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Daniel Gascón: «Los moderados tienen miedo de su discurso»

El escritor y editor de ‘Letras Libres’ en España comenta la polarización política, el arrinconamiento de la moderación y las posibilidades de Iglesias tras el 4M

Daniel Gascón: «Los moderados tienen miedo de su discurso»

Carola Melguizo | The Objective

En un concierto de los White Stripes, creo que en Blackpool –sí, en 2005–, Jack White se dirigió a la audiencia y preguntó: «¿Quién más siente que está en el lugar perfecto en el momento equivocado?». Y el público, sin tiempo para meditar, respondió a una voz: «¡Ueeee!». Jack White sonrió: «Así es como me siento todo el rato». Bien: la campaña madrileña ha recuperado las viejas melodías del fascismo (vs. democracia) y el comunismo (vs. libertad) y cierta manera de ver las cosas: a pedradas, a ratos; a insultos, cuando corresponde. Y los partidos de siempre han caído, con ellos, en esa espiral hacia alguna parte –¿cuál?–. Después de conversar con Miguel Ángel Quintana Paz y Pablo Simón, converso con Daniel Gascón: editor de Letras Libres en España, autor de las aventuras del Hipster, columnista de El País y autor de ensayos como El golpe posmoderno: 15 lecciones para el futuro de la democracia (Debate). Veamos.

¿Cómo lo estás llevando?

Con una sensación de inflación. Son unas elecciones importantes, sí; pero no deja de ser un año de gobierno. Aunque sean dos, el último van a estar muy pendientes de las siguientes elecciones. Es una administración autonómica y tengo la impresión de que el destino universal no depende de estos comicios. Estas palabras tan exageradas son una manera de hacerlos interesantes y sirven para no hablar de cosas más concretas que pueden ser menos sexys. Nos hemos puesto a hablar, dentro de una democracia liberal, de si la violencia política es legítima o no: son palabras muy desconectadas de la realidad. Y hay una política como muy autorreferencial: da la impresión de que Ayuso está hablando de Sánchez todo el rato y de que Iglesias se baja del Gobierno central para el Gobierno autonómico. Tienes una película de Batman y te aparece un personaje de otro cómic.

Le decía Trueba a una compañera que estaba hasta las narices de que la gente se sienta como en una película de Marvel: a la caza de héroes. Véase Iglesias y el fascismo.

¿Viene a salvarme a mí o a salvar su partido? Es curioso ver que los políticos están como en un tiempo equivocado. Ves a Bal haciendo propuestas, por ejemplo. O ese Gabilondo inicial que parece boicoteado por Sánchez y Redondo, que le hacen dar esos bandazos. ¡Ah!, quien tiene algo de ese personaje de héroe es Mónica García, ¿no? La fetichización del médico. Y, por supuesto, Ayuso.

«Es muy difícil resistir a los ritmos y el lenguaje de la política de ahora»

¿Y qué está diciendo Gabilondo?

La polarización hace que no sepas si un discurso moderado puede funcionar. Pero, además, la polarización hace que los moderados tengan miedo de su discurso. Y tienes la sensación de que Sánchez hace declaraciones contradictorias, que está buscando al votante de Ciudadanos. Hay un artículo de David Jimenez Torres que dice: si el PSOE estuviera buscando al votante de Ciudadanos, quizá no haría ninguna de las cosas que hace. Empezaron diciendo que no pactarían con este Pablo Iglesias y acabaron el debate diciendo que tienen doce días. Un partido que supuestamente es mayoritario y siempre ha tenido esa vocación acepta, de repente, ese discurso del frente de izquierdas, asumiendo un papel casi secundario. Es una pena. Por ejemplo, Aurora Nacarino decía el otro día que no es tiempo para un político como Gabilondo: negociador, con una formación, de un mundo universitario. Es muy difícil resistir a los ritmos y el lenguaje de la política de ahora. Creo que Sánchez, si pierde Gabilondo, va a hacer como que él no ha tenido nada que ver. Va a dejar que caiga el lastre.

¿Qué hace tan atractiva a Ayuso?

Por una parte, toma una decisión a cara o cruz: mantener los comercios más abiertos. Le ha salido bien. Los ataques son tan desmedidos que la engrandecen. Podrías criticarle que no haya sacado unos presupuestos o ciertos casos de atolondramiento. Sin embargo, la han convertido en el enemigo y le han lanzado ataques tan claramente exagerados, tergiversando datos o con ese manifiesto de los 26 años infernales de la Comunidad de Madrid. Y ella, además, maneja bien el registro de combate. Su personaje tiene ese elemento de descaro y chulería y buen regate corto. Y si encima le plantean el debate desde la posición de si deben los sitios estar abiertos o cerrados, le dan mucha ventaja. En el fondo, todos queremos que, dentro de las condiciones sanitarias, estén el mayor número de sitios abiertos.

