¿Quién es Kamala Harris?
Biden ha sacado, por fin, un nombre de la chistera. Su candidata a vicepresidenta. Kamala Harris. La favorita de tantísimos analistas. Pero, ¿de dónde sale, qué ha hecho con su vida y qué opina Trump de ella?
La noticia llegó ayer pasadas las cuatro y cuarto de la tarde vía SMS al teléfono de los afiliados al Partido Demócrata: “Aquí Joe Biden. Tengo una gran noticia: he elegido a Kamala Harris como mano derecha. Juntos venceremos a Donald Trump”. En otras palabras: si Biden consigue vencer en noviembre, Kamala Harris ocupará la vicepresidencia de los Estados Unidos.
El cargo, si toca, no será simbólico. Biden tiene 77 años y su salud se puede deteriorar en cualquier momento. O sus facultades mentales. En consecuencia, no son pocos los que vaticinan que en algún momento de su hipotético mandato va a tener que ceder el cetro de poder. Un cetro que terminaría en manos de la segunda persona a bordo. Es decir: en manos de Kamala Harris. Por eso era un nombramiento tan esperado. Y por eso vamos a tener a Harris hasta en la sopa durante lo que queda de campaña. Unos –los suyos– cantarán sus virtudes y otros –los de enfrente– clamarán contra lo que consideren… clamoroso.
Frente demócrata
No obstante, y pese a lo esperado del anuncio, el nombre que ha sacado Biden de la chistera no ha sorprendido a nadie porque Harris llevaba meses liderando la lista de personas candidatas a convertirse en su mano derecha. Primero por ser mujer –Biden anunció en su momento que su vicepresidencia estaría a cargo de una dama– y segundo porque la ola de protestas tras la muerte de George Floyd hizo que lo de ser negra empezara a cotizar fuerte.
Y Kamala Harris es negra. O, bueno, medio negra medio asiática porque aunque su padre es jamaicano su madre era natural de Tamil Nadu, una región de la India. Y si usted se pregunta que qué importancia tiene la frase que acaba de leer ya le voy adelantando que en ciertos círculos intelectualoides gringos el tema está dando de qué hablar. Porque, claro, hasta ahora se ha presentado a Harris como una candidata negra, pero es que no es solamente negra porque también tiene sangre india, es decir asiática, y no mencionarlo supone un desprecio hacia los norteamericanos de origen asiático y etcétera, etcétera, etcétera. En fin: como no quiero marearle con los debates que ocupan el tiempo de algunas personas allende los mares, vamos a dejarlo en que Kamala Harris era la favorita no solo por ser mujer sino también por el color de su piel.
Pero no todo va a ser peaje identitario, evidentemente. O a ver si nos pensamos que una persona puede llegar a saborear la vicepresidencia de los Estados Unidos solo con el árbol genealógico. Nada de eso. Lo normal es tener un currículum que impresione. Y Harris, qué duda cabe, lo tiene.
Tras nacer en California hace 55 años y pasar buena parte de su adolescencia en Canadá –su madre era investigadora en un hospital de Montreal y profesora en la prestigiosa McGill University–, cursó estudios universitarios en una de las universidades históricamente negras más famosas de los Estados Unidos: Howard. Allí se unió a una sororidad, destacó en el equipo de debate, adquirió conciencia política manifestándose contra el apartheid, curró como becaria para un senador californiano y, eventualmente, se sacó una doble licenciatura de Ciencias Políticas y Economía. Con ese título bajo el brazo agarró un avión, se plantó en su California natal y metió la cabeza en una escuela de Derecho.
En 1990, con todo en regla, empezó sus pinitos laborales (remunerados) en la oficina de un fiscal de distrito hasta que, con el tiempo, logró convertirse en la fiscal de la ciudad de San Francisco. ¿Siguiente paso? Ser nombrada fiscal general de California. Lo consiguió hace una década. Una vez en ese despacho cogió impulso para saltar, en 2016, a otro ubicado en un lugar más importante todavía: el Senado de los Estados Unidos. Ese aval –el de senadora– fue el que utilizó para presentarse a las últimas primarias del Partido Demócrata (duró poco en la carrera, pero demostró cintura).
