo colonizador que canibaliza los paraísos naturales de países económicamente depauperados, pero también a ese turismo del simulacro, que tanto seduce a los consumidores occidentales.
Asimismo, La gran ola es una novela sobre las élites, así como sobre la imprevisibilidad de la naturaleza, la única fuerza capaz de hacer frente a todo orden social y económico. «Solo la naturaleza puede hacerle cosquillas al capital», reconoce Pijuan que, tras el aplauso unánime en Cataluña, llega así al público lector en español que todavía hoy tiene al alcance muy pocas traducciones de la literatura actual catalana, «por no hablar de la gallega o la vasca −comenta Pijuan− su situación es todavía peor».
«Las obras de literatura catalana que se traducen no dejan de ser excepciones a la norma»
Para el escritor y dramaturgo «son muchos los autores catalanes actuales que merecían ser traducidos y me refiero tanto a obras de alto nivel literario como a obras con la vocación de llegar a un público amplio». Si bien es cierto «que se están dando pequeños pasos, aunque todavía queda mucho por hacer. Las obras de literatura catalana que se traducen no dejan de ser excepciones a la norma». Además, añade, la traducción al español es también importante porque es el peaje que hay que pagar para poder llegar a otras lenguas. «No siempre es así, pero, sin la traducción al español, dependes mucho de los traductores del catalán a otros idiomas, porque los ojeadores se fijan en el mercado en español principalmente. Por esto digo que debería traducirse más: hay muchas obras que, al no traducirse, terminan por no circular en otros idiomas, si bien tienen todo el nivel para hacerlo», concluye.
El tsunami o cuando los dioses se interponen en el camino
Como Edipo, tampoco los tres protagonistas de La gran ola pueden escapar de lo que hicieron en Sri Lanka, cuando junto a sus familias, grandes empresarios hosteleros, estaban viendo las posibilidades de convertir aquel país, un paraíso natural asediado por una guerra civil, en destino para turistas occidentales. Conscientes de su pertenencia a una élite económica y creyéndose impunes, un hecho, que ni tan siquiera ellos pueden nombrar y que solo se desvelará al final de la novela, marcará sus vidas, persiguiéndoles como le persigue a Edipo el asesinato de su padre Layo.
«Al inicio, puede parecer una historia católica, pero al final se revela una tragedia griega», sostiene Pijuan, para quien «parte del problema de los tres personajes es que no pueden poner nombre a lo que ha pasado porque no lo saben. A partir de ahí, cada uno hace su lectura y se cuenta a sí mismo una versión de los hechos». Es solamente al final, cuando el escritor nos revela lo que realmente ha sucedido que la novela, en lugar de «adoptar los tintes de una historia redención propia de una americanada, da un giro y se convierte una tragedia griega total: aparecen los dioses para intervenir en el destino y desaparece toda posibilidad de perdón y de redención».
«Al inicio, puede parecer una historia católica, pero al final se revela una tragedia griega»
Reconoce Pijuan que «es más un deseo que una posibilidad real», pues basta leer las noticias para darse cuenta de que las élites «nunca pagan, pase lo que pase». Pero si pensamos en la literatura como ese lugar donde imaginar mundos posibles, ¿por qué no fantasear con un mundo en el que los dioses y de la naturaleza que ponen a todo el mundo en su lugar?
«Lo que sucede es que para los tres primos paguen por su hecho, todos tienen que pagar. Al final, la palma todo el mundo», contesta el escritor, que haciendo énfasis, al mismo tiempo, que, si bien sin esa voluntad de enmendar los actos humanos propia de los dioses griegos, la naturaleza, en su carácter imprevisto e incontrolable, es capaz a veces de redefinir el rumbo de los acontecimientos. De hecho, «la novela surgió del tsunami de Sri Lanka, que tuvo lugar en 2004, cuando el país está inmerso en una guerra civil: gracias o por culpa del tsunami, el conflicto pasó a un segundo plano, hasta que se diluyó y llegó a su fin con la firma del tratado de paz. Si no hubiera habido el tsunami, quizás, todavía seguirían en guerra. Solemos asociar las manifestaciones naturales con los desastres, pero, quizás, en determinadas circunstancias, la naturaleza es la última posibilidad que tenemos para enderezar las cosas».
