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Lisboa, la ciudad que siempre renace de sus cenizas

Caiga o no caiga, la capital lusa siempre renace de sus cenizas

Lisboa, la ciudad que siempre renace de sus cenizas

Una pasea por las calles de Lisboa, las anchas, las estrechas, las que desprenden luz y las oscuras, y no se cree que ese lugar fuera un día devorado por las llamas, por la crisis, por la miseria. El viento que peina la desembocadura del río Tajo los 365 días del año ayudó a que el fuego, provocado por el terremoto que asoló la capital portuguesa en 1755, la destruyera prácticamente en su totalidad. Sin embargo, Lisboa permanece antigua en su modernidad.

Desde la grave depresión de 2008, Lisboa ha mutado de piel en diversas ocasiones. Ese famoso tono decadente, que aún subyace en los paseos por Oporto, no deja apenas rastro en la capital lusa. La oferta cultural y de ocio se multiplica: abren sus puertas nuevos museos, nuevos restaurantes, nuevos espacios de los que llaman “multidisciplinares”. Nuevos mundos, en definitiva, que atraen a cada vez más turistas a una ciudad que está en boga y que se enfrenta a la temida –aunque a veces aplaudida– turistifación.

Arte en Lisboa: museos, galerías e instalaciones urbanas

Lisboa es ahora una de las ciudades más vibrantes de Europa. La que fuera una de las capitales más antiguas del Viejo Continente es ahora una de las más modernas. El diverso y pujante panorama artístico es una de las señales más claras de este fenómeno. Uno de los mayores exponentes es el MAAT (Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología), que se inauguró a finales de 2016 en el barrio de Belém. El imponente edificio que alberga al MAAT, obra del estudio de arquitectura de Amanda Levetem, peina el viento a orillas del Tajo. La idea que articula las exposiciones del MAAT es la de promover la presentación de artistas y proyectos internacionales dedicados al arte y la arquitectura contemporáneas, así como dar a conocer a artistas portugueses de diferentes disciplinas. La estructura del MAAT da especial importancia a los proyectos de instalaciones, pero también posibilita otros formatos como la pintura. Seguramente lo mejor del MAAT esté en su techo: el museo cuenta con un mirador al aire libre, elevado a 14 metros de altura y desde donde se disfruta de unas vistas sobrecogedoras. La entrada al MAAT cuesta cinco euros para la zona nueva, cinco para el edificio de corte industrial del Museo de la Electricidad rehabilitado y nueve para ambos.

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Detalle del techo del MAAT. | Foto: Bárbara Sampaio / Unsplash

Además del MAAT, destacan instituciones como el Museo Calouste Gulbenkian o el Museo Coleção Berardo. El primero cuenta con una de las más grandes colecciones privadas de Europa. Su fundador, el multimillonario y filántropo turco Calouste Sarkis Gulbenkian, estuvo durante más de 40 años tras cada una de las piezas que se encuentran en el museo. Pasó sus últimos días en Portugal, y donó su colección al país cuando murió en el año 1955. El museo fue renovado en el 2001, cuando muchas de sus obras fueron donadas temporalmente al Met Museum en Nueva York. El Calouste Gulbenkian cuenta con dos colecciones que destacan especialmente: la Colección del Fundador y la Colección Moderna, que albergan obras y piezas de vajilla, joyas y útiles de escritura de orígenes diversos, entre las que destacan las joyas del maestro vidriero y joyero francés René Lalique. La entrada cuesta cinco euros.

El Museo Coleção Berardo, el más visitado de la capital portuguesa, se centra en el arte moderno y contemporáneo. Inaugurado un año antes de que estallara la crisis, el Museo Coleção Berardo cuenta con cinco exposiciones, dos permanentes y tres temporales. Las permanentes albergan obras de grandes artistas internacionales como Pablo Picasso, Marcel Duchamp, Max Ernst, Piet Mondrian, Joan Miró, Francis Bacon, Andy Warhol o Frank Stella, así como de destacados artistas de la escena portuguesa, como Julião Sarmento o Maria Helena Vieira da Silva. El precio de entrada es también de cinco euros.

Más allá de consagradas y nuevas instituciones artísticas, la vibrante vida de las galerías lisboetas marca también el devenir cultural de la capital. Su pujanza provocó la creación de ARCO, la feria de Arte Contemporáneo de Madrid, también en Lisboa. Destacan la galería Vera Cortês, la galería Filomena Soares, la galería Pedro Cera y la de Graça Brandão.

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El fado bohemio que podemos encontrar de camino al Castillo de San Jorge desde el Rossio. | Foto: RRSS

Lisboa es también una galería en sí misma. De sus fachadas cuelgan muchas obras urbanas que poco o nada tienen que envidiarle a ciudades como Berlín, São Paulo o Londres. Por ejemplo, por el camino desde el Rossio hacia el Castillo de San Jorge, al recorrer la Rua da Madalena y subir por las Escadinhas de São Cristóvão, podemos observar la obra de un colectivo de artistas que ha retratado lo que llaman el «fado bohemio”. Esta es solo una muestra del prolífico arte urbano que podemos encontrar paseando por la ciudad.

Ocio y gastronomía: un salto de calidad

Más allá de la escena artística lisboeta, la ciudad ofrece otros muchos espacios para disfrutar de la cultura y la gastronomía. Uno los emblemas de la Lisboa moderna es LX Factory, una antigua fábrica de hilo reconvertida ahora en un barrio que ofrece ocio y cultura en su forma más underground. Cuenta con galerías de arte, pero también con espacios de coworking, una librería digna de admirar (Ler Devagar), y todo tipo de tiendas. El espacio, que recuerda a la reconversión más hipster de Hackney Wick en Londres, tiene un restaurante y bar de copas de referencia: Rio Maravilha. Bajo la influencia del joven chef portugués Diogo Noronha, que dirigió la cocina de este restaurante durante un año, en Rio Maravilha sirven cocina de mercado. Eso sí, es algo caro comparando con los precios de Lisboa. Lo más destacable es, más allá de su comida, sus vistas sobre el Tajo, perfectas para tomar algo viendo atardecer.

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Detalle de un graffiti en un antiguo depósito de agua de LX Factory. | Foto: Flickr

Además de lo que se ofrece en LX Factory, la gastronomía en Lisboa está en auténtico auge. Muestra de ello es Belcanto, el primer restaurante de la capital portuguesa distinguido con dos estrellas Michelin obra del chef José Avillez. Sus varios menús degustación ofrecen platos con productos locales que fusionan la tradición portuguesa con técnicas modernas. Además de su buque insignia, José Avillez tiene otros tantos locales: Bairro do Avillez, situado en pleno Chiado, o el Café Lisboa, dentro del Teatro Nacional de São Carlos, entre otros.

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Algunos de los platos que ofrecen los menús degustación de Belcanto. | Fotos: Belcanto

Cuando la escena gastronómica está en un buen momento, esto suele ir de la mano de la proliferación de mercados que ofrecen en un mismo espacio diferentes experiencias gastronómicas. El mercado de estas características por excelencia de Lisboa es el Mercado da Ribeira, en Cais do Sodré, que es uno de los mejores lugares donde comer en Lisboa. Lo que antiguamente era un mercado mayorista es ahora un auténtico paraíso gourmet, y cuenta con filiales de algunos de los mejores restaurantes de la ciudad.

El Palacio de Chiado responde también a la creciente demanda de multiespacios gastronómicos en Lisboa. Situado en una de las tres alas del Palacio del Barón de Quintela, construido en 1781 y adaptado a su nueva función, este espacio ofrece un conjunto de siete propuestas diferentes de restauración y de copas, donde la cocina funciona ininterrumpidamente todos los días de 12:00 a 00:00, y jueves, viernes y sábado de 12:00 a 02:00. Otra propuesta a tener en cuenta.

Destaca además el festival Peixe em Lisboa, un evento gastronómico anual que atrae a chefs portugueses y de otros lugares del mundo, centrado especialmente –como no podía ser de otra manera– en la cocina de mar.

La decadencia perdida de Lisboa, que lleva a la llegada masiva de turistas, apena a muchos, como a los vecinos y comerciantes de barrios céntricos como Mouraria, Alfama, Santa Catarina o Anjos, pero es también signo de una renovada capital europea. Hay quien habla de burbuja, que no sabemos si explotará o no, pero hay algo seguro: caiga o no caiga, Lisboa siempre renace de sus cenizas.

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