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Cristina Cifuentes, la credibilidad hecha añicos

Cristina Cifuentes es la imagen de la política luchadora ligada a su eterna sonrisa, que se presenta a sí misma como adalid de la transparencia, palabra que le gusta usar en cada intervención que hace. Pero su imagen ha quedado empañada, su sonrisa congelada y su credibilidad cuestionada, porque si por algo destaca el escándalo de su famoso máster en Derecho Público del Estado Autonómico en la Universidad Rey Juan Carlos es de falta de transparencia

Cristina Cifuentes, la credibilidad hecha añicos

Cristina Cifuentes es la imagen de la política luchadora ligada a su eterna sonrisa, que se presenta a sí misma como adalid de la transparencia, palabra que le gusta usar en cada intervención que hace. Pero su imagen ha quedado empañada, su sonrisa congelada y su credibilidad cuestionada, porque si por algo destaca el escándalo de su famoso máster en Derecho Público del Estado Autonómico en la Universidad Rey Juan Carlos es por su falta de transparencia, por no hablar del misterio que rodea el Trabajo Fin de Máster (TFM) presuntamente realizado en 2012, que no aparece por ninguna parte pero que Cifuentes dice que existe y que lo sigue buscando, como si fuera el Santo Grial.

“Vengo a defender mi honor”, dijo Cifuentes, todavía presidenta del gobierno de la Comunidad de Madrid, todavía presidenta del PP de Madrid, durante su intervención en la Asamblea de Madrid en un pleno extraordinario celebrado para explicar las supuestas irregularidades en torno al famoso máster. No, no se trataba de defender su honor sino de ofrecer explicaciones convincentes que rebatieran todas y cada una de las acusaciones de fraude, de la posible connivencia entre una universidad y una dirigente política.

«Separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su cv o su cualificación profesional o académica», dice el punto 3 del acuerdo de Cs y PP en Madrid.

 

El escándalo del máster no ha hecho más que empezar. El pleno de la Asamblea sólo sirvió para constatar que hay muchas preguntas sin contestar y que la líder del PP no aclaró. Un PP que aún habla de ella con su nombre y apellido. Cristina Cifuentes aún no se ha convertido en «esa persona a la que se refiere”, “esa persona de la que me habla”, frases tan recurrentes entre los altos cargos cuando alguien del partido cae en desgracia, bien sea por una Gürtel o una Púnica. Quién sabe si el dichoso máster en la Universidad Rey Juan Carlos que sobrevuela sobre Cifuentes desde el 21 de marzo, no acabará borrando su nombre y apellido entre los miembros del partido en el que milita desde que era una joven madrileña. Con 16 años ya tenía claro que lo suyo era Alianza Popular, el partido que dirigía Manuel Fraga y que se transformó en el actual Partido Popular.

El enemigo en casa

Cifuentes es un cadáver político que tardará más o menos en descomponerse, ha quedado desacreditada, el daño está hecho. Ahora sólo falta saber cuánto tiempo se mantendrá al borde del precipicio. El caso del máster ha acabado con su credibilidad – y de paso se ha llevado por delante la de la Universidad Rey Juan Carlos, un centro ligado al PP desde su creación-. Da igual que ahora aparezca el famoso Trabajo de Fin de Máster (TFM) por arte de birlibirloque; da igual que sea la universidad la que haya manipulado la documentación relacionada con el máster de Cifuentes o, como dice la afectada, haya cometido un “error de transcripción”. Todo da igual porque la credibilidad de Cifuentes está ya más que tocada.

Con una trayectoria ascendente en política, a punto de cumplir 54 años, es cierto que Cifuentes ha demostrado tener la piel muy dura, que ha sabido salir indemne de otras batallas y llegar a donde está, en un partido en el que las enemistades entre facciones son de sobra conocidas. Tanto es así que la propia Cifuentes no cree que esto del máster sea tanto cosa de la oposición de izquierdas, que también, como de quienes se la tienen jurada. “Resulta difícil decir si esta operación de descrédito contra mí es únicamente el precio que se me quiere hacer pagar por haber combatido la corrupción, venga de donde venga y afecte a quien afecte; el precio por no haber tapado a nadie”, dijo en la Asamblea.

No es necesario tener un máster en política para comprender que se refería a sus enemigos dentro del partido. Es de sobra conocida la mala relación de Cifuentes con Esperanza Aguirre, su predecesora al frente del PP de Madrid. Aguirre ya no está en política pero su sombra es alargada y de ahí la frase de Cifuentes al hablar del posible origen del escándalo.

Más allá de quién y por qué se filtró la información, la pregunta es si realmente Cifuentes necesitaba ese máster. Porque cuenta con un amplio currículum académico – legal y real-. Es licenciada en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y ya tenían un máster – legal y real – en Administración Pública y Dirección de Empresas por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset. También en 1990 ingresó en el cuerpo de funcionarios del grupo B en la escala de Gestión Universitaria de la Complutense, y en 2001 ascendió a la Escala de Técnicos Superiores de Gestión de la universidad. Un currículum que ya quisieran para sí otros muchos políticos.

