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Retos y debilidades de la democracia 40 años después

Un 15 de junio de 1977, España estrenó democracia tras 40 años de dictadura con unas elecciones generales. Se cumplen ahora otros 40 años de unos comicios cuya participación se situó en el 71,83% del electorado y en los que salieron elegidos los primeros legisladores elegidos en las urnas por los españoles. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez fue la fuerza mas votada, seguida por el Partido Socialista (PSOE), de un total de 12 partidos que obtuvieron representación parlamentaria.

Retos y debilidades de la democracia 40 años después

El 15 de junio de 1977, España estrenó democracia tras 40 años de dictadura con unas elecciones generales. Se cumplen ahora otros 40 años de unos comicios cuya participación se situó en el 71,83%  del electorado y en los que los ciudadanos eligieron a sus legisladores a través de las urnas. La Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez fue la fuerza mas votada, seguida por el Partido Socialista (PSOE), de un total de 12 partidos que obtuvieron representación parlamentaria. Cuatro décadas después, la democracia muestra síntomas de debilidad y plantea nuevos retos a una sociedad que ya no se calla, que se manifiesta contra los abusos, contra la corrupción y defiende una «democracia real».

Decía Winston Churchill que «la democracia es el menos malo de los sistemas políticos». Y es que los sistemas democráticos no son ni infalibles ni perfectos. En el caso de España, la democracia plena no llegó, en realidad, hasta un año después, cuando se aprobó la Constitución de 1978, pero con las elecciones del 15J se pusieron los cimientos de una democracia basada en un sistema de participación en el que los ciudadanos elegían a los representantes en el Congreso y el Senado. España pasó a formar parte del reducido grupo de países en todo el mundo de democracias «plenas» entendiendo éstas como naciones en las que los gobernantes y legisladores son elegidos mediante procesos electorales libres y abiertos.

 

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Adolfo Suárez acude a votar en las primeras elecciones democráticas el 15 de junio de 1977 | Foto: Saris / AP

Sin embargo, cuatro décadas después, aumentan las voces que piden una «democracia real», ante un descontento que desde los años 90 se percibe con una creciente desafección política por parte de los ciudadanos que, cada vez más, sienten que las instituciones democráticas no cumplen con su cometido de atender a sus intereses y demandas.

El resultado es una opinión negativa de los políticos, el desinterés por participar en los partidos y elevadas tasas de abstención que, en el caso de las últimas elecciones generales celebradas en junio de 2016 en España, fue del 30,10%.  A estos factores se suman los cambios sociales y culturales experimentados por la sociedad actual. Todo ello lleva a un alejamiento progresivo entre políticos y ciudadanos, algo que afecta negativamente sobre el funcionamiento democrático, según se desprende del informe ‘Los españoles y la calidad democrática‘ de Irene Palacios, publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en junio de 2016, en el que se añade que la globalización y la toma de decisiones desde organismos internacionales como la Unión Europea o el Fondo Monetaria Internacional intervienen también en las críticas a los sistemas democráticos.

Entre las conclusiones de este estudio, destaca el hecho de que «las valoraciones de la democracia están fuertemente condicionadas por el territorio, o, más concretamente, por la comunidad autónoma de procedencia». Los datos indican que «los ciudadanos del País Vasco son mucho más críticos que el resto de españoles, salvo cuando valoran el papel de los partidos y la descentralización política. En Cataluña las puntuaciones también son generalmente más bajas, aunque la tendencia es menos acusada que en el caso vasco».

La crisis económica,  la corrupción o el independentismo catalán, en los últimos años, tienen también mucho que ver con las debilidades de la democracia. Los nuevos partidos como Unidos Podemos y Ciudadanos hablan de regeneración democrática como una necesidad incluida en sus programas políticos, arrastrados, según reconocen ellos mismos, por las demandas de una sociedad descontenta con los viejos partidos y sus actuaciones.  Pero estos viejos partidos, PSOE y PP, también han comprendido que la clave para ganar apoyos está en esa «regeneración democrática».

Con motivo de este 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas, que en el Congreso de los Diputados se celebra durante todo el año y el siguiente para conmemorar los 40 años también de la Constitución, la presidenta Ana Pastor recordó la semana pasada en el primer acto público conmemorativo que el objetivo no sólo es recordar los cambios hacia la libertad que se dieron entonces, sino también «que les recordemos a los más jóvenes que merece la pena conocer la historia, toda la historia, pero especialmente la de los últimos 40 años para reflexionar sobre todo lo que hemos conseguido en estos años». Habló Pastor de la «conciencia democrática» necesaria para «hacer frente a los muchos y desconcertantes desafíos«.

Para Alfonso Guerra, uno de los políticos clave en la transición y diputados durante casi estos 40 años, lo importante es que los jóvenes conozcan qué se hizo entonces para instalar la democracia en un país enfrentado por una Guerra Civil que dio paso a una dictadura. Para el que fuera número dos del PSOE y vicepresidente del Gobierno con Felipe González, el mensaje es que la «democracia ha sabido resistir los embates del terrorismo, las asonadas nostálgicas del pasado y los intentos del secesionismo«. «La sociedad había incubado el germen de cambio al menos durante la última década del franquismo, con la liberación gradual de las costumbres cotidianas; el interés por los sistemas políticos de libertad democrática que había en los países vecinos y con un gran número de protestas, huelgas y manifestaciones».

Restaurar la democracia exigía «limitar la libertad de recordar, mirar el futuro en paz, pero sin olvidar el pasado«, aseguró en ese acto de reconocimiento que el Congreso ofreció la semana pasada a los diputados y senadores de esos primeros años democráticos en una España que empezaba a dejar atrás la historia en blanco y negro, la del No-Do.

