El recuerdo de la masacre de Tiananmen: metáfora de una lucha cuyo final ya está escrito
Por primera vez en 31 años, China ha prohibido a Hong Kong que conmemore las protestas de Tiananmen, un capítulo negro de la historia que se ha encargado de borrar
El 4 de junio se cumplen 31 años desde que tuvo lugar la mayor movilización en la historia de la China comunista: las protestas de la Plaza de Tiananmen. En junio de 1989 se escribió un capítulo negro en la historia del país, se estima que murieron entre cientos y miles de manifestantes. El Partido Comunista de China (PPCh) se ha encargado de borrarlo de la memoria colectiva.
Durante tres décadas, la memoria de los que murieron reclamando libertades democráticas se ha mantenido viva gracias a Hong Kong, ese ínfimo reducto de libertad en la costa del país que se aferra a los derechos que le fueron concedidos –con fecha de caducidad– por haber sido una colonia británica en otro tiempo. El recuerdo de este episodio ha estado siempre prohibido en el resto de China.
Este año será diferente. El Gobierno también ha prohibido la vigilia conmemorativa en Hong Kong. Alegan que es imposible respetar la distancia de seguridad y los hongkoneses se han visto obligados a encender desde sus casas una vela e iluminar el recuerdo. Sin embargo, el veto llega justo una semana después de que el Gobierno de Hong Kong (pro China continental) aprobase una controvertida ley de seguridad ciudadana que otorga más poder sobre el territorio y que anticipa el final de esta historia, uno que lleva escrito mucho tiempo.
¿Qué pasó en junio de 1989?
A principios del verano 1989, un grupo de estudiantes chinos se reunieron en la Plaza de Tiananmen (en Pekín) para honrar la muerte de Hu Yaobang, un exsecretario general del Partido Comunista de China de ideología reformista a quien habían expulsado del partido por sus críticas al Gobierno.
La chispa prendió –avivada por la apertura de la vecina Europa del este tras la caída del muro de Berlín– y lo que empezó como algo espontáneo se acabó extendiendo por otras universidades y ciudades de todo el país. Durante siete semanas, tuvo lugar la mayor movilización en la historia de la China comunista, un título que sigue manteniendo 31 años después.
Ciudadanos de toda clase y oficio vieron en la Plaza de Tiananmen un amplificador para sus protestas reprimidas: la inflación, los salarios, los problemas de vivienda, la corrupción, la falta de libertades democráticas. Inspirados por un muro, se dieron de frente contra otro, el de la brutal represión a manos del Partido Comunista.
Tras acallar a quienes proponían una respuesta más moderada, declararon la ley marcial. El 3 y 4 de junio sacaron las tropas y los tanques a la calle. El Gobierno chino jamás dio cifras oficiales, pero se estima que murieron entre cientos y miles de manifestantes. Las protestas pasaron a tildarse de masacre.
«Si no se habla de un tema no existe. Nunca existió»
Durante los últimos 31 años, China ha tratado de borrar este episodio de la memoria colectiva, eliminar el término masacre y usar lo que pasó en Tiananmen como una lección, una forma de advertir de lo que pasa si protestas.
La foto que ilustra este artículo ha pasado a la historia como el símbolo de lo que pasó aquel junio en Tiananmen. Para Antonio Alonso Marcos, profesor de Historia del Pensamiento y los Movimientos Sociales de la Universidad CEU San Pablo, es una perfecta metáfora de cómo China gestiona la memoria colectiva. “La historia real es que, tras la foto, al hombre frente a los tanques lo cogen, lo raptan y desaparece. La política del PCC es negar la realidad, manipular la historia a su antojo”, explica Alonso. “El PCCh tiene su propio Ministerio de la Verdad – como el de 1984, la novela distópica de George Owell– No hablan de ello, intentan que no haya conmemoraciones, censuran las redes sociales y los medios de comunicación. Si no se habla de un tema no existe. Nunca existió”.
Hong Kong lo ha conseguido durante 30 años. La vigilia cada año iba acompañada de protestas, de exigencias de libertad. Ni siquiera había que modificar mucho los lemas. Los de 1989 siguen resonando hoy en día.
En abril de 2014, abrió el primer museo conmemorativo de la masacre, para que su versión de la historia se conociese en el resto del mundo y, sobre todo, en el resto del país. Dos años más tarde tuvo que cerrar por “problemas con los inquilinos” y volvió a abrir en 2019. A día de hoy continúa abierto. “La existencia de un museo está muy bien, pero tiene poca incidencia en el imaginario colectivo de la China continental, que ha estado bombardeada con propaganda desde el colegio”, explica Alonso, quien compara el sentimiento al de los países de la antigua URSS, que a día de hoy guardan una memoria agrdable de la época estalinista. “Yo pensaba que todos los chinos en España estaban separados del PCCh, que venían escapando de la pobreza y la represión. Sin embargo, en muchos establecimientos tienen una foto de Xi Ying Ping”, añade, para ilustrar su argumento.
Las protestas que barrieron Hong Kong en 2019, junto con cualquier otro intento de subversión por parte de la ex-colonia británica, tienen más repercusión a nivel internacional que en la propia China. En el Metro de Hong Kong, son los propios ciudadanos chinos los que se enfrentan a los protestantes. “Ahí es una gota de agua en medio de un océano. La versión oficial es la que prima”, añade Alonso.
Lo cierto es que, según explica Alonso, Hong Kong tiene ya poco que hacer. En 1997, cuando dejó de pertenecer a la corona británica y fue devuelto a la República Popular China. Unos años antes, Margaret Tatcher y Zhao Ziyang firmaron un acuerdo por el cual Hong Kong, a diferencia del continente, disfrutaría de un régimen de ‘derechos y libertades (…) asegurados por ley’ por un plazo de 50 años. En 2047 el plazo se acaba. Hong Kong tendrá que reintegrarse en la zona continental. El modelo chino ha sido siempre una horca colgada sobre una democracia con fecha de caducidad. «Los ciudadanos de Hong Kong son conscientes y se resisten, pero la única opción que les va a quedar es escapar de allí», concluye Alonso. «La prohibición de no celebrar Tiananmen es otro clavo en el ataúd».
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