THE OBJECTIVE
Madrid

Cuando Madrid empezó a comer a la americana

​A principios del siglo XX Madrid pronto empezó a demostrar una afición sorprendente por los modos y modas de comer y beber llegados de EEUU.

Cuando Madrid empezó a comer a la americana
​Para una ciudad que a principios del siglo XX parecía muy provinciana y atrasada, como toda aquella España, Madrid pronto empezó a demostrar una afición sorprendente por los modos y modas de comer y beber llegados de Estados Unidos; quizá algo de ese contraste esté expresado en la famosa frase de Camilo José Cela, “poblachón manchego, mezcla de Navalcarnero y Kansas City”. ​
Como tantas otras cosas, como los grandes almacenes (Galerías Preciados, El Corte Inglés) calcados de Macy’s, Madrid debió esos apuntes de modernidad al regreso de emigrantes españoles que habían hecho carrera, no en Estados Unidos, sino en aquella Cuba precastrista tan americanizada. Y es así como nuestros mayores nos contaban que ya hacia 1928 se encontraba en Madrid la Coca-Cola, hecha –como en muchos coffee shops neoyorquinos que conoceríamos en los años 60- con una base de jarabe al que se le añadía en el propio establecimiento agua con gas.​
La Coca-Cola no sobreviviría, como tantas otras cosas, a la Guerra Civil, pero regresó pocos años más tarde –seguida, a principios de los 50, por la Pepsi-Cola- a la vez que Madrid se poblaba de esos mismos coffee shops tan radicalmente distintos de las tascas y mesones castizos donde entonces se comía, pero que por eso mismo, y por la aureola de modernidad que aportaban en un país triste y dictatorial aún en la posguerra, daban a la gente la impresión de dar un salto al futuro.​
Cuando Madrid empezó a comer a la americana 1
Foto: Peter Secan | Unsplash.
Aquellas cadenas de lo que aquí llamamos cafeterías tenían nombres adecuadamente exóticos: California, Nebraska, Manila. Y se especializaban en sándwiches de pan de molde tostado –el de jamón y queso por encima de todos-, en tortitas con nata y miel y en ricos batidos hechos con helado y leche a imagen de los milk shakes de allá. Particularmente suculentos los de vainilla y los sándwiches de una cafetería no adscrita a ninguna cadena, Yago, que estaba en la calle de Goya y que para un niño de mediados de los años 50 suponía el colmo de la suculencia.​
Algo más, pero no mucho, tardaron las hamburguesas en llegar a la capital, y en esos años 50 las introdujo un local que milagrosamente sobrevive hoy: Galatea, también famoso por sus perritos calientes con mostaza y chucrut. Pero eran unas hamburguesas peculiares, más como filetes rusos con panecillo, y habríamos de esperar a 1971 a que un ex militar de la base de Torrejón lanzase Foster’s Hollywood, y diez años más tarde, Fred Gradus, otro ex militar, abriese su legendario Alfredo’s Barbacoa para tener el producto genuino. Y ya Madrid fue americano del todo.​
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