La irrupción de los nuevos partidos

En España, la democracia se ha visto debilitada por una profunda crisis económica que ha dejado a una clase media tambaleando, a los jóvenes en la cola del paro y a los mayores bajo la amenaza de perder sus pensiones. Los desahucios, la burbuja inmobiliaria, los recortes sociales y una clase política cada vez más alejada de las preocupaciones de los ciudadanos, han sido el caldo de cultivo de asociaciones vecinales, movimientos sociales, hasta ahora desconocidos o, por al menos, sin apenas protagonismo durante los años de la transición, ni durante los gobiernos socialista y popular de las décadas de los 80 y 90 y principios del siglo XXI. A los problemas sociales se ha sumado con fuerza la corrupción política, que ha terminado por debilitar nuestro sistema democrático.  Los partidos de todo el espectro político coinciden en que crisis y corrupción han hecho daño a la democracia.

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Manifestantes contra los desahucios protestan frente a la sede nacional del PP en Madrid, en noviembre de 2012 | Foto: Daniel Ochoa de Olza / AP

El 15M es el claro exponente de que algo no funcionaba en España. «¡Democracia real, ya!», era uno de los lemas de este movimiento ciudadano integrado en su mayoría por jóvenes que nacieron en democracia o a finales de un franquismo que no conocieron más que de forma indirecta. Pero a esos jóvenes se sumaron personas que en 1977 eran jóvenes, estudiantes, trabajadores que recibieron con entusiasmo la democracia y que, cuatro décadas después, se sumaron al 15M desilusionados porque «no era esto» lo que esperaban.

Partidos nuevos como Podemos o Ciudadanos recogieron el guante de las demandas y se presentaron como la nueva clase política cuyo único objetivo era atender a las necesidades de los ciudadanos, recuperar el espíritu del servicio público. En sus programas, uno de los puntos clave es el compromiso con la «regeneración democrática«.

Para Ciudadanosregeneración democrática y lucha contra la corrupción van de la mano y en su programa hay 52 propuestas y para su líder, Albert Rivera, dicha regeneración “pasa por gente que haya nacido en democracia, por gente que no tenga mochilas, ni dinero en Suiza, ni casos de corrupción”. Rivera nació en 1979 y, como él dice, es «postconstituyente». Para él, lo esencial en democracia es la libertad. Para Ciudadanos, «entre los grandes retos que tiene que afrontar nuestro país, revisten especial gravedad las tres grandes crisis que han marcado los últimos años y que van a seguir siendo protagonistas en la esfera política española: la crisis económica, la crisis de confianza y el desafío separatista».  Para superarlos, la formación naranja propone «una política realista, democrática y transparente, en la que los valores de libertad, igualdad, unión y Estado de derecho sean defendidos» basándose en que «el sujeto de la política es el ciudadano».

Podemos, el otro partido nuevo, formado por una mayoría de jóvenes que al igual que en Ciudadanos, nacieron después de 1977, considera que la democracia salida de la urnas de 1977 y de la transición política ya no sirve a los intereses de los ciudadanos y aboga por una  «democracia real«.  La formación morada lo deja claro en su programa con propuestas que llevan todas la palabra democracia como referente (democracia económica, democracia social, democracia política, democracia ciudadana o democracia internacional). Su líder, Pablo Iglesias, explica lo que hay que hacer para recuperar la democracia. En su libro ‘Disputar la democracia. Política para tiempos de crisis‘, presentado en 2014, presentado por el propio Iglesias como «reflexiones de un profesor de Ciencia Política» se recogen el corolario de lo que son las propuestas políticas del partido. «La democracia tiene que ser eficaz, es imprescindible que haya servicios públicos eficaces; una democracia lo es si cuenta con la mejor sanidad pública, si cuenta con la mejor educación pública, su cuenta con instrumentos para garantizar la igualdad ante la ley, y para garantizar la soberanía«. Y, en opinión, de Iglesias y su partido, la actual democracia adolece de estos elementos. Frente a «los enemigos de la democracia que entregan la soberanía a poderes extranjeros, que privatizan los servicios públicos, resulta que estamos los demócratas, que somos más que ellos», apuntaba entonces Iglesias.  Podemos lucha por echar a «una minoría defensora del totalitarismo» encarnada en el PP y de ahí que Iglesias haya dado el paso esta misma semana de presentar una moción de censura «para echar al PP y a Mariano Rajoy del Gobierno», porque «la democracia está en riesgo«.

Los llamados partidos viejos, PSOE y PP, ante el creciente apoyo de los ciudadanos a las formaciones naranja y morada se han subido al carro de la defensa de la necesidad de llevar a cabo una regeneración democrática, como se refleja en sus respectivos programas.

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El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y el de Podemos, Pablo Iglesias, antes del debate celebrado en la Universidad Carlos III de Madrid, en noviembre de 2015, antes de las elecciones de diciembre | Foto: Susana Vera / Reuters

Paro, corrupción, situación económica y los políticos están entre las principales preocupaciones de los españoles, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Todos ellos factores que afectan al sistema democrático. Llama la atención que la corrupción y el fraude sea el principal problema para el 42% de los españoles; que para el 20,9%, la principal preocupación sean los «los políticos en general, los partidos y la política».

Si en 1977, «la transición no la hicimos unos contra otros, sino unos con otros», como recordaba la semana pasada el ex vicepresidente Alfonso Guerra, en 2017 los retos residen en realizar las reformas necesarias para regenerar el sistema democrático. Y en eso aseguran estar los dirigentes políticos, empujados por una sociedad cada vez más exigente y participativa.

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