'Comimos y bebimos': las crónicas de mesa de Ignacio Peyró
“Estas páginas son las calles –y las mesas– de mi vida” afirma Ignacio Peyró, iniciando las crónicas de su libro «Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida»
En la era donde la comida se ha vuelto una fotografía de Instagram, Ignacio Peyró publica Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida, donde rinde tributo a la gastronomía para hacer a un lado la pereza gustativa y dar paso al refinamiento del goce.
El libro nos sume en la gastronomía desde la literatura y, especialmente desde la vida de un conversador como Peyró, que no solo lo conocemos por la pompa y circunstancia británica, el Instituto Cervantes o por ser el director de opinión del periódico en el que escribo, sino por su gusto y autobombo en la selección de restaurantes, platos y vinos. Más que sibarita, Peyró refleja en su libro lo que le gusta que lo traten bien, darse homenajes gastronómicos, ser hedonista.
Comimos y bebimos. Notas de cocina y vida ha sido publicado por Libros del Asteroide en una edición dividida por comidas y experiencias según los meses y las estaciones del año; un ciclo gastronómico en que el autor nos muestra en sus crónicas las diversas sensaciones que nos convidan a un rico plato o a la nostalgias que nos trae aquel día en que probamos un buen vino.
“Estas páginas son las calles –y las mesas– de mi vida”, afirma Peyró. Es así como el autor nos lleva de la mano por un año de su vida y sus recuerdos, por las comidas y los bares de su natal Madrid –“tuvimos un bar antes que una Gillete” –, donde recorre garitos clásicos españoles, pasando por París, y deteniéndose en Londres a través de sus referentes de tradición literaria gastronómica como Pla, Luján, Salter o Liebling. También hay guiños infalibles a los puros cubanos, los huevos Fabergé, los escritores amantes de la cocina y los vinos –“Cervantes hizo maravillas con Valdepeñas en pellejo” –, los hoteles y los enamoramientos tan obvios como la embriaguez.
Nos reta al comparar nuestros tiempos menos emocionantes y hedónicos con otros más antiguos y dieciochescos; nos incita a pesar cómo la OMS quizás es un ente de corrección política a nuestro goce gastronómico o a entender que lo chic de la apicultura no es un invento moderno del marketing culinario sino que puede ser tan antiguo como un interés aristotélico. Muy en la línea “peyrocina”, si pudiese acuñarse este término, lo que el autor intenta es recobrar lo bueno del pasado y traerlo para el goce del presente.
Comimos y bebimos, es la crónica íntima de un autor que disfruta del gusto y que se explaya en estas páginas con lenguaje quizás algo pomposo –desde trampantojo a cuquicursi, hay innumerables palabras para reír o añadir al diccionario–. Sin embargo, Peyró es siempre cercano porque al final el hedonismo nos acerca a la vida, a la vida de cualquiera, por eso no es de extrañar que el subtítulo del libro sea «Notas de cocina y vida». Comimos y bebimos, hace mérito a todos los sentimientos, disfrute y sensaciones que giran alrededor de la comida, de la bebida y ese amor que le debemos al paladar y al estómago. Es el dolce far niente del disfrute hecho libro.