Mariano Rajoy: cuanto peor mejor
Resistiré no es sólo el título de una conocida canción del Dúo Dinámico, es una de las palabras que seguramente mejor definen a Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno y líder del Partido Popular ha sido un superviviente desde que José María Aznar le nombró su sustituto allá por el año 2003 al frente del PP.
Resistiré no es sólo el título de una conocida canción del Dúo Dinámico, es una de las palabras que seguramente mejor definen a Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno y líder del Partido Popular ha sido un superviviente desde que José María Aznar le nombró su sustituto allá por el año 2003 al frente del PP.
Durante todos estos años, Rajoy ha hecho gala de una actitud, criticada por unos y desconcertante para otros, que no es otra que la técnica del avestruz. ¿Que hay un problema en el partido? Miramos para otro lado y dejamos que escampe porque, como dicen en su tierra, ‘Nunca choveu que non escampara’ , o lo que es lo mismo, ‘No hay mal que cien años dure.’ ¿Que el problema llega desde fuera, con negociaciones para echarle con sesiones de investidura o mociones de censura? Pues hacemos lo mismo. ¿Que el problema es la corrupción en el PP? El avestruz hace acto de presencia de nuevo. Puede que para muchos no sea la mejor actitud de un líder político, pero lo cierto es que a Rajoy le ha funcionado hasta ahora.
Acorralado por los casos de corrupción – sentencia demoledora del caso Gürtel, incluida -, por escándalos dentro de su partido con dimisiones obligadas, como el caso Cifuentes, y encarcelamientos como la del expresidente de la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, por citar sólo dos de los asuntos más recientes, y por una crisis política e institucional provocada en parte por los independentistas en Cataluña, Rajoy puede que no esté muerto políticamente, como aseguran muchos, pero sin duda está tocado.
Rajoy es de los que piensa que la procesión va por dentro y por eso procura no exteriorizar sus sentimientos cuando las cosas van mal, aunque, como dijo un día «somos sentimientos y tenemos personas«. Ofrece esa imagen de hombre tranquilo que parece que no se inmuta por nada. En los debates parlamentarios no se le recuerda una voz más alta que otra. Él prefiere mostrar su famosa retranca gallega – «la respuesta tiene que ser gallega porque no puede ser riojana», llegó a decir el presidente del Gobierno durante su declaración como testigo en el juicio de la primera época de la Gürtel, – su capacidad para atacar al contrincante con frases demoledoras, hirientes pero que suenan a buenrollismo porque las dice sin exaltarse, sin levantar la voz, sin gritos o aspavientos. Quizá algo de esa pachorra tan suya tenga que ver con el metro noventa que gasta el presidente del PP.
Mariano Rajoy ha sido de todo en el Partido Popular y en el Gobierno
Nacido en Santiago de Compostela en marzo de 1955, Rajoy se licenció en Derecho y se convirtió en el registrador de la propiedad más joven de España tras aprobar las oposiciones con sólo 24 años.
Rajoy tiene una extensa carrera política. Fue en Galicia donde se estrenó como diputado en el Parlamento gallego tras las primeras eleciones autonómicas celebradas en 1981 a las que concurrió en las listas de Alianza Popular, el partido presidido por otro gallego, Manuel Fraga. A partir de entonces han sido numerosos los cargos que ha tenido dentro del partido (primero con AP, después con el PP) como vicesecretario general y miembro de la Ejecutiva Nacional en 1990; en 2003 fue designado nuevo líder del partido y candidato a la Presidencia del Gobierno con aquella fórmula tan campechana usada por el entonces presidente José María Aznar de «Te ha tocado, Mariano». Y es que Rajoy no fue la primera persona en la que pensó Aznar, sino Rodrigo Rato.
Rajoy ha sido también concejal de Pontevedra, presidente de la Diputación de Pontevedra, vicepresidente de la Xunta de Galicia, diputado en el Congreso, además de ministro – de Administraciones Públicas, Educación, Presidencia y Portavoz -; ha sido vicepresidente y presidente del Gobierno. Y no siempre ha ocupado estos cargos con el apoyo, no ya de fuera, sino de su propio partido.