La industria turística
El tsunami de 2004 se llevó por delante muchas vidas. Arrasó viviendas y sus habitantes, que ya tenían poco, se quedaron sin nada. Azotó a los más desfavorecidos, pero también golpeó a las infraestructuras hoteleras llenas de turistas del primer mundo. «Lo que hemos visto en este último año es que lo único que puede plantar cara al capital es la naturaleza: volcanes, huracanes, tsunamis o pandemias mundiales…. estas son las únicas fuerzas que consiguen hacerle frente al capitalismo», insiste Pijuan, que con humor tragicómico –«el humor es una forma de resistencia, para no caer en la derrota. Es el reír para no llorar»– reflexiona sobre las contradicciones del turismo, del que todos participamos y del que todos nos quejamos al ver las consecuencias que tiene en nuestras ciudades.
«Volcanes, huracanes, tsunamis o pandemias mundiales. Estas son las únicas fuerzas que consiguen hacerle frente al capitalismo»
Es precisamente nuestra animadversión a lo que significa ser turista lo que nos lleva a renegar de él; no nos reconocemos tras esta etiqueta, porque «sabemos que el turismo es una lacra», apunta Pijuan. «Por esto nos definimos como viajeros, decimos que lo que buscamos son experiencias nuevas en lugares nuevos… Los eufemismos son muchos, pero, al final, lo que hacemos es turismo».
El turismo nos sitúa en una contradicción constante: por un lado, está la conciencia de las consecuencias nefastas de una industria que no ha dejado de crecer y, por el otro, el hecho de que formemos parte de dicha industria e, incluso, desde un punto de vista económica, de que necesitemos de ella. No hay que olvidar, añade el escritor, que «el turismo es para nosotros un motor económico, una industria de la que viven un 30% de la población. Durante la pandemia, de hecho, vimos las consecuencias económicas y laborales que tuvo para muchos la ausencia de turistas en la ciudad».
La gran ola, asimismo, nos recuerda que no hay un solo modelo turístico: los resorts de lujo en lugares paradisiacos son el resultado de ese turismo colonizador que ve, como lo hacen los tres protagonistas de la novela, en los países con economías tercermundistas la posibilidad de hacer negocio, creando «burbujas autistas con respecto al entorno» y explotando tanto las riquezas naturales del territorio como la mano de obra. Pero hay también otro tipo de turismo, «el de cartón piedra, tan bien representado por Marina D’or» y que lo que ofrece es una experiencia falsa. «Se trata de una simulación, concepto propuesto hace algunos años por Ballard y que sigue muy vigente, sobre todo, en el campo turístico. Basta pensar en el resort temático, que es algo no solo muy delirante, sino también muy simbólico de este mundo contemporáneo, donde la simulación de vida es una constante y no solo en el plano turístico».
Turismo negro
Todo es susceptible de convertirse en objeto de consumo. Y, en el ámbito turístico, no hay producto más demandado que el de las «experiencias» que, matiza Pijuan, son todas falsas, son «simulaciones. Responden de ese deseo de abrazar la alteridad, pero tímidamente y siempre a través de una mediación, consciente de que uno volverá a casa y retomará su vida como siempre».
«Cualquier cosa puede caer dentro de las zarpas de la monetización»
Y ahí están las excursiones a la zona exclusión de Chernóbil, pero también, añade Pijuan, «los falsos retiros tibetanos o la posibilidad de vivir como un preso de Guantánamo durante un fin de semana». Es el dark tourism, la prueba más evidente de cómo «cualquier cosa puede caer dentro de las zarpas de la monetización. Hay que señalarlo, pero no sé si se puede hacer algo… Como escritor, lo que sí te puedo decir es que los que nos dedicamos a la ficción cada vez lo tenemos más difícil, pues ¿cómo superar este delirio y este ridículo extremo de quien se va de turista a Chernóbil y, luego, si vuelve a casa radiactivo o con un tumor en las tiroides, demanda a la empresa?» Pero ya lo dice el dicho: la realidad siempre supera la ficción. Entonces, concluye Pijuan, «a los escritores lo que nos queda es mejorarla y tener, aunque sea a través de la escritura, la última palabra».