Relatos desde Siria: "Las personas nos adaptamos a todo, aquí ya estamos acostumbrados a la guerra"
Este es el testimonio de dos jóvenes que llevan siete años en Siria luchando por sobrevivir en una guerra a la que no se le ve el final.
Sólo tenía 18 años cuando la guerra estalló en su país. Con la mayoría de edad recién cumplida todos sus sueños se desvanecían a golpe de proyectil respaldado por la sinrazón humana. Ahora, Iman Tajmieh, una joven siria de sólo 25 años, intenta hacer su vida con normalidad a pesar de vivir inmersa en una guerra que cumple ahora su séptimo año. «La vida sigue y los seres humanos nos adaptamos a todo, aquí en Siria ya estamos acostumbrados a la guerra«. Son las duras e impactantes palabras de esta joven amante de la fotografía que intenta transmitir a través de sus imágenes un «país hermoso», cuenta a The Objective.
–¿Una persona puede acostumbrarse a vivir con miedo y al sonido de las bombas y sus consecuencias?
–Se puede, es difícil, pero es posible –apunta la joven a este periódico–. Yo vivo en Tartús, mi ciudad no ha sido destruída, pero mis amigos en Damasco salen a cenar y a disfrutar de los hermosos bares mientras los proyectiles de mortero caen sobre la ciudad. Al final, el amor a la vida triunfa siempre.
Es el mensaje de esperanza de quien ha vivido más de un tercio de su vida escuchando relatos de horror. Y es que desde que la guerra estallase en 2011, 511.000 personas han sido asesinadas, según datos proporcionados por el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH). Además, el conflicto es ahora la principal causa de muerte entre los adolescentes en el país. En 2017, según UNICEF, fallecieron 910 menores, un 50% más que en 2016, y sólo en los dos primeros meses de 2018, la vida de 1.000 pequeños ha sido segada.
«Al final, el amor a la vida triunfa siempre»
«El principal peligro es los proyectiles de mortero disparados indiscriminadamente contra civiles inocentes», cuenta Tajmieh. Testimonio respaldado por Yehya Alrejjo, un joven fotógrafo de 26 años que ahora vive en Idlib, una ciudad situada al noroeste de Siria controlada por el Ejército Libre Sirio. «Aquí, los bombardeos por parte del régimen de Assad son continuos. Hoy, en el barrio donde vivo, cayeron seis misiles. Más de 15 personas murieron, entre ellos varios niños», cuenta a este periódico Alrejjo, que abandonó Alepo, su ciudad natal, en 2016 cuando Bashar Al Assad se hizo con el control de ésta. «Cuando las ambulancias y periodistas llegan al lugar donde ha caído el misil, los aviones inmediatamente vuelven a bombardear de nuevo para matar a más personas», relata, y añade: «Hoy todas las escuelas en Idlib han sido cerradas y la mayoría de las familias viven ahora en túneles».
Yehya cuenta cómo perdió a varios familiares a causa de los bombardeos. «Aquí en Siria todas las familias hemos perdido algún ser querido». También nos relata cómo su hermano pequeño, Mohammed, de tan solo 12 años, perdió una pierna cuando jugaba con otros niños en la calle. «Las fuerzas aéreas rusas comenzaron a lanzar misiles y a mí hermano tuvieron que cortarle una pierna».
–¿No has pensado nunca en abandonar tu país?
–Muchas veces, sobre todo para proteger a mi familia y darle unos estudios a mis hermanos menores –cuenta con angustia–. Pero no pude porque sé que voy a anhelar mi país. Así que sólo me queda armarme de paciencia y fuerza para sobrevivir.
Luego lanza un mensaje a la Comunidad Internacional a la que define como «impávida» todo este tiempo: «Espero que el mundo algún día nos escuche y nos ayude a regresar a nuestros hogares de donde nos sacó el régimen de Assad».