Impresionante, ¿verdad? Bueno, sí pero no. Tal y como ha explicado a sus lectores Aaron Blake, periodista del Washington Post, la senadora Harris arrastra un problema: la dureza con la que se condujo durante su periodo como fiscal. Por citar un ejemplo: impulsó una normativa contra el absentismo escolar que penalizó, incluso con la cárcel, a los padres de los chavales que se saltaban las clases. Otro ejemplo: si bien apoyó que los agentes de policía lleven cámaras de vídeo en el uniforme (con la intención de evitar que se sobrepasen en su trabajo), se mostró en contra de una normativa que hubiese obligado a los fiscales a investigar los incidentes con arma de fuego protagonizados por agentes.
Kamala Harris is not only Black, she is of South Asian heritage. This is the first time an Asian American has been nominated to a major party ticket. #BidenHarris
— George Takei (@GeorgeTakei) August 11, 2020
Todo esto podría mosquear a los votantes situados en el ala izquierda del Partido Demócrata. Claro que, al mismo tiempo, también puede neutralizar la cantinela de Trump. Al presidente ahora le ha dado por decir que si el Partido Demócrata llega al poder el país se convertirá en el Reino del Crimen.
En cualquier caso, en lo que casi todos están de acuerdo es en lo siguiente: con Harris el candidato Biden ha reafirmado su centrismo. Ella es negra y es asiática, y se supone que por eso y por su militancia está concienciada con los problemas que sufren las minorías. Pero de ahí a que sea una commie protegida por Bernie Sanders dista un abismo.
Frente republicano
Nada más conocerse el nombre de Kamala Harris la trinchera ocupada por el Partido Republicano y sus simpatizantes empezó a disparar. La revista National Review, una publicación con muchísimo predicamento entre los conservadores gringos, dedicó de entrada cuatro piezas a la elegida. Cuatro piezas que coparon la portada de su edición digital. Cuatro piezas tirando a matar. En una de ellas se destacaba un supuesto anti-catolicismo que chocaría con las credenciales católicas de Biden. En otra, escrita en 2019 y rescatada para la ocasión, se repasaban sus hits como fiscal en California, señalando las veces que Harris se opuso a la pena de muerte del condenado de turno. Etcétera.
Esas cuatro piezas se han convertido, con las horas, en unas cuantas más. Está, por ejemplo, el editorial de rigor que sostiene que la senadora californiana de moderada no tiene un pelo. Los argumentos van desde su fijación con quienes niegan el cambio climático hasta sus ganas de prohibir el poder tener un fusil de asalto en casa pasando por su pasividad a la hora de criminalizar la inmigración ilegal. Tampoco podía faltar, claro, otra columna que dice que la brújula moral de Harris gira a conveniencia.
Resumiendo: las élites conservadoras van a presentar a Kamala Harris como una mujer ávida de poder que, en cuanto lo ha tenido, ha abusado de él para darle un empujón a políticas izquierdistas. En otras palabras: que no es Caperucita sino el Lobo.
.@KamalaHarris started strong in the Democrat Primaries, and finished weak, ultimately fleeing the race with almost zero support. That’s the kind of opponent everyone dreams of!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) August 12, 2020
¿Y Trump qué dice? Pues que menuda lerda ha escogido Biden; una tipa que salió con el rabo entre las piernas de las primarias. Una debilucha. También ha compartido un vídeo que señala que Biden es un candidato de transición –que no se va a quedar los cuatro años en la Casa Blanca, vaya– de modo que si gana Biden los Estados Unidos serán gobernados por una “impostora” vinculada a “la izquierda radical”. En su línea, vaya.