Casi convertida en Joker, que por otra parte es más carismático que Batman.

Una política que parece tan poquita cosa y que crece por los ataques desmedidos que le hacen. Una política judoca.

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Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de campaña celebrado en la parroquia de San Francisco Javier de Pinto. | Foto: Fernando Villar | EFE

Quintana Paz cree que ese espíritu guerrero responde a un perfil de tuitera: no se esconde y devuelve los golpes.

Tiene un tono a lo Esperanza Aguirre. Una política que no recula. Aunque veo esa idea del madrileñismo un poco disparatada. La campaña es tan disparatada en todos los sentidos que eso molesta menos.

El apoyo popular que tiene Ayuso no parece equiparable al de Casado…

Hay muchas más fuerzas en el resto de España. El propio PP es distinto en un sitio y en otro. No creo que sea extrapolable. Aquí hemos tenido también el elemento de la hostelería. En vez del «lucharemos en las playas», el «lucharemos en los bares» (ríe). No sé si ese discurso madrileño, castizo, encajaría igual en otros lugares.

Resumió Pablo Simón uno de los resultados últimos de la polarización: no habrá rendición de cuentas.

Lo hemos visto en la gestión de la pandemia. Si eres más de derechas, sólo ves las mentiras de Sánchez y Fernando Simón. Si no, dices que Ayuso es la gran aprendiz de Trump. Te imposibilita ver las cosas y te acaba llevando a lo que mucha gente criticaba de la realidad americana: no es que tengas opiniones diferentes, es que tienes hechos diferentes. A partir de ahí es muy difícil evaluar o consensuar en qué nos hemos equivocado y en qué no. Echamos mucha culpa a los políticos y creo que los medios contribuimos, como poco, de la misma manera. Por otra parte, ¿qué tiene que pasar en el CIS para que se produzca un cambio de presidencia? ¿Cómo tiene que ser de grande un escándalo para generar una dimisión? Da igual, como los que te atacan siempre son del otro bando y no llega la indignación del tuyo. Pensemos el caso de Marlaska, por ejemplo. Parece que, si el enemigo te ataca, es señal de que lo estás haciendo bien.

«En un momento tan convulso, señalar a personas concretas es irresponsable»

Se hace difícil encontrar un mínimo de modales o tolerancia.

Hay una sensación de frivolización. Como si fueran gestos que se quedan en nada. Ricardo Dudda escribió un artículo este fin de semana donde decía que es inaceptable excusar la violencia. Hablaba del miedo como enemigo del liberalismo –entendido como sistema institucional que permite organizar las diferencias–. En España, durante la democracia, hemos tenido violencia política con ETA. No lo recordamos. Estamos obsesionados con la memoria para unas cosas y para otras no tanto. Te preguntas si lo que usó Monasterio no es el mecanismo clásico de la izquierda abertzale: condenar abstractamente todas las violencias para no condenar la concreta. Y las amenazas. Antes no se decían, no se trataban de emplear en la contienda electoral. Están creando una sensación de alarma y pueden crear un efecto llamada. Es una frivolidad. Como si no fuera a haber consecuencias que se escaparan a su control.

Se señala a periodistas. Ya se hizo una aproximación en 2015, cuando Carmena, con Versión original.

Muchas de estas cosas las ha traído Podemos. Y Vox lo ha adoptado. Lo que otros partidos hacían por vicio, ellos lo hacen por programa. Es verdad que el PSOE y el PP acaban ocupando las instituciones, intentan influir sobre los medios de comunicación. Pero en estos [Vox y Podemos] hay una falta de vergüenza que se ha contagiado. Los periodistas siempre han sido la obsesión de Pablo Iglesias, muy interesado en la comunicación, con una idea muy espectacular de la misma. Y les sale barato. Si yo ataco a los medios, los medios hablan de mí. Así consigues que, a lo mejor, Ana Rosa Quintana te haga caso. Incluso una de las principales funciones de su periódico [La última hora] es atacar. En un momento en el que el lenguaje es tan convulso, señalar a personas concretas es un poco irresponsable. Como hizo Echenique señalando a un periodista y diciendo que andaba por tal barrio.

Es tremendo.