Frentes activos
Aunque la violencia se ha reducido en algunas áreas de Siria, en otras regiones no ha hecho sino aumentar –actualmente hay más de 500.000 personas viviendo en 10 áreas sitiadas en todo el país–. De esta forma, de los frentes actualmente activos, Yarmouk, Foua, Kefraya y Guta Oriental, es este último el que se impone como el enclave rebelde más mortífero para los civiles. Según Acción Contra el Hambre (ACH), unas 400.000 personas se encuentran allí atrapadas intentado sobrevivir en medio de los bombardeos. «Es una olla a presión donde hay un espiral creciente de violencia que no sabemos cómo va a acabar», explica Víctor Velasco, responsable del equipo de emergencia de la organización, que recién acaba de llegar del país donde trabajaba suministrando alimentos y ayuda a los hospitales.
Sin embargo, esta situación no es nueva en un lugar donde niños y personas ancianas mueren diariamente de hambre y por falta de medicamentos. Sólo entre febrero y marzo, más de 1.000 civiles murieron en Guta Oriental a causa de los bombardeos de las fuerzas gubernamentales sirias y rusas, según datos del OSDH. «En ese lugar la gente está esperando a la muerte», cuenta a The Objective Alrejjo que a través de sus redes sociales cuenta día a día lo que su pueblo está viviendo.
Aún no es seguro regresar
En 2017, los gobiernos comenzaron a contemplar abiertamente el regreso de los refugiados a Siria. Un discurso impulsado por las ganancias territoriales del Gobierno sobre los grupos armados de oposición y las pérdidas del grupo Estado Islámico (ISIS), así como el establecimiento de las llamadas áreas de desescalada. Y si bien muchos sirios volvieron a casa en 2017, por cada desplazado interno o refugiado que regresó a su hogar el año pasado (721.000), tres nuevas personas se vieron obligadas a abandonar su hogar, lo que sitúa el número de desplazados en 2,8 millones en 2017.
«Las personas que se fueron están ahora regresando gradualmente», dice observar Iman Tajmieh que, atestigua: «Aunque pueda parecer una locura, la gente que ha regresado está comprando casas en ciudades devastadas por la guerra en un intento de reconstruir el país». «Espero que todos regresen pronto», apunta la chica que, asegura, nunca pensó en abandonar Siria.
Sin embargo, a pesar de estas esperanzadoras palabras de la joven fotógrafa, el responsable del equipo de emergencias de ACH, Víctor Velasco, asegura que «no se dan las condiciones para un retorno con garantías y seguridad». En este sentido los datos lo avalan, y es que aún 5,6 millones de personas necesitan asistencia de forma inmediata, 6,5 padecen inseguridad alimentaria, hasta el 35% de la población depende de fuentes de agua inseguras para satisfacer sus necesidades diarias de suministro de agua y 11,3 millones de habitantes no pueden acceder a una asistencia sanitaria adecuada.
Ante esta situación, Velasco teme que el país quede en el olvido. “La comunidad internacional ha pasado de aportar el 70-75 % del dinero al 52% el año pasado”. En este sentido, la ONG observa también un desgaste de la sociedad, cuyas donaciones no son comparables a cuando sucede un desastre natural.
La paz como única salida
La trayectoria política iniciada en Ginebra en 2012, con directrices claras y compromisos para lograr un acuerdo político con respecto a la guerra, se ha retrasado en sus resultados en 2017. Ahora se encuentra estancada tras el fracaso de la novena ronda de negociaciones para la paz organizada por la ONU el pasado mes de enero, sin que ninguna de las iniciativas muestre avance alguno. Los expertos aseguran que esta situación continuará mientras las diferentes partes continúen convencidas de que hay una solución militar para el conflicto.
«Siria merece vivir en paz», grita de forma silenciosa Iman Tajmieh. Por su parte, Yehya Alrejjo advierte: «Sólo queremos que el mundo se mueva antes de que todos los sirios muramos aquí. Hasta ahora, durante siete años, el mundo sólo ha escuchado, sin hacer nada, mientras 200 personas son asesinadas diariamente en mi país».