Un bote de Fairy, para eso alcanza el salario mínimo de la “democracia distinta” de Maduro
“¿Somos millonarios, mami?”, le preguntó con inocencia un pequeño de 6 años a su madre Josefa —residente de la favela Petare, uno de los más grandes de América Latina ubicado al este de Caracas— al escuchar el incremento al salario mínimo mensual hecho por el presidente Nicolás Maduro este Primero de Mayo, Día del Trabajador.
“¿Somos millonarios, mami?”, le preguntó con inocencia un pequeño de 6 años a su madre Josefa —residente de la favela Petare, una de las más grandes de América Latina ubicada al este de Caracas— al escuchar el incremento al salario mínimo mensual hecho por el presidente Nicolás Maduro este Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores. El mandatario anunció que aumentaba el sueldo —sumándole el bono de alimentación— a 2.555.500 bolívares al mes.
Josefa no encontró fuerzas para responder a su hijo. En el país sudamericano esa cifra alcanza para una botella de 383 mililitros de lavavajillas de tamaño medio. (Sí, una botella de Fairy).
Esos dos millones quinientos cincuenta y cinco mil quinientos bolívares al mes se traducen en 2,99 dólares en el mercado negro y 37 dólares a tasa oficial —precio regulado por el Estado al que tienen acceso unas pocas empresas (la mayoría amigas del Gobierno) a través de subastas gubernamentales—.
La cifra del dólar a la tasa oficial es tan solo una referencia en este artículo ya que no tiene ningún impacto real en la población —el dólar negro es el que marca la referencia de precios ante la escasez del oficial—, pero se habla de aquel para destacar el mínimo impacto en los sueldos, aunque como la gente no tiene acceso, en este texto haremos la comparativa en dólar paralelo.
Entre enero de 2017 y abril de 2018, Nicolás Maduro ha aumentado en nueve ocasiones el salario mínimo no solo para lo funcionarios públicos, pues la empresa privada obligatoriamente debe acatar el decreto. Con el incremento de este Primero de Mayo, el sueldo mensual ha aumentado un 95% desde marzo, cuando hizo el último aumento, pero solamente entre abril y marzo los precios subieron un 65%, según cálculos de economistas del Cedice, un reconocido centro de estudios económicos liberal.
Sal y agua
La situación es cada vez más grave. Economistas independientes de la prestigiosa firma Economática prevén una subida de precios del 160.000% durante este 2018 si continúa la tendencia actual. Entonces no hay forma de que los aumentos —que terminan resultando una mera propaganda política electoral de Maduro— mejoren la calidad de vida de los ciudadanos o resuelvan la crisis.
El presidente chavista lleva años ignorando las causas de la hiperinflación y a través de cadenas de radio y televisión busca mostrarse como un “salvador” aumentando cada pocas semanas los salarios, asfixiando cada vez más a la ya en coma empresa privada, ya que los empresarios tienen que hacer aumentos cuando la hiperinflación hace que en los comercios, la venta del día, no permita volver a comprar lo vendido.
A pesar de los intentos del presidente, esta propaganda de aumentos es sal y agua para los venezolanos. El último incremento solo alcanza para que una familia adquiera el 3,3% de la cesta de la compra básica mensual.
Cada mes el Centro de documentación y análisis para los trabajadores (Cendas) —vinculado a la Federación de Maestros— calcula lo que llaman la canasta básica. Según los últimos datos de abril, la cesta —para cinco miembros de una familia— estaba en 75.446.000 bolívares. “En ese entonces hacían falta 192 salarios mínimos para comprarla. Con el nuevo aumento por decreto, y suponiendo —lo cual es imposible— que los precios reportados por Cendas se mantuvieran como hace un mes, harían falta 75 salarios mínimos para alimentar con lo mínimo necesario a una familia de cinco personas”, explica en un artículo para El Estímulo el periodista Omar Lugo.
El panorama es igual de desolador tanto para profesionales como para trabajadores de oficio.
Un profesor titular a dedicación exclusiva —el mayor grado al que puede acceder un docente— de la Universidad Central de Venezuela (UCV), el centro público más importante del país, con el último aumento alcanza un sueldo al mes de 6.910.701 bolívares.
Este es el caso de una maestra que por razones de seguridad prefirió mantener el anonimato. Ella ocupa ese cargo, además de dirigir los postgrados de una de las facultades más grandes del centro de estudios. La profesora, que además tiene un título de doctora, gana unos 8 dólares a tasa paralela.
Por su parte, un jefe de redacción de un medio está ganando aproximadamente 20 millones de bolívares mensuales, lo que equivale a 23 dólares a dólar paralelo, y un policía en Venezuela hoy gana el sueldo mínimo pero en el caso de las alcaldías opositoras, como no reciben el recurso en las arcas, no pueden pagar.
Un país en pobreza extrema
El Ministerio de Planificación se jacta, con datos de 2017, de que el 31% de los asalariados percibe hasta un salario mínimo; el 52% de los trabajadores asalariados perciben entre uno y dos salarios mínimos al mes; el 10,7% entre dos y tres; y sólo el 2,8% entre tres y cuatro. Pero en ningún caso cuenta que estas cantidades no dan para vivir.
Usando las mismas cifras oficiales, la mayor parte de los trabajadores (88%) recibe como máximo entre uno y dos salarios mínimos mensuales. Es decir, en promedio ganan dos millones quinientos mil bolívares, 2,99 dólares por mes, o lo que es lo mismo 0,09 centavos de dólar por día en el mercado negro. Para aquellos que ganan dos salarios mínimos serían 0,19 dólares al día.
De modo que, según los estándares internacionales basados en la metodología del Banco Mundial el 88% de la población venezolana está en pobreza extrema, ya que una persona está en estas condiciones cuando tiene que arreglárselas con menos de 1,90 dólares por día (último valor revisado en 2015).
Por su parte, los más “afortunados” —los que perciben hasta cuatro salarios mínimos— ganan como mucho 10.222.000 bolívares al mes (11,96 dólares). Bajo estos parámetros, el que gana tres salarios integrales mínimos percibirá en bolívares 250.000 por día. Eso para el 30 de abril alcanzaba para un croissant con queso. Asimismo, la totalidad de ese salario alcanza para comprar a los precios de ese mismo día un cartón de huevos, un kilo de queso blanco, dos kilos de carne y dos de patatas en un mes.
Otra pregunta que suele surgir es: ¿cómo la gente carga con tanto efectivo? Respuesta: los billetes no alcanzan. Hay escasez de efectivo. Por esta razón, desde finales de 2017 las comunidades controladas por colectivos chavistas han creado tres monedas –el ‘Caribe’, el ‘Panal’ y el ‘Elorza’– para poder comprar algunos bienes. Son billetes como los del juego de Monopoly pero para la vida real.
Aunque la mayoría de referencias que se han utilizado en el texto son de productos de alimentación, sabemos que no solo de pan vive el hombre. Hay otros gastos importantes como la educación, para no hablar sobre lo que ya se ha convertido en un lujo como salir al cine: un millón de bolívares. Es decir, casi medio salario mínimo.
“¿Cómo vive la gente?”, es la típica pregunta que se escucha en la calle. La respuesta más sincera es que la gente “sobrevive” o “resuelve”. De hecho, la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi) realizada por las principales universidades del país y presentada en Caracas en febrero de este año, reveló que la pobreza extrema aumentó en el país del 23,6% al 61,2% en cuatro años y casi el 10% fue entre 2016 y 2017.
Muchos comen los productos que traen las bolsas del Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP) pero prácticamente no comen proteínas. De hecho, según la misma encuesta de Encovi, el 67% de los venezolanos ha perdido 11 kilos durante el último año. La bolsas CLAP conforman un programa social del Gobierno administrado por su partido político, en el que distribuye comida racionada (a bajos precios) directamente en las comunidades más humildes a través de una herramienta de control social llamada: el Carnet de la Patria, que ahora se utiliza también para votar. Por cierto, la mayoría de los productos CLAP son importados, no de producción local.
Entonces la gente vive del “rebusque”, del mercado negro, de la especulación y del contrabando. Se promueven, de manera indirecta, los robos. Si un trabajador roba una bombilla al mes y una resma de papel a la semana, lo revende y puede vivir, ya que con su sueldo no puede. Otra forma de “sobrevivir” es vender dólares ahorrados, pero eso lo pueden hacer unos pocos ya que la mayoría de las personas viven en condiciones de pobreza.
¿Negocio del Estado?
Para cubrir el déficit fiscal, el Gobierno imprime dinero inorgánico sin respaldo lo que ha llevado a devaluar la moneda y lo que ha generado una inflación permanente. El Parlamento (única institución con mayoría opositora pero sometida a las reglas de Tribunal Supremo de Justicia considerado un brazo del Ejecutivo) cifró en 453,3 % la inflación acumulada en 2018 hasta el pasado mes de marzo.
El Estado venezolano vende petróleo por lo que tiene ingresos en dólares diariamente y la devaluación se convierte en un negocio. La producción del crudo está en caída libre debido a la falta de capacidad para manejar la petrolera estatal PDVSA, por lo que el Gobierno busca rendir más las ganancias. Como la gente con la inflación no pueda vivir de la economía privada, cada vez depende más del Estado que tiene el monopolio de los dólares. (Sí, así es la «lucha anticapitalista» en Venezuela).
El exsecretario de la Asamblea Nacional, José Ignacio Guédez, señala que en su país la hiperinflación no se vuelve en un detonante social de alzamiento porque le permite al Gobierno ejercer un mayor control y genera dependencia con, por ejemplo, las bolsas CLAP. “Así, el Ejecutivo ocupa a toda una población en satisfacer la necesidad básica de comer. Garantiza que pasen desapercibidos los temas políticos como el de la falta de libertades y de democracia”, añade.
De modo que sí, tal y como ha dicho Nicolás Maduro en una columna de opinión este 3 de mayo en El País su “democracia es distinta a todas” por una simple razón: no es una democracia.