Ciudadanos se hunde en Ventas: de las dos orejas en abril, a la tremenda cornada en noviembre
El partido naranja pierde 47 escaños desde abril y se queda con 10: Albert Rivera deja en manos de los militantes el futuro de Cs
«¿Lo escuchan? Es el silencio». Esa fue la famosa frase de Albert Rivera en el debate del 22 de abril. Hoy el silencio era otro en la sede de Ciudadanos. El silencio del fracaso. Caras tristes y abrazos de compasión. Así han salido Albert Rivera y los suyos a comunicar el hundimiento de Ciudadanos y la convocatoria de un congreso extraordinario que deja en manos de los militantes el futuro del partido y del propio Rivera.
La historia de Ciudadanos de los últimos años es la historia de un electrocardiograma, con sus picos y sus valles, con sus más y sus menos —abandonos de partido incluidos, como los Nart y Roldán— con casi doblar los escaños en abril a perder 47 en noviembre y quedarse con unos tristes 10.
Una montaña rusa que le hizo pasar de la tan repetida «prudencia» en campaña electoral a ser «la revolución naranja» tras alcanzar 57 escaños en abril y situarse a tan solo nueve del Partido Popular y acabar cayendo estrepitosamente este domingo 10 de noviembre.
Un duro golpe que el partido naranja ya parecía esperar. En esta ocasión el partido de Rivera ha decidido prescindir del pequeño escenario que el 28 de abril se situaba en las afueras de la sede. Este domingo, la fiesta —o el velatorio— era dentro de casa. Las imágenes, que comparan una y otra ocasión, son estremecedoras.
Eso sí, una cosa no ha cambiado del 28 de abril a ahora: el catering, que ha vuelto a ser espectacular -de ahí que le haya hecho ganarse ser reconocido como uno de los mejores de los partidos políticos. Jamón y queso marca España, tortilla de patata, croquetas y mini hamburguesas. Todo un clásico.
También han repetido en esta ocasión los globos naranjas y blancos, que una vez más colgaban de una red desde el techo. Un pequeño signo de la esperanza que albergaba el partido, pero que una vez más nos hemos quedado sin ver caer. Nada que celebrar.
Durante la corta campaña electoral para el 10N, Albert Rivera nos ha vuelto a dejar grandes momentos: desde el «todavía huele a la leche» abrazado a un cachorro, hasta por, como ya viene siendo habitual en sus debates, abrir su chistera mágica —al más puro estilo Doraemon y su bolsillo mágico— y sacar, en esta ocasión, una baldosa de las calles de Barcelona que supuestamente los CDR habían lanzado contra la Policía.
Poco ha habido hoy de ese Albert gracioso.
«Hoy han ganado los socialistas, pero más pronto que tarde vamos a gobernar España porque somos el partido que más se parece a España», decía Rivera en abril. Este domingo, ni atisbo de esa gran sonrisa en la cara del líder de Cs que vimos en la anterior jornada electoral. Tampoco lágrimas. Ha mantenido la compostura, antes de anunciar su derrota, felicitar a Pedro Sánchez y asumir la derrota como propia. «Los líderes asumen en primera persona no solo los éxitos, sino también los fracasos».
«No soy como otros líderes políticos, yo no estoy hecho de esa pasta, soy honesto, honrado y lo que tenemos es un mal resultado sin paliativos y sin excusas», ha reconocido Rivera rodeado por la plana mayor del partido, donde destacaban los ojos enrojecidos de varios de ellos.
Los que hoy veníamos a ver una bonita corrida, nos hemos llevado una desastrosa faena. Si en abril Ciudadanos conseguía llevarse como mínimo dos orejas, en esta ocasión ha salido a torear en Ventas y ha acabado corneado.
«España en marcha». Ese ha sido el lema para estas elecciones del partido naranja, pero la verdad es que España no marcha, ni para Ciudadanos, ni para el resto del país: la ultraderecha se ha hecho fuerte y todo apunta a un nuevo bloqueo político.