Hamed Ahmadzada, exdiplomático afgano en España: «Cuando llegaron los talibán, éramos cadáveres que respirábamos, ahora volvemos a sentirnos muertos»
Hamed Ahmadzada vivió durante cinco años bajo yugo talibán, ahora siente que han fallado a los jóvenes: «Les hemos defraudado, no hemos sido capaces de dar ese cambio y lo están viviendo en sus propias carnes»
Cuando en septiembre de 1996 los talibán entraron en la ciudad de Kabul con el objetivo de instaurar un emirato islámico que duró más de cinco años, Hamed Ahmadzada (42 años) tenía 16. Era un 26 de septiembre, y de ese día Hamed recuerda que pensó que ya no iban a sufrir más. Afganistán se encontraba bajo el yugo de los muyahidines. Habían destruido todo el país, no había edificios, no había agua, no había servicios, no había Gobierno, era un lugar fallido en el que varios señores de la guerra se enriquecían a costa de enfrentamientos tribales y étnicos. «Decíamos que cualquier alternativa sería mejor y que los talibán lo iban a calmar todo, no habría más guerras entre calles ni más muertes», nos relata Ahmadzada, que lleva cuatro años en España.
Pero esta falsa ilusión de quien se agarra a un clavo ardiendo con la esperanza de una nueva vida duró solo dos horas: «Al cabo de las dos horas asesinaron al antiguo presidente, Mohammad Najibulá, y lo colgaron ahorcado en una de las calles más transitadas de la ciudad para que todo el mundo lo viese. Eso fue un gran shock para todos», recuerda Ahmadzada, quien durante tres años colaboró con la embajada de Afganistán en España y ahora trabaja como Gestor de Proyectos Internacionales, en la Facultad de Derecho de la UAM.
El exdiplomático llega a la redacción de The Objective cabizbajo. Con semblante serio, mochila al hombro y pasos lentos, nos relata la difícil situación por la que está atravesando junto a su familia y amigos. Su hermano, sus abuelas, sus tíos y primos se encuentran en Kabul: «Cuando hace 20 años llegaron los talibanes, éramos como cadáveres que respirábamos, imagínate el golpe de sentir de nuevo lo mismo, de sentirte muerto, porque sabes que no tienes tus derechos ni hay nadie que los respete, somos cadáveres que podemos respirar pero que no podemos hacer nada más, eso es lo que estamos sufriendo».
¿Cómo estás? ¿Cómo se encuentra tu familia?
Es un momento caótico que no esperábamos que llegase tan pronto y de esta forma y con las consecuencias que está teniendo. Estamos muy preocupados, sobre todo, por los más jóvenes, porque nuestra apuesta en los últimos 20 años ha sido asegurarnos que ellos nunca iban a experimentar lo amargo de estar bajo el yugo del talibán, y yo creo que les hemos defraudado, no hemos sido capaces de dar ese cambio y lamentablemente ellos lo están viviendo ahora mismo en sus propias carnes.
Viviste bajo el yugo talibán hace 20 años, ¿qué recuerdas de entonces?
Sí, yo estuve durante el colapso de Najibulá, cuando los muyahidines destruyeron toda la ciudad. Nos tenían tan hartos de tantas guerras y luchas entre sí que decíamos que cualquier alternativa sería mejor, y aparecieron los talibán. Ellos lo que hicieron es que, ya que la ciudad estaba destruida –no había edificios, no había luz, no había agua, no había servicios, no había Gobierno– llegaron y nos destruyeron por dentro, mentalmente, delimitaron hasta dentro de nuestras propias casas, ese fue el último golpe que nos dieron psicológicamente.
Ahora los talibanes han intentado mostrar un rostro amable desde su llegada a Kabul, han prometido amnistía, han prometido que «se garantizarán» los derechos de las mujeres «dentro de los marcos del islam», ¿es posible que se haya producido un cambio en ellos o es simplemente propaganda?
Para mí, de los talibán hay que esperar lo peor, y aún no hemos visto lo peor. Puede que vayan a más, ojalá que me equivoque. Tienen una agenda muy pensada, les dicen cómo tienen que ser y cómo no, y ahora les toca ese papel de que hemos cambiado. Dicen que aceptan los derechos de las mujeres pero dentro del marco de la sharia, pero, ¿qué sharia? Porque la sharia que habían tratado de imponer sobre el pueblo hace 20 años era una versión radical, y eso nadie lo va a aceptar.
