Nápoles: la ciudad de D10S
Nápoles, una ciudad con más de 2.500 años de historia y única con un altar dedicado al ‘il capello miracoloso’ de Diego Armando Maradona.
En el Bar Nilo, Vía San Biagio dei Librai, Spaccanapoli para los napolitanos, los turistas se amontonan para contemplar un altar muy especial, ante las severas miradas del camarero, cansado de echar a visitantes que tiran miles de fotos pero no piden ni un triste café napolitano. En este bar, lugar de peregrinaje, a pesar de los 17 palacios y 11 iglesias que hay sólo en esta calle, se hace real el mito moderno napolitano: el fútbol es una religión y Diego Armando Maradona su dios. Allí se venera ‘il capello miracoloso‘ del 10, un pelo que un avispado tifosi recogió del asiento del avión donde el argentino viajaba con su equipo, junto a decenas de recuerdos del astro albiceleste.
El año pasado se cumplieron 30 años de la mayor gesta deportiva vivida por esta ciudad, la conquista del primer Scudetto (1987) por parte del Napoli, liderado por Maradona, entonces mejor jugador del mundo, y al que siguieron una copa de la UEFA (1989) y una segunda liga (1990). Pero esta historia no va ni de títulos ni de goles, sino de cómo una ciudad, una sociedad, crea un mito y lo vive durante más de tres décadas. Hoy, fuera del Bar Nilo, cualquier rincón de la ciudad guarda un mural o un grafiti con la efigie del 10 y toda tienda o bar tiene un recuerdo de los años de gloria que se superponen a los siglos de una de las ciudades con más historia de Europa.
La ciudad
Nápoles, situada en su precioso golfo homónimo, desde donde se contemplan las islas de Capri, Isquia y Procida, vive vigilada por el volcán Vesubio, que sepultara Pompeya y Herculano. Su casco histórico, patrimonio de la humanidad desde 1995, cuenta con más de 2.500 años de antigüedad: griegos, romanos, franceses, aragoneses, españoles o austriacos dejaron su impronta en sus calles.
En Largo Corpo di Napoli hay una pequeña placita presidida por una escultura romana magnífica, datada entre los siglos II y III d.C. Se trata de una figura masculina con el cuerno de la abundancia que representa al río Nilo divinizado. Muestra del pasado que a muchos pasa inadvertida, justo frente al muro del Bar Nilo que sustenta, también en su exterior, un altarcito dedicado a “El Diego”, dios pagano más invocado por los napolitanos que los dioses grecolatinos.
Por el sinuoso laberinto de las estrechas callejuelas napolitanas se arremolina mucha vida: ropa tendida en los balcones, motos y coches a toda velocidad, tomándose las señales de tráfico como una mera sugerencia, altares y santos en las esquinas, griterío de vendedores, olor a pizza y a otros apetitosos frutos de la tierra…, decadencia y gloria de toda una cultura nacida del oleaje mediterráneo.
“Una descripción de Nápoles, tal como es hoy debería contener todo el pasado de Nápoles. Pero la ciudad no cuenta su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos, en las escaleras, en las arenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas.”
Italo Calvino, Las ciudades invisibles
Los Barrios Españoles, donde se concentraban las tropas de los tercios de Nápoles en el siglo XVI, dieron mala fama a una ciudad que, aún, se está librando de ella. Nada que ver la actualidad con las escenas de depravación e inmoralidad de finales de la Segunda Guerra Mundial descritas por Curzio Malaparte en ‘La piel’, algo más recuerda a las películas neorrealistas de los años cincuenta, pero con menos miseria y, también, algo menos de encanto.
En Vía de Toledo, centro del barrio español, se amontonan los turistas entre tiendas de productos artesanos, locales de moda donde tomar un Spritz y trattorias, mientras en las tiendas de regalos las figuritas maradonianas, deformación de los clásicos belenes napolitanos, destacan entre las dedicadas a famosos actuales: Trump, el Papa Francisco… Eje comercial de la ciudad, en uno de sus extremos se encuentra la Galería de Umberto I, muy cerca de la imponente Piazza del Plebiscito, con el Teatro de San Carlo, coliseo de ópera activo más antiguo del mundo, creado por Carlos III en 1737 cuando éste se empeñó en devolverle a la ciudad el esplendor perdido. En este teatro, hace un año, mil trescientas personas llenaron el templo lírico para escuchar a Maradona recordar los 30 años de su hazaña.
