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Economía

El Estado del Hiper-bienestar

Nuestro estilo de vida y comodidades no deberían estar por encima del mundo que habitamos

El Estado del Hiper-bienestar

La palabra bienestar se explica por sí sola. Es la unión de dos términos: estar, bien. Simboliza nuestro deseo de gozar de una buena vida a nivel físico, emocional, económico y social. Cuando un país asume como propia esta responsabilidad -así como la obligación de garantizar ciertos derechos fundamentales como la educación, sanidad o vivienda-, hablamos de Estado del Bienestar. Más allá del impacto que tiene este concepto en el sistema político y en la economía, es el pilar sobre el que hemos construido nuestro estilo de vida, es decir, aquello que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir.

Pero, ¿qué entendemos por bienestar y cuáles son nuestras necesidades básicas? Hablemos del contexto. El 31 de mayo de 2024 España «celebró» el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, es decir, el día en que los españoles consumimos todos los recursos que ponía a nuestra disposición el planeta para 2024. A partir de ese día, los siete meses restantes, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Así que es un buen momento para reformular la pregunta, ¿cuáles son los límites del bienestar? ¿Qué hacemos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir?

Hoy día comprar en una tienda online low cost que nos envía productos desde la otra punta del mundo, viajar en avión para disfrutar de las merecidas vacaciones, almacenar camisetas en el armario, llenar la nevera con frutas y verduras fuera de temporada, tomar una caña en una terraza durante el invierno o consumir los datos ilimitados del teléfono móvil son comportamientos que nos parecen totalmente normales, ¿verdad? Pues bien, ¿sabías que 1 giga de datos necesita emplear 200 litros de agua? ¿Y que cada español consume de media 15 gigas mensuales? Haz la cuenta.

Es el estilo de vida que consideramos bueno para nosotros, para mover la economía, para disfrutar de una vida como nos merecemos. Todo son actos cotidianos, normales. Pero nuestro estilo de vida y nuestras comodidades no deberían estar por encima del bienestar del mundo que habitamos, el lugar donde vivimos, donde comemos, donde respiramos, donde dormimos, donde trabajamos. Tendemos a considerar que es un problema ajeno a nosotros mismos por muchos motivos. Miramos a los gobiernos y a las empresas, porque son agentes de cambio y porque, efectivamente, deberían abanderar las transformaciones más profundas. Pero un simple vistazo a nuestro alrededor, nos ayudaría a ver lo desconectados que vivimos del impacto que genera nuestra normalidad y nuestro día a día en el mundo. 

En definitiva, todos contribuimos a perdurar el Estado del Hiper-bienestar, ese que hace posible que cada año el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra lo ‘celebremos’ antes de tiempo. No hay agenda 2030 que se pueda cumplir si no empezamos a mirar también hacia nuestra cotidianidad. Y aunque se haya reformulado la normativa europea en materia de sostenibilidad para que las empresas, las industrias y todos los sectores comiencen a introducir cambios en su forma de funcionar, no habrá transformación sostenible sin ciudadanos conscientes.

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