En aquel entonces, los primeros días tampoco decían nada a las mujeres, pero al cabo de un mes ya empezaron a pegar, a poner el burka obligatoriamente, a parar parejas en la calle para preguntarles si eran pareja… Yo recuerdo una vez que mi madre, que para mí es el mayor ejemplo de sacrificio y esfuerzo que existe en el mundo, quería salir sin el burka. Le dije que no podía permitir eso porque algún desgraciado podía pegarle, así que se lo puso. Un día me puse el burka para ver cómo se ve detrás, y cómo me sentí no se lo deseo a ninguna mujer del mundo.
Pero no es solo una cuestión de mujeres, todos sufrimos eso. Cuando llegaron los talibanes, éramos como cadáveres que respirábamos, imagínate el golpe de sentir de nuevo lo mismo, de sentirte muerto, porque sabes que no tienes tus derechos ni hay nadie que los respete, somos cadáveres que podemos respirar pero que no podemos hacer nada más, eso es lo que estamos sufriendo.
¿Cómo ha sido posible la conquista de Afganistán por parte de los talibán frente a un ejército mejor armado y más numeroso?
Ni los mejores analistas pudieron verlo, aunque pasó algo parecido con el Gobierno de Najibulá. Cuando los soviéticos en el 89 dejaron el país, él supo sostenerse otros dos o tres años, pero también tuvo que entregar el poder de facto a señores de guerra para poder asegurar una aparente tranquilidad. Ahora parece que hubo un entendimiento y la decisión del presidente fue que si llegaban cerca de las ciudades no lucharía para no repetir la misma historia de los 90.
Pero el sentimiento de abandono del pueblo afgano debe ser latente… ¿A usted le ha decepcionado su presidente?
Eso es obvio y razonable. Siempre tienes que culpar al máximo dirigente por la situación en la que te encuentras. Emocionalmente, sí nos ha defraudado a todos, porque todo el país era su responsabilidad y hemos quedado desprotegidos ya que no han sabido implementar una política o estrategia militar; pero políticamente, lo que ha hecho es no entregar el poder oficialmente a los talibán, porque políticamente es el único presidente electo, y ahí están los talibán con ese dilema, porque no se les ha entregado el poder como reconoce la ley y la Constitución.
Echando la vista atrás da la sensación de que el mayor peso militar en Afganistán, tanto en efectivos como en envergadura de las operaciones, lo ha asumido Estados Unidos. ¿Ha estado Estados Unidos demasiado solo?
Yo creo que la Comunidad Internacional, liderada por EE.UU., implementó esa política de luchar contra el terrorismo global para venir a Afganistán y vinieron todos juntos. La guerra en sí, contra los talibán y el terrorismo, la llevaba solamente el ejército de Afganistán desde hace muchísimos años. EE.UU. tiene la misma responsabilidad que otros países de lo que está sucediendo, porque el conflicto de Afganistán, ni era antes de 2001 un conflicto interno, ni lo es ahora. Hoy es un fracaso no solo del Gobierno de Afganistán y de nosotros como afganos porque luchamos durante 20 años, sino también de la comunidad internacional. Es lamentable, porque por ambos lados hemos fracasado, pero también hemos perdido algo conjunto, porque no era solo algo de los afganos, sino que era de todos, era un esfuerzo conjunto.
Ahora lo que muchos se preguntan es para qué ha servido todo este esfuerzo…
En las 24 primeras horas en estado de shock pensaba que lo habíamos perdido todo, pero yo creo que los talibán hoy se encuentran un Afganistán diferente y eso es gracias a todo ese esfuerzo de los últimos 20 años. Se encuentran con un Afganistán con una sociedad civil mucho más capaz, muy potente y también de una generación joven con valores bastantes definidos. En muchas noticias se nos calca de que los talibanes son acorde con la cultura afgana, y eso no es así, y muestra de ello es lo que estamos viendo estos días. Hoy [la entrevista fue realizada el 18 de agosto] en la ciudad de Jalalabad han salido varios manifestantes con la bandera tricolor para oponerse a que los talibán impusiesen su bandera blanca, esto era impensable en los 90, era impensable dirigirles la palabra. Ellos saben y son conscientes de que no estamos en el Afganistán del 94, es un Afganistán nuevo en el que si quieren gobernar tendrán que ser más flexibles, más inclusivos, o si no estarán condenados a estar aislados como lo estuvieron. La parte más dolorosa es que esto lo va a sufrir de nuevo nuestra población. Por otro lado, los talibán son incapaces de dirigir un país y para eso deberán contar con otros grupos.
