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Impeachment. Epílogo: Fire and Fury

Los progresistas escépticos acertaron: tras el impeachment, la popularidad de Trump se ha disparado hasta alcanzar máximos históricos.

Impeachment. Epílogo: Fire and Fury

Reuters

Impeachment

n. [ im-peech-muh nt ]

  1. Cuestionar la ética de alguien. Acusación de mala praxis.
  1. Procedimiento iniciado por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos contra un funcionario federal que puede llevar, si prospera, a la destitución del citado funcionario.
  1. Resumen periódico –ma non troppo– de los últimos acontecimientos en torno al procedimiento iniciado por la Cámara de Representantes de los Estados Unidos contra el presidente Donald J. Trump. O sea: esto.

 

Dar las gracias en silencio –o en privado– a quien proceda y pasarse una buena temporada volando bajo. Eso es lo que suele hacer alguien normal cuando se ha librado de un rapapolvo de consecuencias épicas. Pero un presidente de los Estados Unidos no es por definición alguien normal y Donald J. Trump no es –por definición– cualquier presidente de los Estados Unidos. Optar por lo contrario es lo que todos esperaban y como al Donald no le gusta defraudar por tímido eso es precisamente lo que ha hecho.

Tweeter-in-chief

El pasado miércoles 12 de febrero, una semana después de ser absuelto por un Senado controlado por su propio partido, un periodista le preguntó por las lecciones que había sacado del impeachment.

“He aprendido que los Demócratas son unos mezquinos y unos corruptos”, contestó Trump.

Días antes ya había entrado en Twitter para decir que Mitt Romney no sería hoy un candidato presidencial fracasado si hubiese perseguido con la misma determinación a Barack Obama. El tuit respondía al voto de Romney, el único senador Republicano que se alineó con la minoría Demócrata a la hora de pedir la destitución del presidente.

Y entre declaración y declaración, el actual inquilino de la Casa Blanca se ha dedicado a despedir al personal que acudió a testificar en las sesiones del impeachment (dicho personal acudió a declarar por requerimiento de la Cámara de Representantes).

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Roger Stone, acusado de obstrucción. | Foto: Tom Brenner | Reuters

Sin embargo, la guinda la puso algo que no tiene que ver directamente con el impeachment pero que muchos atribuyen al resultado del mismo: la queja emitida públicamente (¡vía Twitter!) cuando supo que a Roger Stone, un viejo amigo y fontanero de las cloacas Republicanas, le podían caer nueve años de cárcel por haber obstruido una investigación del Congreso.

Casualmente, la queja coincidió con una rebaja de la petición de pena ordenada desde las instancias superiores del Departamento de Justicia. Lo cual hizo que muchos acusasen a William Barr, fiscal general de los Estados Unidos y aliado del presidente, de poner el Departamento de Justicia al servicio de la Casa Blanca. Lo cual hizo que Barr concediese una entrevista a ABC News en la que dijo que los tuits del Donald “hacen imposible que pueda hacer mi trabajo”, le pidió que dejase de comentar las investigaciones en curso y aclaró que el presidente nunca le había dicho lo que tenía que hacer. Lo cual hizo que Trump escribiese un tuit explicando que, efectivamente, nunca le había dicho a Barr lo que tenía que hacer pero porque a él no le había dado la gana, no porque nada se lo impidiese.

“Esta semana he pensado mucho en mi experiencia cubriendo la Unión Soviética y observando a políticos autoritarios en acción”, comentó el pasado viernes la veterana reportera Susan B. Glasser. Glasser fue una de las máximas responsables de las redacciones de Politico y Foreign Policy, y fue, también, corresponsal del Washington Post en Moscú. Ahora escribe una columna semanal en The New Yorker. Es autora de un libro sobre el ascenso de Vladimir Putin.

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“En su arrebato post-impeachment –añadía Glasser– Trump ha buscado venganza, y ha querido que todos nos enterásemos. Nadie en su Administración puede detenerle. Hasta el mes pasado el Congreso tenía el poder, al menos teórico, de hacer algo al respecto. Hoy, gracias al Senado, ese poder se ha perdido. De modo que aunque el presidente siga siendo el mismo, el contexto que le rodea ha cambiado mucho”.

Ese “arrebato post-impeachment” que menciona Glasser ha sido tan visceral que hasta los editores de National Review, la revista conservadora más influyente del país, han escrito un editorial pidiendo a Trump un poco de mesura.

Gallup

Pero mientras medio país –la progresía– se encuentra en DEFCON 2 y las élites conservadoras carraspean incómodas, una encuesta de Gallup dice que la popularidad del Donald está por las nubes: un 49% de aceptación (cifra que asciende hasta el 94% si hablamos de los votantes Republicanos). Su máximo histórico. Dicen los analistas de Gallup que su último pulso a Irán y la marcha de la economía son dos de los factores que explican el incremento. También ha mejorado la imagen del propio Partido Republicano, que en septiembre contaba con la simpatía del 43% de los estadounidenses y ahora cuenta con la simpatía del 51%.

Bloom!…berg

Son cifras que preocupan mucho en un Partido Demócrata que acaba de iniciar sus primarias para determinar qué candidato se opondrá a Trump en las elecciones presidenciales de otoño. Y frente a los comentaristas que dicen que, hoy por hoy, a un tipo como el Donald solo puede oponerse alguien de un carisma arrollador, el panorama no podría ser más sombrío. De los tres favoritos –Bernie Sanders, Joe Biden y Elizabeth Warren– solo Sanders está consiguiendo salvar el tipo. El problema es que lo está haciendo más o menos, y con bastante esfuerzo.

Quizás por eso todas las miradas se han posado en Michael Bloomberg. El viejo alcalde de Nueva York ha decidido meter un montón de millones en una campaña, la suya, que empezará tarde pero a lo grande; el que está considerado uno de los hombres más ricos del mundo aterrizará en las primarias Demócratas el próximo martes 3 de marzo.

Ese día –conocido como el Súper Martes– una quincena de estados votarán a qué progresista prefieren. Puesto de otro modo: ese día comenzará a disiparse la bruma. Quien salga vencedor podría resultar el rival definitivo del Donald.

 

*

Stay tuned porque ya viene el spin-off de Impeachment: Las elecciones presidenciales de EE.UU. Mismo canal, misma (in)capacidad de asombro.

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