Bill Barr también pasa página
William Pelham Barr, fiscal general de EEUU, declaró en una entrevista con Associated Press que no se habían encontrado indicios de fraude electoral. Las palabras del que solía ser un gran aliado de Trump llegaron como un bombazo a la Casa Blanca.
«No hemos visto indicios de que se haya cometido un fraude capaz de alterar el resultado de las elecciones». La declaración se recibió como un bombazo en la Casa Blanca no por novedosa –es algo que lleva repitiendo hasta la saciedad infinidad de gente– sino porque salió de la boca de uno de los principales aliados de Donald Trump. Salió de la boca, en fin, del fiscal general de los Estados Unidos. Don William Pelham Barr. Bill Barr para los amigos.
El responsable del Departamento de Justicia deslizó la declaración durante una entrevista con la agencia Associated Press en la que también explicó que dice lo que dice no porque tenga un presentimiento o una corazonada sino porque tiene a un equipo formado por fiscales y agentes del FBI que lleva semanas investigando las acusaciones de fraude electoral y «hasta la fecha» no ha encontrado nada.
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Frente republicano
«Con todos los respetos hacia el fiscal general», comenzaba el comunicado que horas después publicó la Casa Blanca, «no parece que haya existido ninguna investigación al respecto por parte del Departamento de Justicia». En otras palabras: Barr, compadre, ¿por qué hablas sin saber? Si no tienes ni idea (porque nunca te has tomado en serio nuestros alegatos) lo mejor que puedes hacer es no abrir la boca. El tirón de orejas venía firmado por el abogado personal de Trump: Rudy Giuliani.
No obstante, el comunicado de la Casa Blanca se estampó contra el editorial del periódico conservador más influyente del país: The Wall Street Journal. Esto es lo que escribieron sus responsables: «Estamos abiertos a examinar cualquier evidencia que apunte hacia un fraude masivo, pero de momento ninguno de los alegatos resulta creíble. Esto es algo que acaba de reafirmar Barr, quien no tiene razón alguna para sumarse a ninguna conspiración. Le gusta su trabajo. Quería que Trump ganara. Así que, conforme avanza el calendario poselectoral, Trump debería centrarse en preservar su legado en lugar de despreciarlo clamando contra un fraude que no puede demostrar».
(Recordatorio: The Wall Street Journal forma parte del imperio mediático del magnate australiano Rupert Murdoch, quien terminó la noche electoral a grito pelado con Trump. Por lo visto el presidente llamó indignado a Murdoch después de que Fox News, también bajo su control, dijera ante millones de televidentes que Biden había ganado el estado de Arizona. Tras decirse de todo, Murdoch colgó al Donald.)
Si sumamos las palabras de Barr a las pronunciadas por todos aquellos jueces estatales que en las últimas semanas han ido dando carpetazo a la ofensiva judicial de Trump podríamos deducir que (ya sí que sí) está todo el pescado vendido. Además, el New York Times filtró anoche que el todavía presidente ha discutido con sus asesores la posibilidad de emitir perdones presidenciales preventivos para sus tres hijos mayores –Donald Jr., Eric e Ivanka–, su yerno Jared Kushner y hasta para el propio Rudy Giuliani por lo que pudiera sucederles una vez abandone la Casa Blanca. De ser cierta, esta filtración confirmaría que las maletas están en la puerta.
(Donald Jr. y Kushner ya fueron investigados en su momento en el marco de la famosa ‘trama rusa’, y Giuliani se encuentra en el punto de mira de varios fiscales neoyorquinos por sus vínculos con empresarios ucranianos un tanto siniestros.)
Frente demócrata
Mientras Donald prepara la mudanza el presidente electo enfrenta su primera controversia como mandamás. Una controversia que tiene que ver con sus primeros nombramientos. Concretamente con el de Tony Blinken, propuesto como secretario de Estado, y Michèle Flournoy, candidata a ocupar la secretaría de Defensa. El problema –y es un problema que ha puesto sobre la mesa el New York Times– estaría en las andanzas empresariales de ambos.
Por lo visto, tanto Blinken como Flournoy figuran como fundadores de una consultora llamada WestExec Advisors que cuenta, entre sus clientes, con tecnológicas que trabajan para la Fuerza Aérea estadounidense. Además, tanto Blinken como Flournoy habrían asesorado a un fondo de inversión, Pine Island Capital, que suele invertir en la industria militar.
Es decir: el problema que señala el Times tiene que ver con la transparencia. Si Blinken y Flournoy terminan ocupando los cargos que Biden tienen en mente para ellos en unas semanas ambos se convertirán en dos personas extremadamente poderosas; dos personas con capacidad para tomar decisiones que pueden enriquecer, o empobrecer, a mucha gente. Conviene saber, por tanto, cuáles son los lazos reales que mantienen con el sector privado y hasta qué punto sus decisiones pueden estar condicionadas por este vínculo.