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Los archivos del Pentágono y los obstáculos familiares que enfrenta el periodismo

Los archivos del Pentágono y los obstáculos familiares que enfrenta el periodismo

Publicar y difundir información nunca ha sido tarea ligera. Es cierto que el papel aguanta tinta y sudor, pero precisamente por esto el enlace causa/consecuencia que surge a raíz de transmitir noticias encarna mayores riesgos y recompensas. El periodista argentino Rodolfo Walsh tiene una excluyente para sopesar la importancia de la prensa: si el periodismo no es libre, es una farsa; en un presente en donde la lucha de los medios de comunicación por informar verídica y libremente es interceptada por autoritarismos y fuerzas externas, las farsas caen fácilmente en el ala de la información que le llega a las masas.

La desinformación es un riesgo atemporal, y a modo de recordatorio cinematográfico este año Steven Spielberg ha recreado la historia detrás de uno de los secretos mejor guardados del gobierno de los Estados Unidos de América: un estudio de 7.000 páginas, elaborado por el Departamento de Defensa sobre las acciones/omisiones políticas y militares cometidas durante la guerra de Vietman entre 1945 y 1967. Estos fueron filtrados a la prensa en 1971.

Conocidos como los Papeles del Pentágono su contenido fue entregado en primera instancia al diario New York Times, revelando explosivos documentos clasificados que probaban que la población y los medios de comunicación habían sido falsamente informados sobre las posibilidades del país de ganar una guerra anunciada.


La historia es verídica, y aunque con algunas licencias creativas, Los Papeles del Pentágono logra recuperar no solo elementos históricos del periodismo, sino pronunciarse sobre la discriminación de género, el poder y deber de las entidades gubernamentales y la mujer como cabecera institucional. Es además un recordatorio de la prensa como factor de supervivencia cuando la libertad de información se fragmenta entre intereses personales.

La película de Spielberg protagonizada por Meryl Streep y Tom Hanks se centra en la cobertura de los documentos que realizó el periódico The Washington Post, en ese entonces a cargo de Katharine Graham; Graham fue además la primera mujer en frente de la directiva de un periódico en el país. No obstante en la realidad la mayor esfera de acoso y persecución la recibieron el New York Times –quien obtuvo el Premio Pulitzer por su cobertura del caso- y el responsable de filtrar los documentos, Daniel Ellsberg. Este es fácilmente uno de los “espías” terminantes para la historia contemporánea junto con Edward Snowden.

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Katharine Graham y Ben Bradlee saliendo de la Corte de Estados Unidos en Washington, D.C., el 21 de junio de 1971 | Foto vía: AP Fotos

El trabajo de Ellsberg (Matthew Rhys en la película) en  el Departamento de Estado de América le daba acceso a información privilegiada. Eventualmente las dudas y la desconfianza ante las relaciones entre América y Vietnam durante la guerra hicieron que fotocopiara miles de documentos militares clasificados, en violación con el acta de espionaje de 1917 y arriesgándose a una condena de 115 años en prisión. Ellsberg experimentó el asedio del FBI y fue sujeto de escuchas telefónicas ilegales. Mientras tanto, el Times trabajó durante tres meses para verificar y publicar el contenido de los papeles desafiando a la administración de turno. Esa administración encabezada por Richard Nixon emitió una orden preliminar contra el periódico para evitar que continuaran publicando sus secretos.

Es aquí cuando entra el Washington Post en juego, para entonces un periódico local y mucho más pequeño que el que conocemos hoy en día. Al continuar con la investigación iniciada por el Times, el Post se enfrentó a las mismas consecuencias judiciales y a un gobierno que interfería entre la prensa y la libertad de información garantizada por la Primera Enmienda.

Durante la película el Washington Post es excluido de coberturas en la Casa Blanca producto de su rol en la publicación de los documentos. Sin embargo, esto  es algo que no sucedió hasta 1972 cuando el escándalo Watergate puso fin a la administración de Nixon.

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Escena de Los papeles del Pentágono | Foto vía: Fox Searchlights

Hay un sentido de urgencia y relevancia en todo esto que va más allá de escándalos pasados: el rol auxiliar de los medios de comunicación como informantes al servicio de la población y no del gobierno de turno.

Más allá de los fallos y tinos históricos, es el análisis de las relaciones entre prensa y gobierno durante el periodo administrativo de un jefe de Estado lo que crea similitudes con el presente. Bien podríamos estar hablando de la década de los 70 como del año pasado, cuando el presidente Donald Trump asumió la jefatura de Estado entre insultos hacia la prensa y embarazosas escenas para con los medios de comunicación.  

La familiaridad con la que los hombres en el poder obstaculizan y escoden calendarios enteros de sucesos también sirve como recordatorio de que la información en manos equivocadas se convierte en un riesgo colectivo. Ese coctel entre poder, secretos y excesiva confianza explota en escenarios que tientan la veracidad y la realidad.

Spielberg ha dicho en diferentes entrevistas que la película fue una forma de responder a través de la historia a los asaltos de Trump hacia la libertad de prensa. Una respuesta que viene de la mano de una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood, como se refirió el mismo Donald Trump a la actriz Meryl Street en la red social de Twitter. `

La réplica ha vuelto a enfocar la atención del público en el caso de los papeles del Pentágono por servir como recordatorio de un escenario cíclico de amenazas que se producen en las administraciones presidenciales, especialmente cuando la información no es favorecedora.  Por otro lado, la más clara advertencia expone cómo la retórica de los gobiernos y su relación con los medios de comunicación son el perfecto indicio para revelar a las gerencias autoritarias.

Los documentos del Pentágono fueron desclasificados en 2011 y están disponibles para leer en línea.

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