Occidente y Rusia se juegan la paz en Ucrania

La cuenta regresiva en el conflicto de Ucrania ha comenzado y puede terminar en pocas horas en un acuerdo de paz o en una escalada de violencia que amenace con desestabilizar el equilibrio geopolítico y la seguridad de Europa y del mundo.

Estados Unidos y la Unión Europea se enfrentan a Rusia por Ucrania en términos no vistos desde la Guerra Fría y ello hace temer que se desate una nueva guerra entre potencias.

Este miércoles se reúnen en la capital de Bielorrusia, Minsk, los presidentes de Ucrania, Rusia, Francia y Alemania para intentar establecer un plan negociado de paz con los separatistas prorrusos de Donetsk y Lugansk, al este de Ucrania.

Se estima que el nuevo acuerdo surja del protocolo de Minsk, pactado el pasado septiembre. Incluiría la retirada de las tropas a unas coordenadas determinadas –los separatistas han ido ganando terreno–, el alto el fuego inmediato, una zona desmilitarizada y un estatus especial para Donetsk y Lugansk.

Este martes, en conversaciones previas en Minsk apoyadas por la OSCE y Rusia, el Gobierno de Petró Poroshenko y los líderes de los rebeldes prorrusos han acordado un cese el fuego, así como la retirada del armamento pesado.

Desde abril, el conflicto ha provocado más de 5.300 muertos, casi un millón de desplazados internos y 600 mil ucranianos han solicitado asilo u otra forma de residencia, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Recientes combates en el centro de la región de Donetsk han deteriorado la situación humanitaria.

 

Despliegue de armas

 

Después de una reunión celebrada el pasado lunes con su homóloga alemana, Ángela Merkel, el mandatario de Estados Unidos, Barack Obama, anunció que apoyará los esfuerzos diplomáticos germano-franceses.

Los estadounidenses no descartan la posibilidad de enviar armas defensivas a Ucrania para contener el avance ruso en la zona.  Por el momento, respaldarán la unidad occidental y la búsqueda  de la solución pacífica del conflicto en Minsk.

La diplomacia puede necesitar refuerzos. Recientemente, el think tank conformado por el Atlantic Council, el Brookings Institution, el Center for a New American Security y el Chicago Council on Global Affairs emitió un informe en el recomendaba al gobierno de Estados Unidos, a la OTAN y a los parlamentos aliados fortalecer las defensas ucranianas para detener el avance ruso.

“Un ejército fuerte, mejorado con capacidades defensivas, incrementará las probabilidades de negociar un acuerdo pacífico. Combinar continuas y robustas sanciones económicas de Occidente con significativa asistencia militar para reforzar las capacidades defensivas ucranianas, dejará en claro que Occidente no aceptará el uso de la fuerza para cambiar las fronteras europeas. El presidente Putin puede aspirar a la gloria restaurando a través de la intimidación y la fuerza el dominio ruso sobre sus vecinos, pero un mundo pacífico requiere oponerse a ello a través de acciones decisivas”, señala el informe.

La OTAN acordó el 5 de febrero reforzar la denominada “defensa colectiva”, con unos 40 mil efectivos de reacción rápida ubicados en bases de 6 países de la alianza –Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituana, Polonia y Rumania–, en lo que constituye la mayor movilización desde la Guerra Fría. Estas tropas estarán coordinadas con los componentes marítimos, aéreos y de las Fuerzas de Operaciones Especiales.

Alemania, Francia y el resto de los países de la Unión Europea se oponen a la escalada armamentista. Merkel enfatizó que no imagina cómo equipar al ejército ucraniano podrá convencer a Putin de que está en peligro de perder este conflicto militarmente.

La ampliación de sanciones contra más ciudadanos rusos y separatistas, aprobadas por los ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea este lunes, no serán aplicadas hasta ver los resultados de las próximas negociaciones.

En julio de 2014, después del derribo sobre Ucrania del avión de Malaysia Airlines, la UE y Estados Unidos impusieron sanciones económicas a diferentes sectores rusos, restricción de exportaciones hacia Rusia y embargo a la compra de armamentos.

 

¿Defensa o sueño imperial?

 

Luego de la anexión rusa de Crimea, en 2014, Occidente comenzó a temer que el presidente de Rusia resucitase el sueño imperial soviético y continuase su avanzada hacia el resto de Ucrania. Putin ha sido acusado, no sólo de armar a los separatistas ucranianos, sino de enviar tropas directamente al combate.  Sin embargo, algunos consideran que la reacción rusa ha sido motivada por legítimas razones de seguridad.

De acuerdo con el investigador y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, John J. Mearsheimer, la responsabilidad de la crisis recae también en Europa y Estados Unidos, al colarse en el patio trasero ruso con la expansión de la OTAN –en 1999 y en 2004 con la incorporación de 10 nuevos Estados- y con el intento de sacar a Ucrania de la órbita rusa para integrarla a Occidente.

“Para Putin, el derrocamiento ilegal del presidente prorruso democráticamente electo –que etiquetó como un golpe- fue lo que colmó el vaso. Respondió tomando Crimea, una península que temía pudiese albergar una base naval de la OTAN, y trabajó para desestabilizar Ucrania hasta que abandonase sus esfuerzos para unirse a Occidente”, indica  Mearsheimer.

Rusia ha dejado claro que no permitirá la expansión de la OTAN hacia Ucrania y Georgia, así como ningún intento de poner a esos países en su contra. Por su parte, los aliados niegan que la expansión del organismo haya sido concebida para contener a Rusia.

Este enfrentamiento puede traer consecuencias en otras esferas, según Jeffrey Mankoff y Andrew Kuchins, del Center for Strategic and International Studies (CSIS). Estados Unidos necesita a Rusia estabilizar el Afganistán de postguerra y la guerra civil en Siria, para alcanzar un acuerdo nuclear con Irán y para luchar contra el Estado Islámico en Iraq y Siria.

 

Oleoductos de por medio

 

El conflicto en Ucrania pone en riesgo la seguridad energética de ese país y de buena parte de Europa. El derrocado presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, quien había cancelado el acuerdo de asociación con la Unión Europea, negoció con su homólogo ruso un precio especial para el gas con el que se abastece la mitad del país. Después de su caída, el precio se disparó y en junio pasado, Putin cortó el suministro, alegando la existencia de una gran deuda sin pagar. No obstante, Kiev asegura que se trata de una retaliación por el conflicto en el este de Ucrania.

Rusia controla casi un quinto de las reservas mundiales de gas y proporciona cerca de 167 millardos de metros cúbicos anuales de gas a Europa, de los cuales casi 50% deben atravesar Ucrania a través de una red de gasoductos, según la Agencia Internacional de Energía.

De allí la vital importancia que tiene Ucrania para el gas ruso, pues un conflicto prolongado podría afectar el suministro a países dependientes.

Nafeez Ahmed, director ejecutivo del Institute for Policy Research & Development, asegura que ambas potencias –Estados Unidos y Rusia- desean tener el control geoestratégico sobre Ucrania, como pivote de la ruta del gasoducto.

Al mismo tiempo, la economía rusa ha sufrido no sólo por las sanciones de Occidente, sino por su alta dependencia de las exportaciones de petróleo y del gas, por la caída de precios que éstos han experimentado en los últimos meses, así como por una importante fuga de capitales ($151 millardos en 2014).

Si bien su situación es complicada, Moscú no parece tener intenciones de ceder su posición en Ucrania y ante la OTAN. Se trata de hitos vitales en su historia y, sobre todo, de aspectos centrales para su seguridad geopolítica. 

Claudia Delgado Barrios