Pablo Piñeiro: «Desde pequeños, estamos castrados emocionalmente»
Pablo recorrió España con un cartel que rezaba: «Escucho historias de amor gratis». No encontró la receta secreta –puede ser que no exista–, pero sí volvió con un par de lecciones en la mochila
Pablo Piñeiro (Pontevedra, 1986) quería saber –¿quién no querría?– por qué acumulaba fracasos amorosos. Un buen día se echó a la carretera en busca de respuestas. Quería encontrar la receta secreta de eso que es química, pero que es también circunstancias, tiempo, lugar, pasado, futuro. Como equipaje, un cartel que rezaba: «Escucho historias de amor gratis». Por suerte, muchos en su camino con ganas de contarlas.
Volvió a Madrid, dónde ahora es también actor y está rodando la segunda temporada de El vecino (Netflix). Dejó macerar las emociones compartidas por quienes se abrieron y las suyas al escucharles, y poco después reunió las lecciones aprendidas en un libro, desde un enfoque optimista: Lo positivo de fracasar en el amor, editado por Penguin Random House. Con naturalidad y desparpajo, nos las cuenta.
Después de escuchar tantas, ¿podrías dar tres claves para que una historia de amor funcione?
La comunicación como punto de partida. Y, después, tres ingredientes base: respeto, tolerancia y admiración por la otra persona.
¿Qué luces rojas podrían indicarnos que no funcionará?
La mayor traba es la mentira, que parte de una mala comunicación. Es el origen de cualquier problema posterior: falta de respeto, violencia verbal y no verbal, etc.
Además, no me refiero a una mentira muy gorda, puede ser algo tan simple como pensar ‘no me apetece acostarme contigo’ y no ser capaz de transmitirlo. La otra persona va a dar por hecho ciertas cosas, tú no vas a estar a gusto y va a iniciarse una vorágine energética destructiva que hará que la relación no funcione.
¿Cuál es el mito sobre el amor más dañino para las relaciones?
El más peligroso es el de la media naranja, porque el mensaje es que estamos incompletos. Creo que va en contra de nuestra autoestima.
Pero bueno, viene un poco de Disney, con su mensaje de que, como mujer, no vales para absolutamente nada que no sea limpiar. Si tu objetivo es limpiar la casa a tus hermanastras y a tu madrastra bien. Si no, puedes limpiar la de siete enanitos. Pero nunca vas a ser nada a no ser que venga un imbecil con unos leotardos azul cielo y te de un morreo. Entonces podrás ser incluso una princesa.
¿Qué es lo más importante que has aprendido a través de las historias de amor de los demás?
El valor de saber escuchar. No nos enseñan, y es algo clave en toda relación social. En la escucha hay un acto de generosidad increíble, en el que tú pasas a no importar para nada, lo único que importa es el relato del que tienes delante. Es fundamental: puede que estés hablándome de algo que te hace humedecer los ojos o temblar el labio superior, y si estoy mirando a alguien que pasa por la plaza, no me doy cuenta de cómo eso te afecta.
A propósito de cosas que nos enseñan, ¿qué sería lo primero que cambiarías en la educación emocional que recibimos?
No tenemos ni idea de cómo gestionar las emociones. Nos tragamos cualquier cosa que pueda resultar traumática. No nos respetamos ni entendemos. Por eso necesitamos pautas, empezar por preguntarle a un niño, durante su desarrollo como estudiante: ¿cómo te sientes? Hacer a los niños conscientes de que tienen emociones y de que se pueden identificar y gestionar. Desde pequeños, estamos castrados emocionalmente. Como adultos, sentimos una vorágine de sensaciones dentro y las frenamos, las escondemos.
Defiendes el poliamor (una forma de no monogamia), ¿cómo ha sido tu experiencia con ello?
Está todo el rato en mi vida, porque me enfrento a una realidad social en la que casi no se ve otra opción que no sea la monogamia. Yo nazco, salgo al mundo, pongo cualquier peli de Hollywood y me dice cómo tiene que ser una relación, qué debo hacer si fracasa…
Luego vives y te encuentras contradicciones: si la canción dice esto, ¿por qué yo siento otra cosa? Si el amor es para siempre y las relaciones son bonitas, ¿por qué mis padres discuten? Pero tapas todas esas preguntas para seguir a ciegas una creencia impuesta.
Luego vienen los problemas. Problemas, sensaciones que, como decía antes, no tenemos herramientas para gestionar. Ponemos un parche. Seguimos. Tenemos un hijo. Compramos una casa. Todo es añadir capas para no sentir.
Yo quiero tener una relación en la que otra persona entienda que no nos pertenecemos y que podemos hacer lo que nos apetezca desde un prisma de absoluta comunicación. Pero me encuentro con un choque brutal. Personas con las que he estado a las que les encanta mi forma de ver las relaciones, les gusto físicamente, follamos y es algo maravilloso, pero me dicen que no saben gestionar la situación.
Muchas veces es porque les gusta otra persona con la que les gustaría tener una relación a la par que conmigo, pero que –a diferencia de mi– les pide exclusividad. Y acaban dándosela y apartándome a mi del juego, porque yo soy más comprensivo. Es un duelo continuo.
Cada año recibo varios cortes de esos. Hace poco he llegado a la conclusión de que, independientemente del dolor que yo pueda sentir cuando una persona decide apartarme, es tan bonito lo que intento generar para mantener esa relación que no voy a dejar de hacerlo nunca. Sigo prefiriéndolo a vivir en una mentira. Todo el sistema impulsa a tener una relación monógama y a veces me lo he planteado, pero mi respuesta siempre acaba siendo ‘no’. No puedo soportar que alguien me corte de hacer cosas bonitas.
¿Crees que un signo de las últimas generaciones, es el no querer decidir entre todas las opciones disponibles?
Creo que sí. Que antes no había ni siquiera la opción de cambiar de vida. Ahora es mucho más sencillo tomar caminos que antes no estaban aceptados y conocer a personas en más entornos. Antes había flechazos porque las opciones de encontrar pareja eran muy limitadas. Con el mundo a nuestro alcance, cada vez es más difícil seguir el canon establecido de “esta persona es para mi”.
También tiene que ver con el deseo de inmediatez. Buscamos lo rápido y que nos haga disfrutar. Consumir seres humanos como quien consume cualquier otra cosa desechable. Es cuestión de encontrar un balance.
Puedes ver un resumen de la entrevista en este vídeo: