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Armas químicas, un asesino efectivo y silencioso

Desde 2011, el régimen sirio de El Asad ha cometido 201 ataques con armas químicas contra civiles, según recoge Syrian Archive.

Armas químicas, un asesino efectivo y silencioso

Reuters

Agosto de 2013: Guta Oriental, Siria. Uso de gas sarín: 1.500 personas asesinadas. 3.600 heridas; abril de 2014: Kafr Zita, Siria. Uso de gas cloro: tres personas asesinadas. Cientos de heridos; marzo de 2015: Sarmin, Siria. Uso de gas cloro: seis personas asesinadas. 30 heridas; septiembre de 2016: Alepo, Siria. Uso de gas cloro: tres personas asesinadas. Decenas de heridos; abril de 2017: Jan Shijun, Siria. Uso de gas sarín: entre 70 y 100 personas asesinadas. 500 heridas; abril de 2018: Duma, Siria. Agente químico desconocido: unas 70 personas asesinadas. 500 heridas.

Éstos son sólo algunos de los 201 ataques químicos cometidos en el país árabe entre 2012 y 2018, según recoge Syrian Archive, uno de los colectivos de activistas de derechos humanos que mejor ha mostrado evidencias de las atrocidades del régimen de Bashar al-Assad, a pesar que desde 1925 las armas químicas están absolutamente prohibidas tras el tratado del Protocolo de Ginebra, y desde 1997 también su desarrollo, producción y almacenamiento.

 

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Limar y Masa al-Qari, sobrevivientes del ataque químico en Duma, en un campo de refugiados en Alepo. | Foto: Mahmoud Hassano /Reuters

Desde tiempos remotos, el uso de productos químicos tóxicos se ha usado para envenenar y matar personas. «Durante miles de años, los soldados envenenaron fuentes de agua, pozos o puntas de flecha para dañar al enemigo», apunta Johnny Nehme, experto en la materia del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Sin embargo, en nuestra historia reciente, las armas químicas se han usado deliberadamente a gran escala, sobre todo, en la Primera Guerra Mundial.

«La Batalla de Ypres en Bélgica (1915) es famosa por este primer ataque químico. Eso fue cloro», cuenta Nehme. Decenas de miles de soldados aliados fallecieron de forma instantánea. «Desde entonces, se han producido agentes específicos de guerra química hasta los últimos años», explica el experto.

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En esta foto sin fecha, soldados alemanes descansan cerca de Ypres, Bélgica, camino hacia el frente de batalla de Flandes durante la Primera Guerra Mundial. | Foto: AP

Los Estados tienen vetado recurrir a ellas, pero eso no garantiza su desaparición absoluta. Además de Siria, numerosos países han recurrido alguna vez a estas sustancias químicas para matar, herir o incapacitar una vez ya prohibidas. España las usó en la rebelión de los Rifs en Marruecos (1924-1925). En 1935, Italia atacó Etiopía con fosgeno e iperita; Egipto recurrió también a ésta en la guerra civil del Yemen (1963- 1967) y los japoneses emplearon gas mostaza en la invasión de China (1938). Sin embargo, uno de los ataques que mayor número de víctimas dejó fue el que tuvo lugar durante la guerra de Vietnam (1961-1973). En esta ocasión se estima que tres millones de vietnamitas fueron asesinados y 500.000 niños nacieron con malformaciones congénitas como resultado del uso de agente naranja durante la contienda. Y es que los agentes de guerra química están diseñados para ser una amenaza a largo plazo produciendo enfermedades, heridas y, en algunos casos, mutaciones.

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Gemelos siameses que nacieron el 30 de mayo de 1982 tras el lanzamiento de agente naranja durante la guerra de Vietnam. | Foto: Gary Mangkorn/AP

En el caso del último ataque con armas químicas en Duma, Siria, los investigadores de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), no pudieron acceder a la ciudad hasta el pasado sábado 21, dos semanas después del ataque, por «problemas de seguridad».

En este sentido, como apunta el experto en la materia Johny Nehme, «su naturaleza indiscriminada, sus efectos de por vida o su capacidad para hacer que las personas puedan respirar» han hecho que el uso de este tipo de armas esté totalmente prohibido. Sin embargo, ¿acaso el resto de armas no pueden matar o mutilar a cualquier persona, ya sea que ese individuo participe en un conflicto o no?

Múltiples son los ejemplos de bombardeos por parte del régimen de Bashar al-Assad contra colegios y hospitales. Según documenta la Syrian Network of Human Rights (‘Red Siria de Derechos Humanos’) en su informe The Ruthless Bombing  (‘El bombardeo despiadado’), desde julio de 2012 hasta diciembre de 2017, el Ejército sirio lanzó 68.334 barriles bomba repletos de combustibles, clavos y tornillos de forma indiscriminada. Según este colectivo, más de medio millar cayeron sobre zonas civiles vitales, tales como centros de salud (donde se registraron 76 ataques), mezquitas (donde tuvieron lugar 160 ofensivas), colegios (140 ataques con barriles bomba) y mercados (50 de estos espacios públicos atacados), matando a 10.763 civiles, entre ellos 1.734 niños y 1.689 mujeres.

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Parte de un barril bomba lanzado el 6 de septiembre en Alepo, Siria. | Foto: Obada Abu al Joud/Syrian Network of Human Rights

Sin embargo, el efecto miedo que produce el uso de armas químicas, radiológicas o biológicas es mucho mayor al generado en el empleo de armas convencionales.

En este punto, si el Derecho Internacional Humanitario prohibe la utilización de estas sustancias químicas, ¿cómo es posible que haya Estados que las sigan usando casi un siglo después de su veto, incluso, contra civiles? María José Cervell Hortal, profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, lo explica así en la obra Derecho Internacional Humanitario: «Las fisuras de la Convención de Armas Químicas (CAQ), la afición a este armamento demostrada en los últimos tiempos por grupos terroristas y, sobre todo, la ausencia de sanciones de peso y la imposibilidad de que el Consejo de Seguridad remita la cuestión a la Corte Penal Internacional para que los culpables sean castigados, nos obligan a no bajar la guardia».

El empleo de gas sarín a las afueras de Damasco el 21 de agosto de 2013 despertó un temor que se creía dormido y obligó a la comunidad internacional a valorar la utilidad de la CAQ y su postura frente a las armas químicas. La condena en los días siguientes al ataque fue prácticamente unánime, y aunque Estados Unidos llegó a anunciar (31 de agosto) la posible invasión de Siria, finalmente se optó por la solución propuesta por Rusia, dirigida a establecer un control internacional del arsenal químico sirio. Al menos Damasco llevó a cabo la eliminación de su arsenal —de forma parcial a tenor de los últimos ataques—, con la supervisión de la Organización de la ONU para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ).

Las armas químicas están, por tanto, absolutamente prohibidas en la actualidad, pero, como se ha constatado, determinados Estados siguen empeñados en reservarse la posibilidad de su empleo, con la peculiaridad añadida de que también los individuos, aisladamente o en el seno de grupos terroristas, han descubierto su poder destructivo que deliberadamente siguen sesgando la vida de cientos de civiles cada día.

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