– Disculpe, ¿de qué organización son ustedes?
Una mujer de mediana edad con un peto amarillo fosforito que guarda una pancarta con el lema “Constitución Española: la ley de todos” me mira, se encoge de hombros y busca su acreditación. “Espanya i Catalans”, leemos a la vez.
– ¿No lo sabía?
– Es que ahora mismo hay tantos movimientos cívicos de éstos que una ya se pierde.
Me gustaría saber cómo ha llegado a calzarse el peto de una organización que desconoce. Sin embargo, cuando voy a formular la pregunta alguien que parece una suerte de coordinador pega una voz y todas las personas con petos amarillos fosforitos que pululan cerca del Bingo Layetana acuden a la llamada. Se reúnen en medio de la calzada porque la Guardia Urbana ya ha cortado el trecho de la Via Laietana por el que va a transcurrir la manifestación. Tienen pinta de cordón de seguridad y el presunto coordinador quiere repasar el camino a seguir hasta la plaza de Sant Jaume, donde están los edificios del Ayuntamiento y de la Generalitat.
A pocos metros, la plaza de Urquinaona empieza a llenarse con personas que portan banderas de España, alguna de Cataluña y alguna de la Unión Europea. Hacen piña alrededor de los dos puestos desplegados para la ocasión. Uno, con carpa roja, corresponde a Barcelona con la Selección, un “movimiento meramente deportivo” que recoge firmas para que la Selección Española de fútbol juegue un partido en Barcelona; algo que no sucede desde el 2004. El segundo puesto, situado prácticamente al lado, está cubierto por una carpa blanca. Lo ha montado Espanya i Catalans, el movimiento cívico catalán que defiende “la indisoluble soberanía y unidad nacional de España” y que parece estar al frente de todo el tinglado. Este segundo puesto lo gestionan dos señoras cuya misión parece ser la venta de merchandising. En cambio, pasan la mayor parte del tiempo contestando preguntas.
– ¿Lleváis mucho tiempo haciendo cosas? –pregunta un señor que va muy bien peinado.
– Desde el 2012 o por ahí. Somos los que organizamos esta manifestación y la del 12 de octubre todos los años –responde una de las señoras, con la voz algo ronca.
– Pues nunca he escuchado hablar de vosotros y eso que estoy en todos los grupos de WhatsApp –contesta él.
Entonces la señora le muestra una hoja con la dirección de Facebook, la de Twitter, la de Instagram y un teléfono de contacto. Se dispone a tomar nota cuando se acerca un segundo hombre y le advierte:
–Ese teléfono no existe. He llamado varias veces y no existe.
–Pues claro que existe –contesta la encargada del puesto.
–Bueno, igual es que hoy, al ser fiesta… –intenta mediar el hombre bien peinado.
–Que le digo que no existe, llevo llamando varios días y nada –insiste el que ha interrumpido la conversación.
–¡Cómo no va a existir si estamos nosotras aquí! –responde la mujer, ya un poco alterada.
–Venga, pruebe; llame y verá que tengo razón. Venga, llame aquí mismo –dice el otro.
El envite surte efecto: la señora se vuelve hacia el hombre muy bien peinado para decirle que mejor solicite la información que quiera por Facebook, que por Facebook “los jefes sí contestan”.
La hemeroteca de La Vanguardia da la razón a la encargada del puesto de Espanya i Catalans: la entidad lleva varios años organizando una marcha en el aniversario de la Constitución Española. Lo que sucede es que en las convocatorias anteriores apenas lograba reunir a medio millar de asistentes y, en consecuencia, la noticia rara vez trascendía. En esta ocasión, sin embargo, el Ayuntamiento de Barcelona ha contado 12.000 personas. Un salto cuantitativo que encuentra su razón de ser en el clima político actual; los catalanes contrarios a la independencia le han cogido el gusto a manifestarse por la unidad de España en las calles de Barcelona y este 6 de diciembre, día de la Constitución, a menos de dos semanas de las elecciones regionales que determinarán el futuro de Cataluña, no iba a ser menos.
Pero si bien la presencia de 12.000 personas puede considerarse un éxito si se compara con años anteriores, el número parece algo escaso si se compara con las dos marchas celebradas el pasado octubre y en las que participaron cientos de miles de personas. Claro que aquellas marchas fueron convocadas por Societat Civil Catalana, la plataforma más influyente de todas las que promueven la unidad de España en Cataluña, y respaldadas ampliamente por el PP, Ciudadanos y el PSC. En la concentración de este miércoles, sin embargo, Societat Civil Catalana ha estado desaparecida; aunque ha fomentado tímidamente la asistencia a través de las redes sociales, tenía su propio acto en Bruselas y es en eso en lo que ha estado centrada. Por su parte, los partidos políticos que participaron sin tapujos en las concentraciones de octubre han pasado de puntillas por esta. Tan sólo Xabier García Albiol, líder del PP catalán, se ha dejado caer por Via Laietana. Ciudadanos ha realizado un acto para conmemorar la Carta Magna en otro lugar de la ciudad y el candidato del PSC a la Generalitat, Miquel Iceta, ha preferido dedicar la jornada a protagonizar un acto con el alcalde de Canovelles. Hay quien dice que esta desbandada tiene que ver con la campaña electoral; en las últimas semanas el PSC se ha desmarcado de Ciudadanos y del PP. Repetir las fotos de octubre podría no ser del todo rentable a la hora de intentar convencer a los indecisos. O, en el peor de los casos, la foto podría salir movida. Conclusión: todas estas ausencias han reducido notablemente el número de participantes pero, al mismo tiempo, han conseguido que Espanya i Catalans, al erigirse como única entidad al mando, gane en hora y media la notoriedad que no ha conseguido en todos estos años.
Cuando los curiosos dan un respiro, las señoras del tenderete se ponen a otear el horizonte de la plaza en busca de vendedores ambulantes. Localizan a un chico asiático; de Paquistán, o quizás de Bangladesh. Una de ellas se acerca hasta él y le suelta un bufido para que se marche. El chico hace un gesto de desdén y se queda en el sitio. La mujer se acerca entonces a un hombre con peto fosforito y le pide que eche al chico. El hombre promete hacerlo pero no hace ni caso. De todas formas, tampoco hay de qué preocuparse; Espanya i Catalans vende las banderas a 3 euros mientras que el chico asiático las está intentando colocar por el doble de precio.
Faltan pocos minutos para el mediodía –la hora de comenzar a caminar hacia Sant Jaume– y la furgoneta alquilada por la organización se pone a pinchar música. Una de las primeras canciones en sonar es Waka Waka: Esto es África, de Shakira. Durante unos instantes pienso que la elección es un choteo, pero la gente no está para sutilezas y entre verso y verso hay quien corea el ya tradicional “¡Puigdemont a prisión!” y otras consignas parecidas. Terminada la balada pop de la pareja de Gerard Piqué, el disc jockey escoge música popular sevillana –Si los hombres han llegado hasta la luna, del grupo Siempre Así, surgido del coro de la hermandad del Rocío de Triana– antes de pasar al himno oficial de la Selección Española durante la Eurocopa del 2016, momento en el que dos docenas de asistentes deciden formar un corro al son de la música mientras el resto de la concurrencia avanza.
Un chaval que observa toda la performance a una distancia prudencial menea la cabeza con resignación. “Así que vamos a tener que elegir entre Alicia en el País de las Maravillas y Los Chunguitos”. Parece deprimido.