“Esto no va a terminar bien”
El primer debate presidencial ha dejado estupefacta a la audiencia. Trump y Biden protagonizaron un combate en el barro, con el primero lanzando golpes bajos y el segundo mandándole callar y llamándole “payaso”
Chris Wallace, un hombre tranquilo que todavía cree en las formas, inauguró el debate presidencial prometiendo a sus 120 millones de espectadores que las 70 personas del público sentadas a su espalda no interrumpirían a los candidatos durante la próxima hora y media. “De esa manera ustedes podrán centrarse en lo que tienen que decir”, añadió.
Así que los 120 millones de espectadores pudimos centrarnos y escuchar sin interrupciones cómo Donald Trump llamaba idiota a Joe Biden y este, minutos más tarde, contestaba que es muy difícil discutir con un payaso. Literalmente: It’s hard to get any word in with this clown. Se disculpó inmediatamente, por supuesto, pero la cara que puso al murmurar el excuse me protocolario indicaba que si no lo llega a soltar, revienta.
Ahora bien: si usted piensa que ese fue el momento cumbre de lo que ha sido catalogado por los votantes estadounidenses como una performance “espantosa”, “caótica” y “horrible”… se equivoca.
The lowest point in American political culture in my lifetime.
— Andrew Sullivan (@sullydish) September 30, 2020
Frente republicano
Hay que entender cómo llegaba Trump al debate. Desgastado por una crisis sanitaria que se ha cobrado más de 200.000 vidas, una economía que está sufriendo lo indecible debido a lo anterior y con las encuestas diciendo que en noviembre le toca hacer las maletas y marcharse con la música a otra parte. Esas circunstancias, sumadas a su propia naturaleza –un amigo estadounidense le bautizó en 2016 como “nuestro mayor trol”–, le convirtieron anoche en un boxeador con fijación por los golpes bajos. Que si socialista, que si idiota, que si se te olvidan las cosas (una parte del conservadurismo sostiene que Biden arrastra demencia senil), que si tu hijo Hunter hizo cosas raras en Ucrania y recibió millones de dólares por su trabajo sucio, etcétera.
Con todo, en algunos puntos del debate Trump le ganó la mano a Biden sin recurrir al barro. Sucedió cuando Wallace, el moderador, trajo a colación la polémica en torno al Tribunal Supremo. Ya saben: tras el fallecimiento, hace un par de semanas, de la jueza progresista Ruth Bader Ginsburg el presidente propuso ocupar su silla con la jueza conservadora Amy Coney Barrett escandalizando, así, a un Partido Demócrata que considera que Trump debe esperar a saber si gana las elecciones para nombrar un cargo tan importante. “No fui elegido para gobernar tres años; fui elegido para gobernar cuatro años”, argumentó el Donald. Es decir: si la silla del Supremo ha quedado libre durante mi mandato, ¿por qué no voy a poder nominar un reemplazo?
Trump tuvo otro momento de gracia cuando tocó hablar de las protestas que han derivado en disturbios y saqueos durante los últimos meses. Muchas de ellas han ocurrido en ciudades gobernadas por el Partido Demócrata y no le costó hacer sangre. Sobre todo cuando Biden, que sí ha condenado la violencia y cualquier forma de protesta que se aleje del pacifismo, se salió por la tangente cuando Wallace, que además de moderar hacía las preguntas, quiso saber si había llamado al alcalde de Portland, que es de su partido, para preguntarle por el descontrol que reina en el lugar desde hace más de cien días.
A la hora de hablar de otros temas, sin embargo, lo dicho: barro. ¿La gestión del coronavirus? ¿Los problemas estructurales de la sociedad estadounidense? ¿El cambio climático? Sobre el primero se limitó a repetir que Biden lo habría hecho peor porque le faltan huevos para… para vaya usted a saber, pero eso: que le faltan huevos. Sobre el segundo comentó que el Partido Demócrata no quiere hablar de la ley y el orden porque está dominado por izquierdistas que hacen con Biden, un pelele, lo que quieren. El tercero lo desdeñó diciendo que había que mejorar las labores de limpieza de los bosques californianos.
Finalmente, tocó hablar de las elecciones. A la pregunta de si respetaría el resultado la respuesta fue: “Si es justo, sí”. Acto seguido se puso a explicar que están sucediendo cosas raras con el voto por correo a lo largo y ancho del país. Y concluyó: “Esto no va a terminar bien”. Una afirmación chunga donde las haya. Por eso Wallace quiso saber si estaba dispuesto a pedir calma a sus votantes durante todo el proceso. La respuesta fue: “Lo que le pido a mis seguidores es que se presenten en los colegios electorales y se pongan a vigilar lo que ocurre”. Ambas respuestas sucedieron a una tercera pregunta enunciada minutos antes por Wallace y Biden al unísono. Quisieron saber si Trump estaba dispuesto a condenar las acciones de la ultraderecha y de las milicias patrióticas; gente que se ha enfrentado a los antifascistas y a los participantes en las protestas de Black Lives Matter estos meses. El presidente preguntó que a quién se estaban refiriendo exactamente, Biden citó a los Proud Boys, y entonces Trump dijo que si se le exigía transmitir un mensaje ese mensaje era el siguiente: Proud Boys. Stand back and stand by. Es decir: alejaos de las calles pero no bajéis la guardia. La contestación dejó estupefacta a buena parte de la audiencia.
Frente demócrata
Lo único que puede decirse de Biden es que hizo lo que pudo. Puesto de otro modo: cuando conseguía zafarse del Donald, salir del barro y dirigirse a los telespectadores no estuvo mal. Presentó acusaciones pertinentes a la gestión del presidente, presentó puntos de su programa y se marcó frases potentes al hablar del sufrimiento traído por el coronavirus o de cómo había que abordar la cuestión policial.
El problema es que solo consiguió zafarse de Trump en tres o cuatro ocasiones. Con lo cual se pasó la mayor parte del debate ofreciendo risas de incredulidad, repitiendo “eso no es verdad” y perdiendo los estribos (además de llamarle payaso mandó callar a Trump un par de veces).
Eso sí: si hubo algún broche elegante anoche fue el que puso él en los minutos finales, cuando aclaró que confía en el buen hacer de las autoridades responsables de garantizar unas elecciones limpias y que, por tanto, respetará cualquier resultado. Una declaración normal y corriente en una democracia avanzada pero que, dadas las circunstancias, conviene destacar.
Resumiendo: Biden tiene mucha menos energía que Trump y en cuanto éste se lo lleva a su terreno no sabe muy bien cómo reaccionar, pero tampoco es el viejo chocho que algunos dicen que es. Simplemente es un señor de 77 años que sigue anclado en la vieja política. ¿Un mal candidato? Quién sabe. A esa vieja política, más centrada en el programa y las tablas de Excel que en las boutades, se la empieza a echar de menos.