Rajoy ha sido y es, sin duda, un superviviente. No sólo porque sobrevivió al accidente de helicóptero en el que iba en 2005 siendo ya presidente del PP con la entonces presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, sino porque también salió airoso siendo vicepresidente del Gobierno y portavoz cuando, en plena crisis del Prestige, dijo esa frase que dejó al país perplejo al referirse al chapapote que tiñó de negro las costas y las playas gallegas: «son pequeños hilillos solidificados con aspecto de plastilina». Ni dimitió ni lo cesó Aznar.
Frases rajonianas
Y es que si por algo es conocido Rajoy, además de por su afición al deporte de sillón – que sepamos sólo practica sus famosas caminatas matutinas a velocidad de crucero -, con el ciclismo y el fútbol como sus principales pasiones, es por sus frases.
Rajoy, se define a sí mismo como «un señor de Pontevedra«, pero sin duda son algunas de sus sentencias las que mejor lo definen. «A veces moverse es bueno y a veces no» o «Si no sabes a dónde ir, lo mejor es quedarse quieto«. Y quedarse quieto le sirvió, por ejemplo, para que tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015, cuando el Parlamento quedó fragmentado sin posibilidad de que ningún partido formara Gobierno en solitario – elecciones que ganó el PP, en el poder desde 2011 -, y todos los líderes políticos se movían para sacar a Rajoy de la Moncloa, él optó por mantener un perfil bajo, quedarse en un segundo plano y esperar los resultados de todo aquel ir y venir de reuniones a puerta cerrada pero retransmitidas en directo a los periodistas.
Rajoy pasó a ser un espectador más del llamado pacto del abrazo escenificado como si fuera un acto de Estado por Pedro Sánchez y Albert Rivera; Rajoy observó desde su despacho de la Moncloa cómo las negociaciones entre Podemos y el PSOE para investir a Pedro Sánchez presidente del Gobierno, acabaron como el rosario de la aurora, con acusaciones de traición incluidas; Rajoy vio cómo la sesión de investidura de Sánchez no prosperó. Tic, tac, tic, tac, que diría Pablo Iglesias. El tiempo corrió y hubo que convocar nuevas elecciones generales en junio.
A Rajoy le salió bien quedarse quieto tras las elecciones de diciembre de 2015
A Rajoy le salió bien quedarse quieto entonces. El PP revalidó su victoria en las urnas pero, de nuevo, sin mayoría suficiente para gobernar. España vivió su particular día de la marmota con los partidos negociando de nuevo. Rajoy, esta vez sólo se movió lo justo: para lograr que Ciudadanos se comiera el sapo y firmara un acuerdo de legislatura con el PP y que permitió la investidura del señor de Pontevedra como presidente del Gobierno.
Quedarse quieto le ha servido también a Rajoy para sortear los problemas dentro del PP. Un partido en el que encontró más que reticencias cuando, una vez asumido su cargo, optó por prescindir poco a poco de las personas más próximas a su mentor. A Aznar y a éstos nos les gustó la jugada y por eso el expresidente y alma mater de Faes ha sido uno de los más críticos con la política de Rajoy.
Un Rajoy que acabó formando su propio equipo de personas de confianza tanto en la dirección del partido como en el Gobierno y, ahora, cuando las cosas se le han puestos particularmente difíciles, ese equipo de fieles ha optado por cerrar filas en torno a él.
Pero si Rajoy ha sido y es un superviviente no es sólo por quedarse quieto, o por poner en marcha su táctica del avestruz. También se debe a lo que él mismo dijo en una de sus famosas frases o trabalenguas rajonianos el 13 de junio de 2017 en el Congreso de los Diputados ante un estupefacto Pablo Iglesias, a quien interpelaba durante la fallida moción de censura que éste presentó. «Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo, beneficio político». Pues eso, parece que para Rajoy «cuanto peor mejor» para él.
Toda una filosofía, la de Rajoy, que le ha llevado tan lejos quizá porque como él mismo dijo en otra ocasión «a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión».
«Fin de la cita».