Impeachment. Episodio 1: Cómo hemos llegado hasta aquí
El impeachment de Trump está a punto de alcanzar su recta final: el Senado. ¿Qué ha pasado hasta ahora? ¿Qué puede ocurrir? Te lo contamos.
Impeachment
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1. Cuestionar la ética de alguien. Acusación de mala praxis.
2. Procedimiento iniciado por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos contra un funcionario federal que puede llevar, si prospera, a la destitución del citado funcionario.
3. Resumen periódico –ma non troppo– de los últimos acontecimientos en torno al procedimiento iniciado por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos contra el presidente Donald J. Trump. O sea: esto.
La conexión ucraniana
El pasado 10 de julio una delegación del gobierno ucraniano se presentó en la Casa Blanca con la idea de estrechar los vínculos entre Volodímir Zelenski, un cómico reconvertido en presidente de Ucrania, y Donald Trump, un empresario del show business reconvertido en líder del mundo.
La idea de los ucranianos era abandonar Washington con 400 millones de dólares de ayuda militar bajo el brazo; un dinero que a Zelenski le iba a venir de perlas para seguir manteniendo el pulso bélico a las provincias orientales que en 2014 declararon su independencia con el apoyo de Rusia.
Sin embargo, el recibimiento en la Casa Blanca no fue particularmente cálido y el ambiente se enfrió todavía más cuando los representantes de Trump dieron a entender que la ayuda militar sólo llegaría a Kiev si Zelenski ponía en marcha –y anunciaba públicamente– una investigación sobre el paso por Ucrania de Joe Biden, antiguo vicepresidente de los Estados Unidos, y su hijo Hunter Biden. Curiosamente, unas semanas antes de la visita de los ucranianos Biden padre había comunicado su intención de disputarle a Trump la presidencia de los Estados Unidos en las elecciones del 2020.
Aunque los emisarios de Zelenski no se esperaban lo que encontraron –uno de los asistentes comentó que, por las formas y el tono, aquello parecía un encuentro entre narcotraficantes–, en Ucrania el mensaje fue recibido con suspiros de resignación. Y es que no era la primera vez que el Donald ‘sugería’ una investigación en torno a los Biden. Rudy Giuliani, el abogado de Trump, llevaba tiempo intentando que el fiscal general ucraniano, un tipo de lo más siniestro llamado Yuriy Lutsenko, se pusiese a sacar mierda de donde hiciera falta. Lo único que detuvo a Lutsenko a la hora de ponerse manos a la obra fue la torpeza –o astucia– de Giuliani al no concederle lo que pidió a cambio: línea directa con el fiscal general de los Estados Unidos.
Foto: Nick Wass | AP.
¿Pero por qué esa obsesión con los Biden? ¿Cuál es su conexión con Ucrania?
La de Joe Biden es bastante simple y esperable: poco después de comenzar la guerra en Ucrania, el entonces vicepresidente de los Estados Unidos viajó hasta Kiev para expresar su apoyo al gobierno ucraniano… siempre y cuando el país iniciara reformas estructurales contra la corrupción. La conexión de su hijo Hunter sí es más sospechosa: en 2014, cuando su padre todavía era vicepresidente, aceptó sentarse en el consejo de administración de una gasística ucraniana de dudosa reputación llamada Burisma.
La obsesión de Trump con los Biden es aún más simple y esperable: una investigación contra ellos podría terminar con las ambiciones presidenciales de Biden padre y, de paso, ensuciar la reputación del Partido Demócrata.
La llamadita
Trump tendrá muchas virtudes, pero la paciencia no parece ser una de ellas. Dos semanas después de la visita de la delegación ucraniana, y viendo que ni el presidente Zelenski ni el fiscal general Lutsenko movían ficha, el Donald decidió tomar cartas en el asunto y llamar directamente al líder ucraniano para preguntar que qué había de lo suyo. Según la filtración posterior, Trump cuidó la retórica algo más de lo normal, diciéndole a Zelenski que tenía que “mejorar la imagen de Ucrania” y perseguir los casos de corrupción que se interponían en la relación de ambos países. Pero al final, Trump being Trump, y sospechando que el ucraniano no estaba leyendo muy bien entre líneas, quiso poner los puntos sobre las íes. Efectivamente: mencionó tanto a Joe Biden como a su hijo.
