Mucho se ha hablado sobre el squirt. Pero se ha hecho muy mal. Todavía la comunidad científica sigue discutiendo sobre su composición. ¿Es orina? ¿Agua? ¿Líquido prostático? ¿Cómo se provoca? ¿Todas las personas pueden conseguirlo?
Lo primero que tenemos que diferenciar es el ‘squirt’ de la ‘eyaculación femenina’. Según un estudio realizado por Alberto Rubio-Casillas y Emmanuele Jannini, el squirt es la expulsión de un fluido urinario diluido que proviene de la vejiga, mientras que la eyaculación femenina es un líquido espeso, escaso y blanquecino que proviene de la glándula de Skene, una especie de próstata femenina.
Pero, ¿por qué sucede? La hipótesis más consolidada hasta el momento es que el squirt se produce debido a una alteración de una hormona conocida como vasopresina. La vasopresina u hormona antidiurética tiene varias funciones, pero la que nos interesa es su capacidad de retener el agua en los riñones. Esta hormona se puede alterar en varias circunstancias, entre ellas cuando tenemos un placer muy prolongado o muy intenso y de corta duración. ¿Qué ocurre entonces? Sencillamente que no se retiene el agua en los riñones siendo imposible la absorción de los residuos del cuerpo y su eliminación a través de la orina. Por lo tanto, se expulsa orina muy diluida, prácticamente agua en la mayoría de los casos, procedente de la vejiga.
Esta hipótesis se ha consolidado ya que además de la vejiga no existe en la zona un espacio que pueda almacenar y retener tanto líquido. De hecho, la sensación previa al squirt es algo que seguramente hayas vivido en algún momento: la urgencia de tener que ir al baño a mear, ¿te suena? Bien, si te relajaras y confiaras te darías cuenta que esas ganas de orinar en realidad se convierten en un maravilloso squirt.
Y por cierto, con esta hipótesis todas las personas lo pueden experimentar. Tengas el genital que tengas. ¿Te animas?