Miles de extremistas de Irán, Pakistán, Rusia, Asia Central han luchado con los talibanes durante muchos años, ¿qué van a hacer los talibanes ahora con estos grupos?
Esa es la gran pregunta, el Turquestán del Este es una de las fracciones de esos radicales que están luchando codo con codo con los talibán y, supuestamente, según los últimos viajes que tuvieron los talibán en el mes de julio, fue un poco para obtener esa bendición, esa legitimidad de los países de la región antes de realizar este ataque. En el mes de julio viajaron a Moscú y a Uzbekistán donde vieron a entidades y luego fueron a Irán y se reunieron con que el ministro de Exteriores, también visitaron al ministro de Asuntos Exteriores de China. La comunicación oficial que salió de esa reunión es que hablaron del movimiento islámico de Turquestán del Este, que son chinos, y cómo poder controlar la radicalización sin que afecte a China.
Habrá que ver qué capacidad tienen, porque no es solamente eso. Los talibán nunca renunciaron a su vínculo con Al Qaeda y se está por ver cuál es la relación que tienen con el Daesh, que muchos dicen que son rivales, pero yo, conociendo a mi país, es muy difícil separar el uno del otro, tanto en la forma como en lugares donde se mueven.
Ya hay ciertos informes que apuntan a que el Estado Islámico está enviando estos días a sus miembros a Afganistán. ¿Será ahora Afganistán un refugio seguro para grupos terroristas?
Ahora mismo lo es.
¿Que responsabilidad inmediata debe tener la Unión Europea en estos momentos y, en general, las democracias occidentales?
Mantener esa presión, exigirles que si quieren formar un gobierno tienen que respetar los derechos básicos de los seres humanos, que sea inclusivo… Aunque no hay mucha alternativa de imponer algo sobre ellos, las sanciones al final sofocan a la población civil que tiene la desgracia de vivir bajo el yugo talibán.
Y la gran pregunta, ¿qué solución hay para Afganistán?
Cómo me gustaría tener una respuesta concreta para esto. Hace una semana te diría que un traslado de poder que se haga de una forma convencional y acorde con las normas reconocidas; pero ahora mismo habrá que ver cuál es la formación que van a dar a su Gobierno. Lo que no quisiéramos es que haya otros enfrentamientos, otras guerras, aunque viendo la situación es una de las probabilidades más certeras.
¿Volvería a Afganistán?
Sí, aunque teniendo en cuenta el papel que he tenido anteriormente, sería difícil ir y no arriesgarme. Lo único que puedo hacer ahora es estar activo, tratar de escribir, tratar de comunicar a la gente el dolor y la pérdida que hemos tenido; pero también tratar de reunir fuerzas para ver cómo crear un nuevo ciclo, porque cada fin te da la oportunidad de crear un nuevo comienzo, ver cómo podemos hacer que se nos escuche para que el pueblo pueda retener los derechos que tenía hace unos días, por ello quiero agradecer a todas esas familias que han perdido a un ser querido, que han estado allí luchando codo con codo con nosotros para que nosotros podamos tener un nuevo futuro. Hoy escuché la intervención de la esposa de un policía que falleció en la embajada de España en Kabul, y simplemente decirles que el esfuerzo de todos los que cayeron no ha sido en vano. El Afganistán de hoy día no es el de hace 20 años, y eso se ve reflejado en miles de jóvenes, de gente preparada que quiere luchar por sus derechos y quieren un futuro mejor. Esto no ha sido en vano, ha sido una derrota para nosotros, pero cada derrota nos enseña a levantarnos y ser mejor, y se lo agradezco de corazón.
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A continuación puedes ver la entrevista completa sin cortes a Hamed Ahmadzada.
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