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El caso Nisman ensombrece el futuro del kirchnerismo

Sin posibilidades legales de buscar la reelección, golpeada en su popularidad y carente de un claro sucesor, Cristina Fernández ha recibido el impacto de la muerte del fiscal en un momento clave: en un año electoral en el que se juega el futuro de su proyecto político

El caso Nisman ensombrece el futuro del kirchnerismo

Ruedan los artículos de opinión, lo debaten los editores de política de los diarios argentinos, lo dicen los políticos opositores y lo sentencia Jorge Lanata, el rostro mediático de quienes se oponen al gobierno que lidera Cristina Fernández en Argentina: “Está empezando el final del kirchnerismo”. Para todos ellos, el principio del fin tiene nombre y apellido: Alberto Nisman.

¿Quién era Natalio Alberto Nisman? Fue el fiscal a cargo de la investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). En la madrugada del 18 de enero fue encontrado sin vida en su piso del edificio Torre del Río, en el barrio de Puerto Madero. Las primeras informaciones hablaban de un suicidio. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que esa tesis fuera puesta en tela de juicio y hoy en día la causa tiene la etiqueta de “Muerte dudosa”. Esto quiere decir que no se puede descartar la posibilidad de un homicidio.

Ese 18 de enero Nisman tenía en agenda la presentación de su denuncia frente a la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, en la que incrimina a Cristina Fernández de Kirchner y a otros funcionarios de su gobierno y personas afines. Según el fiscal, todos ellos habrían incurrido en el delito de encubrimiento en el marco de la causa AMIA con el objetivo de proteger a presuntos responsables iraníes.

La teoría de Nisman es sencilla: la mandataria deseaba que la investigación de los 85 fallecidos y 300 heridos en la AMIA, el 18 de julio de 1994, por la explosión de un carro bomba, no llegara a buen puerto. A cambio de la impunidad, el país conseguiría petróleo de Irán, entre otros acuerdos comerciales.

Por lo tanto, cuando fue de conocimiento público el fallecimiento del fiscal, los ojos se posaron sobre la Presidenta argentina. La respuesta fue una alocución nacional en televisión el 27 de enero, previamente grabada, en la que Fernández disolvía a la Secretaría de Inteligencia, culpaba a Nisman de sabotear un acuerdo con Irán para seguir trabajando en el esclarecimiento del caso AMIA y vinculaba al único imputado por la muerte del fiscal con el grupo de comunicaciones Clarín.

Cristina se victimizó. Ella no hablaba hacía mucho tiempo, y cuando reapareció, lo hizo en silla de ruedas, cosa que no era necesaria porque tenía un esguince de tobillo. Era una manera de dar un mensaje. Y de hecho ella dijo: este muerto me lo plantaron a mí. O sea, ella le quitó protagonismo al muerto”, analiza Lanata.

Santiago O’Donell, periodista, editor jefe de la sección El Mundo, del diario Página 12 y autor de “Los ArgenLeaks. Los cables de Washington sobre la Argentina de la A a la Z” cree que, independientemente de los hechos que lo rodean, el trabajo del fiscal no fue independiente. Considera que Estados Unidos juega un papel importante en lo sucedido: “Nisman no llevó adelante una investigación independiente, sino que se comprometió ante una superpotencia extranjera a seguir exclusivamente la pista iraní. Dicho comportamiento, registrado en decenas de cables diplomáticos secretos estadounidenses, al menos compromete seriamente la indagación de Nisman, si es que no la descalifica en términos éticos, morales y legales.

Una investigación llevada a cabo por la revista Anfibia llamada “El rompecabeza Nisman”, también expone los supuestos vínculos, según fuentes anónimas, del fiscal con la CIA y otros factores de interés que entrarían en conflicto con la independencia necesaria para elaborar una hipótesis sostenible que pudiera alcanzar a Fernández.

 

Entre la justicia y la opinión pública

La primera reacción de la presidenta,  antes de aparecer en la televisión,  fue apoyar la versión del suicidio. “¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”, se preguntó en su página oficial de Facebook. Pero 72 horas después cambió de opinión y escribió: “Lo usaron vivo y después lo necesitaban muerto. Así de triste y terrible”. Luego agregó “¿Por qué se iba a suicidar alguien que siendo fiscal gozaba él y su familia de una excelente calidad de vida?”.

Como fuere, el fiscal Gerardo Pollicita continuó con la labor de su colega fallecido e imputó a Cristina Fernández. Cree que existen elementos suficientes para investigar a la mandataria.

Pollicita es conocido por haber impulsado denuncias contra Néstor Kirchner por “asociación ilícita”, que no procedió, al igual que armó algunos expedientes contra los expresidentes Carlos Menem y Fernando  de La Rúa. Cristina decidió no responder a esta imputación, y prefirió descansar durante el asueto de Carnaval en su casa en El Calafete. Sin embargo, el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, aseguró que se trata de “una clara maniobra de desestabilización antidemocrática. No tiene ningún valor jurídico. Acá pareciera que decir imputado es como que ya está semicondenado. No tiene nada que ver”. Y afirmó que no se puede detener a la mandataria.

La pregunta es si se pueden detener las malas noticias para la presidenta en su último año de mandato. Un sondeo de la empresa Managment & Fit para Clarín (diario que mantiene una disputa conocida con la Presidenta), revela que 60,9 de los encuestados cree que la muerte de Nisman afecta “mucho” a la imagen de Fernández, 23,5 “algo” y 12,4 “en nada”. La encuesta también registra el punto más bajo en la aprobación de la gestión que lidera con apenas 25%. En este contexto, ¿es posible continuar con lo que inició Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003?

Con lemas como “Un país serio” y “Primero Argentina”, el fallecido mandatario marcó la diferencia en un país cansado de programas neoliberales. El perfil socialdemócrata de su campaña, lo colocaba en la orilla contraria a Fernando De la Rúa y Carlos Menem. Fue a este último que venció en una contienda atípica, en la que no hubo segunda vuelta. En ese triunfo fue clave la alianza electoral Frente para la Victoria, que reúne a fuerzas políticas del peronismo, del centro-izquierda y dirigentes de diferentes tendencias, incluso algunos de la Unión Cívica Radical. Es el partido con mayor apoyo de intelectuales y artistas en Argentina.

Cristina Fernández heredó ese capital político. Primero, cuando Néstor le levantó la mano y luego cuando con su imagen de viuda, única capaz de continuar el legado, despertó una solidaridad automática. Había sido la mano derecha de su esposo, jefa de campaña y una parlamentaria activa en materia de derechos humanos. En 2007, en su primera contienda, obtuvo uno de los márgenes más holgados en la historia de la democracia de Argentina desde 1983 y en 2011 optó por la reelección, tras la sorpresiva muerte de su esposo.  Entonces, se alzó con un total de 54,11% de los votos.

A pesar de que en esa última elección, el oficialismo se impuso indiscutiblemente como la primera opción política del país, paradójicamente cuatro años después no hay candidatos claros que puedan continuar con el proceso.  Luis Tonelli, politólogo, con postgrado en la Universidad de Oxford y profesor de la materia en Argentina desde 1986, trata el tema en su artículo “Peronismo vs. Peronismo: ¿habrá fin del Kirchnerismo?”.

Tonelli plantea establecer primero una diferenciación cuando se abarca el asunto. Así, se pregunta, «cuándo se habla del fin del kirchnerismo, ¿de qué estamos hablando?” Y establece cuatro posibilidades. A saber:

a)    ¿El fin de un equipo de gobierno?

b)    ¿El fin de un estilo de gobierno?

c)    ¿El fin de un modelo económico?

d)    ¿El fin de un estructuramiento social? 

Y se responde: “La verdad, es que por ahora, concretamente lo que se avizora es la opción a) y seguramente la opción b)”. 

Las dudas saltan porque no existe claridad sobre quién será el heredero de Cristina. Entendiendo la extensión de un análisis del kirchnerismo como una tendencia política con una filosofía propia (más allá del populista discurso a favor de los menos protegidos), la pregunta es si esa corriente tiene un candidato puro y no uno “conveniente”. En este momento, a un mes de la muerte de Nisman, solo existen especulaciones.

 

Los aspirantes a la sucesión

Si se mide por las encuestas, el primero en la lista para suceder a Fernández es Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires. De 57 años, se trata de un “aliado circunstancial” del kirchnerismo. Lidera el ranking de mayor cantidad de vallas con el mensaje “Daniel 2015”. Pero no es un detalle menor que los letreros, que abarcan zonas muy transitadas, no estén asociados a un partido o al rostro de Cristina.

