El museo del fracaso de Suecia que expone a Donald Trump
Hay detalles que pasan desapercibidos por un tiempo, pero no eternamente. Cuando Donald Trump lanzó al mercado su propia versión del Monopoly, con su rostro presidiendo la carcasa, pensó que se convertiría en un éxito de ventas. Sin embargo, sus pronósticos fallaron. Ahora, este juego, que se llamaba Yo estoy de vuelta y tú despedido — Trump, el juego, forma parte de un museo que sirve de alegoría del fracaso.
Hay detalles que pasan desapercibidos por un tiempo, pero no eternamente. Cuando Donald Trump lanzó al mercado en 1989 su propia versión del Monopoly, con su rostro presidiendo la caja sobre la ciudad de Nueva York, pensó que se convertiría en un éxito de ventas. Sin embargo, sus pronósticos fallaron. Ahora, este juego, que se llamaba Yo estoy de vuelta y tú despedido — Trump, el juego, forma parte de un museo que sirve como alegoría del fracaso.
Situado en la ciudad sueca de Helsingborg, esta casa de los horrores se ha convertido en todo un reclamo turístico. En sus pasillos se pueden observar artilugios a los que nunca se encontró utilidad y que, en muchos casos, despiertan la risa de los visitantes. Entre ellos está el Teleguide, un precursor de internet con una aplicabilidad limitada que amenazó con arruinar por costoso a las telecomunicadoras de Suecia; la bicicleta Itera, sacada a la venta en 1982 y hecha completamente de plástico -era terriblemente inestable y frágil y nunca funcionó en el mercado-; y el Ford Edsel, de 1958, un coche con un diseño extraño, ruidoso y con una facilidad alarmante para averiarse.
Se puede encontrar fracasos estrepitosos y recientes como el Amazon Fire, un teléfono inteligente con muchas deficiencias, o la máscara tonificadora Rejuvenique, una careta eléctrica y estéticamente inquietante que aplicaba pequeñas descargar sobre el cutis facial con la supuesta capacidad de rejuvenecer las facciones del rostro.
Aunque muchos de estos inventos o innovaciones fallidas sean motivo de sorna en nuestros días, el comisario de la exposición, Samuel West, se esfuerza por explicar a los visitantes del museo, en muchas ocasiones llegados desde países tan lejanos como Canadá o China, que el fracaso no debe ser una causa de sonrojo; más bien un paso adelante hacia la obtención de nuevos objetivos.
«Creo profundamente que como sociedad infravaloramos el fracaso. El fracaso es lo que nos permite aprender a caminar, lo que nos permite aprender a hablar», argumenta West en una entrevista concedida a la cadena norteamericana NBC. «Cualquiera de tus habilidades se debe a que te has equivocado antes».
En este sentido, defiende con fervor que el museo es una reivindicación de esta idea y que su finalidad es la de lanzar, finalmente, un mensaje positivo. «Entiendo que a los medios les gusta hacer reportajes sobre la muestra porque así tienen cosas divertidas sobre las que escribir un titular que venda», asume. «Sin embargo, el mensaje de fondo no puede tomarse a broma«.
Porque en los pasillos del museo no solo se encuentran extravagancias y rarezas que pueden erizar la piel y de las que nunca oímos hablar. En esta exposición de Helsingborg hay, por ejemplo, una réplica del DeLorean DMC-12, un coche deportivo fallido que saltó a la fama por la saga de películas de Regreso al futuro.
Con todo, no puede evitarse la idea de que el juego de mesa de Trump pueda ser considerado como un error que ha conllevado necesariamente al actual presidente de los Estados Unidos a cosechar nuevos éxitos. West, de hecho, reconoce que sus teorías no encuentran justificación en el juego lanzado por la marca del magnate.
«Es una versión muy mala del Monopoly», sentencia West, reconociendo que el producto de Trump es, en cualquier caso, una de las piezas que más curiosidad despierta en el emblemático museo.