Nadie sabe hasta qué punto Trump se arrepiente de aquella llamada. Analizando su trayectoria uno llega a la conclusión de que sigue durmiendo estupendamente por las noches. En cualquier caso, el 25 de julio del año 2019 ha entrado ya en los anales de la Historia.
Foto: Andrew Harnik | AP
La investigación
La llamada cobró relevancia a mediados de agosto, cuando un funcionario anónimo de la Casa Blanca filtró su contenido al Congreso de los Estados Unidos. Tras examinar el asunto, la Cámara de Representantes del Congreso –la Cámara Baja– decidió que había indicios suficientes para llevar a cabo una investigación que esclareciese si presionar a un presidente foráneo con la intención de minar la reputación de un rival político era entrometer a una potencia extranjera en las elecciones del 2020.
La posibilidad de una investigación fue aplaudida por buena parte de la progresía gringa. No obstante, algunos expertos advirtieron contra el procedimiento argumentando que podría resultar contraproducente; que, lejos de dañar su imagen, al Donald le faltará tiempo para pavonearse delante de su electorado si logra salir airoso del asunto.
Con todo, a finales de septiembre Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara Baja, dio el pistoletazo de salida. El procedimiento –el impeachment– se puso en marcha.
La investigación duró dos meses. La Casa Blanca, lejos de ofrecerse a colaborar, ordenó a su gente guardar silencio y no acudir a testificar. Algunos –como John Bolton, exconsejero de seguridad nacional, Don McGhan, exasesor de la Casa Blanca, o Mick Mulvaney, jefe de gabinete de la misma– esquivaron la solicitud de la Cámara Baja. Otros, en cambio, hablaron. Y vaya si hablaron. Aquí merece una mención especial el embajador de los Estados Unidos ante la Unión Europea: Gordon Sondland. Sondland, un personaje clave en todo este culebrón, se despachó a gusto y reconoció que la Administración Trump había intentado chantajear al gobierno ucraniano para tratar de dañar la reputación de los Biden. En la misma línea se pronunciaron los otros once testigos que sí acudieron a declarar.
Foto: Tom Brenner | Reuters
Finalmente, en diciembre, tras dos meses de pesquisas, declaraciones y algún que otro pollo, la Cámara Baja dio por concluida la investigación y presentó los dos artículos según los cuales Trump debía ser sometido a juicio en el Senado. El primero de ellos, directamente vinculado a la trama de Ucrania, acusaba al mandatario de abuso de poder. El segundo, relacionado con su decisión de no colaborar con la investigación, le acusaba de obstrucción al Congreso.
Como era de prever, los congresistas Demócratas votaron a favor y los congresistas Republicanos en contra. Pero como la Cámara Baja cuenta actualmente con una mayoría Demócrata, los artículos fueron aprobados.
Ahora qué
Ahora el impeachment pasa al Senado. Es decir: ahora comenzará, por fin, el juicio político a Donald Trump que podría terminar con su destitución. No obstante, creer en este desenlace es casi como creer en los unicornios. Si la Cámara Baja llevó a cabo la investigación y aprobó las acusaciones contra Trump gracias a su mayoría Demócrata, para la destitución del presidente hacen falta los votos de dos tercios de un Senado que cuenta con una mayoría Republicana.
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¿Podrán los Demócratas encontrar su unicornio perdido o –como viene siendo costumbre– acabarán por inyectarle al Donald una buena dosis de popularidad en pleno año electoral?
¿Qué ambiente se respira dentro del Partido Republicano más visceral y extraño –en palabras de Amy Davidson Sorkin– que ha visto Estados Unidos en décadas?
Stay tuned