Daniel Osvaldo Scioli fue vicepresidente de la Nación. Acompañó la fórmula de Néstor Kirchner de 2003 a 2007. Su experiencia política no era amplia. Conocido por su carrera en la motonáutica (fue campeón del mundo ocho veces), un accidente –en el que perdió la mano- lo alejó de la alta competencia. Fue Carlos Menem quien le dio la oportunidad de ingresar a los cargos públicos. Luego él logró moverse por cuenta propia hasta llegar al gobierno de Eduardo Duhalde, quien lo promovió.

En 2014 anunció su deseo de ser presidente y si bien no se asumió como un heredero del kirchnerismo, sí estableció la necesidad de asumir una postura que no asustara al electorado: “Soy candidato a presidente de la Nación. Y tengo claro y por qué y para qué. El por qué es porque la gente va a demandar por alguien que genere confianza, que le dé tranquilidad y que sea un puente entre las viejas generaciones y las nuevas. Y el para qué es para llevar adelante la agenda del desarrollo. Siempre se puede estar mejor, pero no podemos tirar todo por la borda como plantea (Mauricio) Macri, son dos versiones distintas”.

Gabriel Mariotto, vicegobernador de Buenos Aires, asegura que Scioli no cuenta con votos propios. Según él, solo si la primera mandataria “le levanta la mano”, podría ganar. Ese apoyo seria de un 30% de votos duros. A esa voz se une la del conjunto de intelectuales denominado “Carta Abierta”, que surgió en 2008, cuando Cristina Fernández enfrentó el paro agropecuario patronal: “El mandatario no expresa ese caudal potente que expresaron siempre Néstor y Cristina”. Esa aseveración nace de su parentesco con la empresa privada. Además, no es un hombre de propuestas radicales y ante el ataque –lo que ha ocurrido en las últimas semanas- prefiere el silencio.

Aunque no ha ocurrido de manera oficial, muchos ven en algunas acciones el ungimiento de Florencio Randazzo, Ministro del Interior y Transporte, como el sucesor oficial de Cristina Fernández. Una de ellas sucedió hace pocos días cuando recordó, sin nombrarlo, que Scioli no ha hecho una declaración jurada de sus bienes. Randazzo ha correspondido usando prácticamente el mismo discurso de Cristina (ataca a los medios, culpa a la burguesía y a los intereses imperialistas), en cada rueda de prensa.

Aníbal Florencio Randazzo, de 51 años, comenzó su carrera política como jefe de la Secretaría General de la Gobernación de la provincia de Buenos Aires en los años 90, durante la gobernación de Duhalde. Fue diputado, trabajó de la mano con Felipe Solá y en 2007 formó parte del primer gabinete de Cristina Fernández. En 2012 aumentó su responsabilidad como Ministro del Interior y Transporte.

Randazzo movió ficha primero para solidarizarse con Cristina ante el caso Nisman. “Randazzo es todo lo que Scioli no es”, afirmaba esta semana el diario Clarín. Está por verse si con eso le basta. 

Sea Scioli o Randazzo, las encuestas no pintan bien para los posibles herederos del kirchnerismo. El periodista Luis Majul reveló, en una columna para el diario La Nación, que en una encuesta privada Mauricio Macri, gobernador de la ciudad de Buenos Aires, está por encima de Sciolli. Según esa misma consulta, incluso el diputado Sergio Massa, líder del Frente de Renovación, lo aventaja. Ante la pregunta ¿a quién votará para presidente si las elecciones fueran hoy? Macri aparece por primera vez liderando las preferencias con 26 puntos, seguido por Massa con 22 puntos y por Sciolli, con 19.

Macri, de 56 años, lidera a Propuesta Republicana (PRO), un partido de tendencia liberal conservadora, antónimo de lo que representa el gobierno actual. Así las cosas y a la espera de las primarias, es bastante probable que suceda uno de los primeros escenarios planteados por el politólogo Tonelli, que la carrera presidencial esté marcada por el antagonismo tradicional en Argentina: peronismo o no peronismo. En este caso, el kirchnerismo quedaría en segundo plano. 

Jován Pulgarín

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