En su blog – Cifuentes es una de las políticas más activas en redes sociales – llama la atención que al hablar de su vida académica se refiera al máster en Administración Pública y Dirección de Empresas del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, pero no mencione el máster de la Rey Juan Carlos, que con tanta vehemencia defendió en la Asamblea.

Por eso la pregunta es ¿qué necesidad había de tener otro máster? Ese que tantos quebraderos de cabeza le está causando y que puede acabar con su ascendente carrera política y alejarla de la reducida lista de posibles sustitutos de Mariano Rajoy, si es que éste decide algún día retirarse. Esa carrera ha quedado truncada, aunque ella mantenga lo contrario, en un partido al que lleva dedicado casi la mitad de su vida como militante.

La primera vez que se presentó a unas elecciones fue en las europeas de 1989. Fue algo testimonial porque la joven Cifuentes aparecía en el puesto 57, pero a partir de entonces debió de entrarle el gusanillo de dedicar su vida a la política, al servicio a la sociedad, como le gusta decir.

Una actividad que si bien le llevó a ocupar cargos como la Delegación del Gobierno de Madrid, coincidiendo por cierto con la realización de su famoso máster, ha estado centrada en la Asamblea de Madrid como diputada autonómica, primero entre junio de 1991 y enero de 2012, y después desde junio de 2015 hasta hora.

Su nombramiento como delegada del Gobierno de Madrid se produjo en enero de 2012 y finalizó el 13 de abril de 2015. Algo más de tres años en los que Cifuentes se granjeó la enemistad de una parte de la ciudadanía por las contundentes respuestas que se produjeron por parte de la policía en manifestaciones como el primer aniversario del 15M o la concentración ‘Rodea el Congreso’. En ambos casos se produjeron detenciones y se multiplicaron las denuncias por “brutalidad policial”, además de acusaciones contra Cifuentes por permitir que los antidisturbios no llevaran a la vista las placas con los números identificativos, cuando la ley dice que deben ser visibles.

Cristina Cifuentes, la credibilidad hecha añicos
Manifestantes piden la dimisión de Cifuentes como delegada del gobierno en Madrid en febrero de 2015. | Foto: Paul White / AP

Legal Sol, órgano jurídico del movimiento 15M, se convirtió entonces en el altavoz contra lo que consideró desmanes de Cifuentes al frente de la Delegación del Gobierno, sobre quien cargó las tintas por amparar las cargas policiales, por llevar a cabo una política policial basada en las detenciones y las multas.

El pacto con Cs y la cláusula del cv

Casi cuatro años después, Cifuentes regresó a la política como candidata del PP a la Presidencia de la Comunidad de Madrid y el 25 de mayo de 2015 el partido ganó las elecciones sin mayoría suficiente para gobernar. Para ser investida, Cifuentes obtuvo el apoyo de Ciudadanos, previa firma de un acuerdo cuyo punto 3 recoge el siguiente compromiso: “Separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica”.

Si Ciudadanos mantiene su decisión de que se cumpla este compromiso, los días de Cifuentes al frente del gobierno de Madrid deberían estar contados salvo que, como parece, el partido que preside Albert Rivera se haga el remolón en este caso por pura estrategia electoral. Porque si algo interesa a Cs es que su rival en las elecciones autonómicas de 2019 llegue tan desgastada que los votantes prefieran optar por Ignacio Aguado, el candidato del partido naranja. Por lo pronto, Cifuentes ya está tocada y la Comisión de Investigación propuesta por Ciudadanos ya se sabe que es una forma que tienen los políticos de marear la perdiz y desgastar al rival.

La todavía presidenta del gobierno autonómico es también presidenta del PP de Madrid, y se supone que la candidata para encabezar las listas del partido en las elecciones del próximo año. Su llegada a lo más alto del PP no fue un camino de rosas, entre otras cosas porque se trataba de sustituir a su eterna rival, Esperanza Aguirre. Cuando ésta dimite en febrero de 2016 en medio de la tormenta judicial provocada por los casos de corrupción en torno al PP de Madrid, y se produce la detención del que fuera su mano derecha y expresidente del gobierno de Madrid, Ignacio González – antes ya había sido detenido Francisco Granados, su otra ‘mano derecha’ -, Cristina Cifuentes aprovecha la oportunidad que esperaba.

Primero preside la gestora y un año después, en marzo de 2017 es elegida presidenta del PP de Madrid por abrumadora mayoría, y se presenta ante sus compañeros de partido con el compromiso de “regenerar la democracia” y “recuperar la credibilidad perdida”.

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Cifuentes preside el PP de Madrid desde 2017. | Foto: PP Madrid / Flickr

Credibilidad que ha perdido por culpa de su famoso máster. Cifuentes se niega a dimitir, pero al final es Rajoy quien tiene la última palabra. Por el momento, el presidente ha cerrado filas en torno a ella al asegurar que el debate sobre el máster es “estéril” y ha acallado las críticas en el partido contra la todavía presidenta de Madrid. La cuestión es que cada vez que Rajoy ha apoyado públicamente a alguien de su partido implicado en un escándalo, esa persona ha acabado ante los tribunales o en prisión.

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