“No olvidare jamás ni Vía Toledo ni todos los barrios de Nápoles, a mis ojos, es sin comparación, la ciudad más bella de mundo.”
Stendhal
No muy lejos, es obligado visitar el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, en un maravilloso palacio del siglo XVI, albergando una de las colecciones de arte clásico más impresionantes del mundo. Con el Hércules y el Toro Farnesio, el mosaico de Alejandro Magno en la batalla de Issos o el ‘Gabinete Secreto’ con los objetos y figuras de contenido erótico hallados en Pompeya y Herculano, entre miles de obras. Hasta el mes de febrero también albergó una exposición temporal sobre el Napoli…
La llegada del mito
Años 80, una caótica y sucia ciudad abandonada por los poderes públicos a la Camorra recibe en un abarrotado estadio de San Paolo al mejor jugador del mundo. Desde la unificación de Italia en el siglo XIX, protagonizada y liderada por el Piamonte, con su capital en la financiera e industrial Turín, Nápoles es el sur de Italia, territorio inculto e inhóspito, pobre por su falta de mentalidad industrial. Lejos quedan los años de dominio español en el que la ciudad era la urbe más habitada del mundo, junto con Sevilla.
Maradona recobró la dignidad de una ciudad históricamente acomplejada y menospreciada por el resto del país. Más de un millón de personas celebraron en las calles napolitanas la primera victoria liguera del equipo, que por primera vez, gracias a Maradona, vencía a los equipos del norte, de aquellas ciudades (Turín, Milán…) que menospreciaban tanto el modo de ser napolitano. De aquella victoria aún quedan vestigios en las calles, y es recordada con pasión y eterna gratitud por los napolitanos que, haga lo que haga Diego, le serán siempre fieles en agradecimiento por esta revancha histórica.
El argentino, que llegó a denunciar en la televisión italiana el desprecio a Nápoles, habló incluso de racismo, y que se presentó en el mundial del 86 como argentino y napolitano, acabaría por hundirse totalmente en el mundo de las drogas, acompañado por sus amistades camorristas. Se iría de la ciudad en el año 91.
Un fantasma que recorre las calles
La ciudad moderna de Nápoles vive una nueva etapa, quizás al escapar del derrotismo tradicional tras el impulso maradoniano. Un centro financiero rompió en vertical sobre el laberinto de calles y nuevas iniciativas artísticas han puesto a la ciudad en la vanguardia de la creación contemporánea: Por un lado el PAN (Palazzo delle Arti Napoli) y por otro el MADRE (Museo d’Arte Contemporánea Donna Regina) sito en el Palazzo Donnaregina, reestructurado por Álvaro Siza, se unen al Metrò dell’Arte, como es conocida la línea 1 del metro, en el que exponen artistas actuales de primer nivel.
Pero los nuevos procesos urbanísticos ni el arte contemporáneo pueden borrar el pasado y, al igual que la historia sigue presente en sus fachadas, ni siquiera hemos hablado de sus castillos o de sus cientos de iglesias y palacios de diferentes épocas y estilos artísticos, tampoco puede olvidarse la gesta futbolística, hasta el punto de seguir presente, no sólo en las calles, sino también en el imaginario colectivo.
Paolo Sorrentino, uno de los creadores napolitanos más internacionales, refleja esa obsesión por el Napoli y por Maradona en sus obras. En la serie ‘The Young Pope’, el cardenal Voiello muestra constantemente esa pasión napolitana, incluido el odio a Higuaín, nuevo villano al fichar por la Juventus de Turín, odiado equipo del norte rico. Al “Pipita”, en su última visita liguera a San Paolo, le recibieron con cánticos maradonianos, que fueron en su momento todo un género musical y hoy siguen en boga, y es defenestrado en estatuillas ridículas en las tiendas de la ciudad.
En ‘The Youth’, también de Sorrentino, un Maradona derrotado y decadente es pura nostalgia de un pasado heroico, como muchas de las paredes de la ciudad, donde se siguen colgando retratos del héroe caído al que se le perdona todo, hasta la borrachera con la que cerró la fiesta de su regreso a la ciudad para conmemorar el Scudetto. Ni así, el hombre pudo con el mito, y los napolitanos siguen creyendo en su propio D10s.