Así se degrada la convivencia. En algunas profesiones estamos más expuestos a la presencia del enfrentamiento político en todo, pero me preocupa que las discusiones políticas acaben afectando a la vida. Hay que escapar del pensamiento de bloques, de los paquetes ideológicos: como estoy a favor de la hostelería abierta, estoy de acuerdo con la última cosa de Ayuso.

A veces me pregunto qué pensará el lector cuando lea que se puede hablar de política así, con moderación, como fuera de onda.

Te entiendo. ¿Cómo pueden hablar tan suave cuando estamos viviendo una emergencia? ¿Cómo puede ser que los de la cultura no os pongáis en este sitio…?

Daniel Gascón: «Los moderados tienen miedo de su discurso»
Pablo Iglesias, durante un acto electoral en el Parque de Olof Palme. | Foto: Fernando Alvarado | EFE

Un amigo me preguntó cómo es posible que Iglesias, siendo el más famoso junto a Ayuso, tenga una estimación de voto tan baja. Que no se lo cree, vaya.

Me fiaría más de las encuestas que de las intuiciones (ríe). Todos tenemos pálpitos. Alguien me dijo que tiene la sensación de que Mónica García sacará muchos más votos de los que le dan. Esto casi siempre refleja tus esperanzas y tus temores. Pero hay que pensar en las antipatías que despierta Pablo Iglesias. Hay gente que votaría a Gabilondo y que no lo va a hacer por Iglesias. De hecho, así empezó Gabilondo la campaña. Iglesias genera mucho rechazo en muchos votantes de izquierda. Más Madrid, no.

Iglesias moviliza a la derecha.

Y habrá gente que diga: «No me gusta Ayuso, pero menos me gusta Iglesias». Todo refuerza esos marcos binarios tan estériles.

¿En qué pensará Errejón si entra Iglesias el último en la Asamblea?

Fíjate, yo nunca me he acabado de creer la moderación de Errejón. Creo que es una apuesta por la transversalidad. Disimula para no dar miedo, sino una imagen de tipo que negocia. Hemos visto la relación de Iglesias con las instituciones: es una fuente de desestabilización permanente. Su gestión ha sido muy mala o inexistente. Sabe hacer campaña y hablar de series, pero me da la impresión de que es alguien que quería ser famoso y que lo ha conseguido. Me imagino que puede terminar siendo un gran presentador de televisión, que es lo que mejor hace. Y seguir por los platós: ser tertuliano, comentarista.

«Espero que vuelva un clima algo más racional donde los debates recreacionistas ocupen menos espacio»

¿Se va a ir Iglesias?

Veo un escenario donde Iglesias sale del Gobierno porque el partido se puede quedar fuera de Madrid –como partido madrileño, sería un golpe– y salvar un proyecto político que, prácticamente, es un proyecto personal. Como seguramente las ayudas europeas conlleven una condicionalidad, unos recortes, cosas más antipáticas, desde fuera del Gobierno puede capitalizar mucho mejor la protesta que siendo vicepresidente. En su próxima temporada…

¡…se reinventará!

…vendrá a evitar el desalmado sistema neoliberal europeo. Esa puede ser su próxima función. Y tendría más sentido así que como vicepresidente: aunque Iglesias sepa cabalgar contradicciones, a veces las contradicciones te cocean.

Por cierto, ¿ves a Vox disputándole el voto obrerista a PSOE y Podemos, a lo Le Pen?

Lo han intentado. Pero es muy incipiente. Parece que Vox se ha intentado diferenciar del PP por el «nosotros somos xenófobos», «nosotros estamos contra los niños pobres» y «nosotros aceptamos un nivel de violencia política». Y las políticas económicas que han propuesto son más bien neoliberales, de reducción de Estado. Creo que todavía son, en buena medida, derecha de clase alta de Madrid. Conservadurismo moral, ultraliberalismo económico. Seguramente para apilar un electorado de clase baja deberías tener un programa económico más distributivo, como hizo Marine Le Pen.

¿Confiamos en que la situación se reconduzca o la damos por perdida?

Uf. Es una cosa de querer creer. Hay cierto hartazgo. Espero que vuelva un clima algo más racional donde los debates recreacionistas ocupen menos espacio y vayamos a cosas más concretas. Lo veo muy complicado. Estamos viendo unas cosas con las instituciones… Como ese párrafo del BOE donde se meten con el PP. Te dices: cuando gobiernen los otros, se van a sentir legitimados para hacer lo mismo y dar un pasito más.

Y luego, de nuevo: el otro haría lo mismo o peor.

Como el ciego y las uvas en el Lazarillo.

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