Grotto, sobre la comunicación y las constelaciones vacías
En ‘Grotto’, somos un chamán con el cometido de interpretar las constelaciones. Una tarea que refleja lo difícil que es la comunicación interpersonal
Hay varias maneras de mirar a Grotto, el juego más reciente del estudio español Brainwash Gang, disponible desde el pasado 26 de octubre. Como videojuego al uso, está estudiado al milímetro para ofrecer una eficiencia absoluta. No parece haber mecánicas superfluas ni se desperdicia un solo rincón del espacio en el que nos movemos, la gruta que da nombre al título. Nos encontramos en un loop perfecto: recibimos una pregunta, escogemos nuestra respuesta, la entregamos, obtenemos un resultado, y vuelta a empezar. Una economía de diseño que funciona como un reloj y que viene heredada de su prototipo inicial, creado en pocos días, allá por 2018, para poder presentarse a las becas que AEVI —la Asociación Española de Videojuegos— ofrecía a ideas innovadoras o experimentales.
Pero Grotto es, en realidad, un juego sobre la polisemia, o más bien sobre la ausencia de sentido. Nuestro papel es el de un chamán al que visitan en su gruta los miembros de una tribu, los Brutos —todos ellos animales antropomorfos, la marca de la casa de Brainwash Gang—, con la esperanza de obtener predicciones sobre diversas cuestiones que les afligen. Debemos leer las estrellas a través de una claraboya en la bóveda de piedra, crear constelaciones con ellas y ofrecerlas a los visitantes como respuesta a sus preguntas.
Como decíamos antes, es una mecánica que se asimila muy rápido, en la que se insertan de vez en cuando pequeños añadidos, pero que en esencia sigue siempre el mismo ciclo. Igual de fácil puede parecernos contestar a los miembros de la tribu, cuyas tribulaciones son, al principio, nimias. Las constelaciones no tienen un significado claro sino más bien simbólico, expresado a través de refranes o dichos. Pero nosotros entendemos bien lo que queremos transmitirles con ellas… o eso pensamos.
Es arrogante e iluso creer que la comunicación interpersonal funciona así. No importa lo seguros que estemos de la constelación que hemos elegido o de lo que queremos decir: la interpretación de nuestro interlocutor, y las acciones que tome en consecuencia, serán casi siempre diferentes y ramificarán la historia por senderos que no esperábamos… y que no deseábamos. El elemento que subyace tras la estructura aparentemente simple de Grotto, la mecánica que tendremos que aprender a dominar más que ninguna otra, será la de convivir con nuestros errores y nuestra impotencia.
El elemento que subyace tras la estructura aparentemente simple de Grotto será la de convivir con nuestros errores y nuestra impotencia
Ninguna elección parecerá acertada, sobre todo cuando tengamos que escoger entre distintos males necesarios, o entre dos personajes antagónicos, a sabiendas de que la verdadera respuesta se encontraría en un término medio al que no podemos acceder. Somos observadores externos y debemos lidiar con la frustración y el remordimiento en soledad, sin descanso alguno: el bucle que al principio nos aportaba la seguridad de comprender el mundo se convertirá pronto en una prisión, y nos veremos ahogados por el deseo de escapar o romperlo de algún modo.
Llegará un momento en que lo hagamos. Aunque la trama cuenta con distintos giros, el verdadero punto de inflexión en la historia se produce cuando decidimos tomar partido por primera vez. Abandonar nuestra posición pasiva e influir en el destino de la tribu revelando una información que puede llevarles a la ruina o a la salvación. Y, de nuevo, seremos nosotros quienes nos veamos con la responsabilidad de inclinar la balanza a un lado o a otro. Porque, hagamos lo que hagamos, las constelaciones seguirán ahí, guardianas de una sabiduría fuera de toda duda, y nuestros visitantes seguirán aferrándose a encontrar sentido y bendición en ellas. Un significado que no solo se revelará vano, inconsistente, sino que incluso cambiará radicalmente dependiendo de los acontecimientos.
Grotto se presenta como un juego marcadamente nihilista, teniendo en cuenta lo mucho que se esfuerza en dejarnos claro que no cree en designios, augurios o dioses, y que tenemos un control muy escaso sobre el curso de nuestras acciones. Sin embargo, mientras nuestra mentalidad de chamán nos dice eso, serán las pequeñas victorias de nuestros visitantes, en sus historias particulares, las que nos otorgarán algo de esperanza. Puede que nuestras constelaciones sean burlonas y de significado esquivo, pero incluso la respuesta más vaga puede otorgar una felicidad efímera. Es, también, una reflexión amarga sobre las luces y las sombras de cualquiera forma de régimen político y la imposibilidad de alcanzar ese ideal al que todos quieren aspirar.
No es una experiencia fácil en lo emocional, pero el conjunto resulta fascinante. Pese a ese velo de tragedia que lo recubre todo y la tensión a la que nos somete en cada decisión, su potencia narrativa y lo hábil de sus diálogos harán que nos resulte muy difícil salir del bucle. Merece la pena asomarse a su espiral, si somos capaces de tragarnos la frustración y, más de una vez, las lágrimas.